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Inexistencia de futuro para gran parte de la sociedad

Las estadísticas sobre los niveles de empleo y educación de los jóvenes lo dejan en evidencia.

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Descacharreo

Cuando nos referimos a las deudas que la dirigencia política mantiene con la sociedad en general nos limitamos a hacer una descripción de los indicadores que más preocupan: inflación (hoy en niveles que cualquier país civilizado los rotularía hiperinflacionarios), la destrucción crónica de nuestra moneda, el nivel de pobreza, la indigencia y hasta los niveles de ocupación y subocupación.

Claramente a estos clásicos reclamos se suman la inseguridad, la educación y la salud pública los que seguramente deban agregárseles muchos otros que dan cuenta de lo alejada que ha estado y está la dirigencia política argentina de las verdaderas preocupaciones y temores de la gente. Lo cierto es que pocas veces nos detenemos a analizar con cierto grado mayor de profundidad el verdadero daño que han causado décadas de corrupción, desidia y negligencia.

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No sólo en el presente, sino también en el futuro de los argentinos. Recientemente el “Observatorio de la Deuda Social Argentina” de la UCA nos ha proporcionado datos absolutamente lapidarios que explican la verdadera deuda que tiene la política local con la sociedad. Según el estudio la mitad de los jóvenes de entre 18 y 24 años no tienen acceso al sistema educativo.

La realidad es que el nivel de educación en la República Argentina es una verdadera calamidad, a tal punto que de aquellos que se encuentran dentro del 50% de personas del mencionado rango etario que efectivamente logran acceder a la educación, muchos de ellos lo hacen con serias dificultades en áreas como matemáticas e incluso muchas veces fallan en la compresión de textos.

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Para colmo, los datos que siguen son aún más desoladores todavía: uno de cada cuatro jóvenes no estudia ni trabaja. La realidad empeora cuando damos un paso más profundizando los detalles del estudio: el 14,8% de los jóvenes entre 18 y 24 años no sólo que no estudian ni trabajan, sino que, además, no están buscando empleo: esta sí es la foto más nítida de nuestra triste realidad.

La decadencia vivida a través de las décadas en materia educativa ha generado que prácticamente 15 de cada 100 chicos no tengan absolutamente ningún futuro. Dentro de este escenario y en combinación con los índices de pobreza, la proyección de lo que viene es aún más tenebrosa: más de la mitad de los chicos menores de 14 años hoy son pobres en la República Argentina.

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Esto implica que probablemente la posibilidad de que ellos puedan recibir en el futuro educación de calidad sea ínfima. Si no reciben educación de calidad probablemente en algún tiempo esos chicos engrosen los datos negativos brindados estos días por “Observatorio de la Deuda Social Argentina” de la UCA. Los jóvenes sin educación y sin futuro terminarán siendo cada vez más a medida que transcurran los años.

Sobre todo, si es que la política no comprende la gravedad de la situación y se pone a la altura de las circunstancias. El nivel educativo influye de manera directa en la calidad del empleo al que una persona tenga la posibilidad de acceder. Sin educación el nivel de pobreza está destinado a incrementarse hasta límites inimaginables. La política tiene que entender que de un lado de la mesa del futuro deben sentarse los jóvenes con educación, conocimiento y preparación.

Y del otro lado deben sentarse la inversión que combine el capital con el recurso humano, dando por resultado un futuro de crecimiento y calidad de vida. Por desgracia hasta aquí lo único que ha logrado la política es que en esa mesa del futuro aún no se haya sentado nadie: ésta es la verdadera deuda de la política argentina. Esta deuda no es sólo por lo que los políticos han hecho hasta aquí, sino también por lo que han logrado que jamás nos ocurra mañana: vivir en una Argentina con un futuro digno para todos.

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