El chat de madres y padre, en llamas: que los horarios, que los libros, que las fotocopias, que el forro del cuaderno con puntitos, que el aumento de la cuota. Que el nuevo aumento… Y la carga mental de Julieta Lario, por las nubes: lunchera, útiles, uniformes, el bendito forro celeste (no turquesa como aclaraba la nota) no se consigue. Entonces estalló: volvió a leer la lista de materiales compartidos que había mandado a principios de febrero la maestra de Octavio, que pasó a segundo grado, en un colegio bilingüe de Belgrano.
“Dos cajas plásticas de 22 litros y 32 litros” fue el ítem que más la indignó. “¿En serio?”, escribió en el chat. Las demás madres también estaban indignadas. La lista no se limitaba a eso: incluía, entre unos 20 ítems más, cosas como resaltadores (que los más chicos no usan), varios metros de tela, cinta bifaz y rollos de cocina. Y se sumaba a la lista de materiales que cada chico debe llevar en su propia mochila.
“Entiendo que se pidan algunos materiales, pero hay cosas que una se pregunta a dónde van a parar. Porque los chicos no los usan, o porque la duda es si te corresponde mandarlo o es algo que le corresponde al colegio, ya que pagamos una cuota bastante alta y que se actualiza todos los meses”, apunta Julieta, que además es mamá de Sofía, de 11 años y de Mateo, de 3, a quien, para el jardín también le pidieron una caja contenedora, entre otros materiales.
“Con las cajas plásticas estallaron todas las madres. Porque está bien que por ahí se usan para guardar los materiales que nos piden, pero no creo que sea necesario, en este momento en el que los padres estamos haciendo semejante esfuerzo para poder mantener la cuota al día. Son señales que el colegio también tiene que dar”, apunta.
Por estos días, en que los chicos volvieron o están por volver a las aulas, la lista de materiales se volvió el nuevo veneno de los padres, que en algunos casos destila su peor versión en los chats privados pero que no en pocas ocasiones se traslada a las reuniones de padres. Sucede que, en los últimos años, los padres dejaron de autopercibirse como convidados de piedra en las decisiones escolares y se fueron animando a alzar su voz en cuestiones que hace tiempo eran tabú, o que al menos estaban veladas para ellos: ya durante la pandemia, los Padres Organizados dieron muestras de que no pensaban quedarse al margen de las conversaciones sobre si las clases seguían o no suspendidas, y hasta llevaron a la Corte Suprema su reclamo.
Y más tarde se involucraron en el tema de los paros docentes. Y en el último año, frente a los aumentos que consideraron excesivos en las cuotas, no dudaron en organizarse transversalmente y corrieron el velo sobre uno de los grandes tabúes del mundo de las escuelas: dieron a conocer cuánto sale la cuota de los distintos colegios, los hicieron compararse con otras instituciones de similar jerarquía y convocaron a otros padres a no firmar el acuerdo escolar para presionar a las escuelas a renegociar con los padres los números que componen la cuota.
Por eso, hoy, esta nueva generación de padres, más combativa que cualquier otra, en un contexto de crisis, recortes y ajustes, mira con mucho recelo cada ítem que compone la factura final de la cuota, lo mismo que cada comunicación que envía la escuela para comprobar si los padres, los directivos y los docentes están en la misma sintonía. En este contexto, la lista de materiales, sobre todo, los materiales compartidos, aquellos que las familias envían al colegio para ser usados por todos en los distintos trabajos, también dejó de ser un tabú, algo de lo que no se habla ni se cuestiona.
“Este año nos pidieron, entre otras cosas, dos rollos por chico de cinta de embalaje. En mi época te pedían dos revistas Billiken, y los cartoncitos del papel higiénico para hacer títeres. A lo sumo el maple de huevos, pero ahora piden de todo y hasta con marca”, asegura Maribel Ramírez, mamá de Tatiana, de 10 años, que pasó a quinto grado y que concurre a un colegio en Villa del Parque.
“Una entiende, pero hay que ser más creativo. Todos los años nos piden materiales, como Voligomas para el grado, además de las que cada uno lleva, varios blocks de hojas o una resma. Y a fin de año, la mayoría de esos materiales siguen ahí, no se usan todos porque son muchos. Sin embargo, al año siguiente se vuelve a pedir todo”, cuenta.
Rollos de cocina y cajas contenedoras
María Liz M. es mamá de Serena, que hace dos semanas inició las clases en un colegio bilingüe de Belgrano. “Hay un fetiche con los rollos de cocina. Además de las cajas contenedoras, que me parece un abuso total, porque le corresponde al colegio. Pero, en el grado de mi hija, cuando pregunté por qué nos piden que mandemos un paquete de rollos todos los meses, nos explicaron que se usan para borrar el pizarrón. Yo me indigné y se los dije por nota y en la reunión de padres. ¿Por qué no usan un borrador, como se usó siempre, o una rejilla, o bien, que lo aporte el colegio?”, se indigna Liz.
“Yo ya hace tiempo que aprendí que de los materiales compartidos mando lo básico. Porque muchas veces, los docentes se exceden. Digamos que se usa un 20%. Porque, a medida que los chicos son más grandes, no hacen tantas manualidades. Y además, tienen materias específicas, donde se piden materiales aparte. Cuando piden varios metros de tela, o biromes, y los chicos todavía escriben con lápiz, uno se pregunta sobre el destino de todo eso. Creo que los colegios tienen que mostrar austeridad para reconocer el esfuerzo de las familias”, opina Mariana F., mamá de Theo y Valentino, de 5 y 11 años, que viven en Banfield.
“La que volvió de vacaciones con pocas exigencias es la maestrita del jardín de la bendi”, publicó el año pasado en su cuenta de Twitter (hoy X) el humorista Gabriel Lucero @gabrielHLucero, que suele difundir una sección que llama “Gente Rota”, donde difunde audios de WhatsApp anónimos, ilustrados con caricaturas. Pero esa vez se limitó a difundir el listado que había enviado la maestra de jardín.
La lista llevaba el título “Listado de útiles Pre – Jardín y Jardín” e incorporaba más de 70 materiales. Algunos, dentro de lo esperable y otros recibieron todo tipo de comentarios en las redes: pedía paracetamol (no está permitido ni pedirlo ni dárselo a los chicos), cinta ancha para embalaje, rodillo mediano y goma eva “color piel”, que fue criticado como discriminatorio. Además, los padres cuestionaban que pidiera, por ejemplo, ocho marcadores tipo fibrón de una determinada marca, cinco cajas de plastilinas, entre otras cuestiones.
En el otro extremo, hace dos años, Christian Leissa, maestro de una escuela de Entre Ríos, fijó en la cartelera de una escuela una peculiar lista de útiles que se volvió viral en las redes sociales. El docente de la escuela Nina N° 12 Wolf Schcolnik de Ceibas, escribió de puño y letra en la cartelera escolar una “lista de materiales” que paradójicamente nada tiene de material. Les pidió “curiosidad, solidaridad, empatía y respeto”, y atendiendo a la situación económica y el cambio climático, los invitó a reciclar los materiales.
“Lo nuevo no siempre es lo mejor, lo mejor es lo que se consigue con amor y esfuerzo”. Sin pedido de útiles específicos, marcas o colores, Leissa cerró su listado asegurando que: “¡Lo importante no es el soporte material, sino el buen recuerdo y aprendizaje que se puedan llevar!”.
Y concluye: “¿En serio alguien esperaba ver una lista específica de materiales, colores y marcas?”.