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Inflación, la vergüenza nacional del kirchnerismo

En el Gobierno nacional parecen no comprender las razones del problema inflacionario que ellos mismos se encargaron de engendrar.

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Descacharreo

El recordado tango esbozaba que 20 años no son nada, y parece que para los problemas estructurales que atraviesa la Argentina tampoco lo son. Finalmente se ha conocido el tan ansiado índice de inflación de julio: 7,4%. Con este dato la Argentina confirma su nivel de inflación más alto desde abril de 2002 en donde el mismo fue del 10,4%, momento éste que era atravesado por el abrupto final del esquema de convertibilidad.

La portavoz de la Presidencia se encargó de advertir que el tan esperado índice de inflación no fue de dos dígitos “tal como algunos habían advertido de manera temerosa”. Resulta increíble que el Gobierno festeje esta marginalidad dentro de un contexto de absoluto fracaso en lo que ellos mismos se atrevieron a titular como la “guerra contra la inflación”. La política no ha estado a la altura de las circunstancias desde hace mucho tiempo.

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En materia inflacionaria se han escuchado frases que van desde “que haya un poquito de inflación no es malo” hasta “la emisión de dinero no genera inflación”. Si bien parecen frases dichas por gente ajena a la realidad argentina, lo cierto es que los autores de las mismas son sindicalistas y políticos de primera línea de nuestro país. Quienes dirigen los destinos de la Argentina parecen no comprender las razones del problema inflacionario que ellos mismos se encargaron de engendrar.

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El flamante Ministro de Economía parece haber intentado transmitir a los mercados cierto grado de entendimiento del problema: refirió entre sus primeras expresiones la necesidad de “ordenar el gasto” y de no recibir más asistencia del Banco Central. Con estos planteos uno podría llegar a deducir que Sergio Massa logra comprender que el déficit fiscal conlleva necesariamente a la emisión monetaria, la que indefectiblemente termina impactando en el nivel general de precios.

Más allá del atino conceptual hay que preguntarse si efectivamente está convencido de lo que el mismo plantea, y de estarlo, si la política le permitirá hacer los cambios necesarios para cumplir con lo prometido (teniendo en cuenta que en el horizonte ya se puede observar el año electoral). Incluso si el equipo económico logra controlar el gasto público y con ello logra también terminar con las asistencias del Banco Central, la batalla inflacionaria lejos estará de ser ganada.

Ayer el BCRA tiene entre sus pasivos remunerados unos 7 billones de pesos ($7.000.000.000.000). Estos pesos “retenidos” dentro de las cuatro paredes del organismo no son más que el dinero que los bancos depositan en el Banco Central a cambio de una tasa de interés (hoy del 69,5% nominal anual): este dinero proviene de los ahorristas del sistema financiero, desde ya. Si en algún momento los ahorristas deciden no dejar más el dinero en sus bancos porque les surgen mejores opciones de inversión o de consumo, el BCRA deberá emitir estos pesos para devolvérselos a sus verdaderos dueños.

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Si esto en algún momento llega a ocurrir de manera masiva, el espiral inflacionario sería estrepitoso. Mientras tanto estos montos representados por Leliqs y Pases pagan una tasa de interés que hoy es de algo más el 96,8% efectivo anual. Se calcula que estos instrumentos pagarán intereses anuales por unos 6 billones de pesos y claro, el problema cada vez se hace más grande: estos pesos en algún momento verán la luz e impactarán en los precios. ¿Cuándo? Nadie lo sabe.

Ya lo decía alguien por ahí: por ahora la codicia supera al pánico y no sabemos cuánto pueda durar eso. Lo cierto es que Massa pretende encarar el problema fiscal con cierto convencimiento de su posible victoria tal vez sin tener demasiado en cuenta que su gran desafío va mucho más allá que un mero ajuste en las cuentas públicas: el Banco Central de la República Argentina es hoy la mejor promesa de inflación futura.

Para tomar dimensión del desastre patrimonial que tiene el BCRA hace falta recordar solo un dato: hoy hay muchos más pesos retenidos en el mismo en forma de Leliqs y Pases que todo el dinero que existe en los bolsillos de la gente y sus cuentas bancarias. La bomba está encendida y la mecha parece ser demasiado corta. Hasta que los gobiernos no encaren el problema inflacionario de manera integral solo nos resignaremos a una sola cosa.

Esto es, nos dedicaremos a observar como los precios escalan de manera exponencial. La emisión siempre ha sido la herramienta política para hacer populismo, herramienta esta que hoy nos muestra su efecto más letal en cada uno de los bolsillos de los argentinos. Por desgracia el populismo sin recursos para dilapidar no es más que una terrible desgracia traducida en hambre, pobreza y subdesarrollo donde la inflación es la eterna compañía.

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