La suba de la tasa de riesgo país del jueves sigue siendo motivo de comentarios en el fin de semana largo y aumenta la expectativa para la apertura de los mercados el lunes.
La caída de 8% en las acciones de empresas y bancos argentinos que cotizan en el exterior se dio junto a una nueva baja de los precios de los bonos y a la trepada hasta 851 puntos de la tasa de riesgo país, que se ubicó por encima de 850 llegando a niveles récord.
Esa tasa, un medidor de confianza-desconfianza sobre las posibilidades del pago de la deuda de un país, indica que la Argentina tendría que pagar 8,5 puntos más sobre la tasa de los Estados Unidos. En la práctica, refleja la imposibilidad de que el país consiga otro financiamiento externo que no sea el del Fondo Monetario.
La baja de los bonos argentinos afuera determinó quesu renta tocase 15% anual en dólares, un premio altísimo para quien quiera asumir riesgos. Y la pregunta obligada es por qué se generó una nueva oleada de desconfianza justo después del anuncio por parte del Gobierno de medidas para intentar mejorar el consumo.
Operadores grandes de afuera le asignaron un rol destacado a una encuesta que la consultora Isonomía -que habitualmente trabaja para la Casa Rosada– distribuyó entre sus clientes según la cual Cristina Kirchner le ganaría a Mauricio Macrien un ballotage.
Las cifras son 45% contra 36% y sería el primer sondeo que arriesga ese resultado. El temor a un regreso de CFK al Gobierno espanta a los inversores a pesar del intento del kirchnerismo de mostrarse más “amigable” con el FMI, con los mercados y el pago de las deudas del país.
Los allegados a Axel Kicillof, por ejemplo, relatan que el ex ministro ya no habla de romper con el FMI y destaca que el kirchnerismo cumplió con el pago de la deuda (por supuesto que deja de lado el default que dejó) y reconoce que el financiamiento de 2020 para la Argentina está asegurado.
El Teorema de Baglini (los políticos reducen la cantidad de disparates cuando ven la chance de acercarse al poder) vuelve reforzado por una encuesta y por una realidad: a esta altura del gobierno de Macri hay un dólar alto, hay superávit comercial, aumentan las exportaciones de energía, las tarifas no están atrasadas y el Tesoro tiende a equilibrar sus cuentas.
Es otra la macro de 2019, pero la política se adueña de la economía en el año electoral y más aún cuando se hace muy palpable la caída de los salarios reales, del consumo, de la actividad económica y todo marcado por un proceso inflacionario que no da tregua.
También hubo operadores del exterior que argumentaron que la suba del riesgo país se basó en que el Presidente aplicaba ahora medidas que en otro tiempo habría dispuesto el kirchnerismo. Parece que los mercados desconfían de que Mauricio Macri pueda tomar decisiones para intentar ganar las elecciones.
El 4,7% de aumento del costo de vida en marzo superó las expectativas de propios y ajenos y desembocó en un acuerdo de emergencia con 16 empresas para congelar los precios de 60 productos de la canasta básica alimentaria durante 60 días.
El desglose de la lista de esos productos (aceites, harina, arroz, conservas, vino, cerveza, galletitas, mermeladas y agua) refleja algo conocido pero destacable en el contexto actual: son precios que dependen en gran medida de la evolución del dólar.
Esa ligazón dólar-alimentos será puesta a prueba, una vez más, en la Argentina con la entrada en vigencia de los nuevos “precios cuidados” y el nuevo techo “virtual” para la banda cambiaria.
El Banco Central congeló hasta fin de año la banda que establece que el dólar tiene un “piso” en $39,75 y un “techo” en $51,45. En el medio, o sea en una variación posible de 29%, no intervendrá; el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, no logró esa concesión del FMI.
Tal vez por eso fue que el Banco Central, lo anunció Guido Sandleris en su última conferencia de prensa, se juega a intensificar el torniquete monetario. Hasta junio el Central no comprará dólares si la divisa cotiza a menos de $39 en el mercado mayorista para evitar emitir más pesos y favorecer una suba en las tasas de interés de los plazos fijos.
Todo el esquema se apoya en que no haya pesos para comprar dólares pero la política intensifica el tiempo electoral y, como siempre, puede meter la cola.