Aparentemente, el optimismo que pretendieron alentar algunos medios sobre un inminente acuerdo entre Argentina y el FMI, no está teniendo el resultado esperado. No es que el Fondo sea la Inmaculada Concepción en materia económica. Lo cierto es que el Gobierno, de cara a las elecciones, se muestra duro con el FMI diciendo que esa institución financió la campaña de Macri en 2019 y que antes de pagarle al FMI, primero están los argentinos que pasan hambre.
El discurso, como todo discurso populista, luce contundente y emocionante, pero la realidad es que el problema no pasa por pagarle al FMI, sino por tener un plan económico consistente que le permita a la Argentina atraer inversiones, generar puestos de trabajo y salir de su larga decadencia. Argentina ingresó al FMI en 1956 y desde entonces firmó 27 acuerdos con dicha institución.
Sin embargo, tantos acuerdos con el FMI no solucionaron los problemas de decadencia argentina. ¿Necesita el gobierno argentino presentarle un plan económico al FMI para reformular el acuerdo que cae en marzo del año que viene? Como todo deudor que tiene que renegociar una deuda que no puede pagar, es indispensable presentar un plan económico que convenza al acreedor que si renegocia el crédito podrá cobrar.
Sin embargo, aunque mañana el FMI le dijera al gobierno argentino que le condona toda la deuda, no se resolvería el problema de falta de crecimiento económico, ni se frenaría la inflación, tampoco vendrían inversiones ni bajaría la pobreza. Y es que el problema es que llevamos 10 años de estancamiento económico. En casi toda la era k de Cristina Fernández de Kirchner, el PBI quedó estancado.
Y cuando aumentó fue más por el viento de cola de la soja que por virtud de la política económica “k” o bien por no tener que negociar con el FMI. En definitiva, Argentina no crece o deja de crecer por el FMI, sino por las horrorosas políticas económicas populistas que lleva a cabo. No va a ser sencillo llegar a un acuerdo con el FMI porque el desequilibrio macroeconómico es tan grande que requiere de reformas estructurales.
Las cuales son de tal envergadura que no están ni en la filosofía del kirchnerismo ni en el interés del gobierno de pagar el costo político de hacer las reformas necesarias. Por el contrario, cuando el kirchnerismo comete un error, no lo corrige. Al contrario, considera que tiene que duplicar la dosis del error que cometió. Si los controles de precios no funcionan, no los levantan, van por más controles porque consideran que fueron blandos en la política que aplicaron.
Siempre duplican la apuesta. Pero el dato relevante no es si Argentina va a llegar a un acuerdo con el FMI. Argentina es insolvente en cualquiera de los dos casos. El dato relevante es que, hoy Argentina no solo no tiene un plan económico consistente, sino que tampoco tiene un gobierno que genere la más mínima credibilidad. Sin credibilidad política, no hay plan económico consistente que pueda funcionar.
Y sin credibilidad política y sin un plan económico consistente, el futuro de Argentina luego del 14 de noviembre, con resultado más adverso para el oficialismo o ganando el oficialismo, es un kirchnerismo duplicando la apuesta y llevando el país a un abismo. Más dosis de populismo. Lo único que falta saber es la velocidad a la que el kirchnerismo llevará el país al precipicio y cuáles serán los destrozos luego de la caída.