La producción de carne de cerdo arrancó este año con un crecimiento del 5% (más de 60.000 toneladas en enero y una cifra algo más baja en febrero), en comparación con el primer bimestre del 2020. En cabezas faenadas, el incremento fue del 2,7% en comparación con el mismo bimestre del 2020 (550.000 animales en enero y cerca de 540.000 en febrero).
La diferencia entre toneladas producidas y cabezas faenadas está relacionada con la tendencia a enviar a los frigoríficos animales más pesados. A principios del año pasado, el cerdo iba a la planta frigorífica con unos 110 kilos y ahora con 114 kilos.
Los datos, que publicó el consultor Juan Uccelli en base a cifras oficiales, confirman que la cadena porcina sigue creciendo, pero esconden un dato más importante: en un ecosistema que aliente las inversiones y con créditos a tasas razonables el ritmo de crecimiento se podría duplicar.
En las granjas argentinas de alta eficiencia se logran más de 30 capones por madre cada año.
El Plan Estratégico Porcino a 2030, que acaba de terminar la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (Fada), indica que es posible crecer a una tasa anual del 10% y en diez años prácticamente duplicar la producción de carne porcina y superar las 1.200.000 toneladas cada año (el 2020 se cerró con una producción de 650.000 toneladas).
“Es lo que hemos hecho del 2008 al 2018, hasta que apareció el problema del IVA”, le recordó a Clarín Rural Adolfo Franke, presidente de la Asociación Argentina de Productores Porcinos (Aapp), una de las entidades que integra la Federación de Productores Porcinos Argentina (que gestiona el plan estratégico).
Las dificultades para recuperar el “IVA inversiones” es un reclamo constante de los productores porque es una traba para ampliar los planteles de madres en las granjas, entre otras inversiones. “Como los productores no pueden recuperar ese saldo técnico, se enfocan en lograr más eficiencia y producción con las madres que ya tienen, que en invertir para sumar más cerdas a la granja”, explicó Franke.
Adolfo Franke, presidente de la Asociación Argentina de Productores Porcinos, advirtió que el saldo técnico del IVA, que los productores no logran recuperar, traba inversiones.
La inversión para instalar una madre es de U$S 6.000 y el IVA que no se recupera supera los U$S 1.000, según la estimación del presidente de la asociación porcina.
El aumento de la eficiencia es la tendencia que explica el crecimiento en el volumen de toneladas producidas. “El plantel de madres no creció y oscila cerca de las 378.000 en el país pero se refinó la genética y se logran más capones por año”, precisa Uccelli.
Jorge Brunori, integrante del Grupo Porcino del INTA Marcos Juárez, ejemplifica esta tendencia con un número bien concreto: hace diez años se vendían unos 15 capones por madre cada año y ahora el promedio es de 20 y las granjas más tecnificadas logran más de 30 capones por madre.
“El objetivo del plan estratégico es subir ese promedio a 24 o 25 capones por madre, que es el potencial que tiene un país como la Argentina”, precisó Brunori.
Hay manejo y genética para lograrlo pero lo que genera incertidumbre es la evolución de la economía argentina, que es el principal mercado de la cadena porcina. “El 94% de la producción se consume en el país y el 6% se exporta, y el problema es que hay una erosión muy significativa del poder adquisitivo de los argentinos y en un contexto de altos precios de los granos”, recordó el experto del INTA.
Para entenderlo, hay que explicarlo a nivel granja. El 70% del costo de producción es el alimento para engordar los cerdos, que básicamente es maíz y soja. En la Argentina, el precio del capón lleva ocho semanas sin cambios y con aumentos muy leves en los últimos cuatro meses. Este escenario presiona la ecuación de rentabilidad en una coyuntura de precios récord de los granos y en el horizonte no parece haber margen para aumentar el precio del kilo del animal vivo con la segunda ola de la pandemia encima y con los bolsillos muy flacos.
Para Brunori, además, es necesario contextualizar el crecimiento de los dos primeros meses de este año. “Es cierto que en la comparación interanual hay un claro incremento, pero si se analiza diciembre del 2020 con enero del 2021 hay una caída del 18% en la producción de carne porcina”, advirtió.
Jorge Brunori, integrante del Grupo Porcino del INTA Marcos Juárez, advirtió que el consumo de carne porcina parece haberse “amesetado” por la erosión del poder adquisitivo.
Y esta coyuntura proyecta algunas sombras para los meses que vienen. “En las perspectivas para este año hay un alerta amarilla, que tiene que ver con la situación de cómo puede evolucionar el mercado interno con la pandemia, la economía y su impacto en el poder adquisitivo”, avisó Brunori.
El año pasado, en los primeros meses de la cuarentena, la cadena del cerdo sintió un fuerte golpe por la brusca caída en el consumo de clientes importantes como los bares, restaurantes y los servicios de catering que directamente dejaron de funcionar.
Pero para el especialista del INTA hay un problema más estructural. “Hace diez años, los argentinos comían ocho kilos de cerdo por persona cada año y llegamos ahora a los 14 o 15 kilos anuales, pero el consumo parece haberse amesetado por la situación económica”, insistió. Y esto sucede a pesar de que el cerdo tiene un precio mucho más competitivo que los cortes vacunos.
Las exportaciones
Antes del 2015 apenas se enviaban unas 6.000 o 7.000 toneladas anuales de carne de cerdo al mercado externo. Ese año se conformó el consorcio de empresas exportadoras y el 2018 fue el primer año en el que se registró un crecimiento importante: 23.000 toneladas. En el 2019, la cifra trepó a 25.000 toneladas y el salto más importante son las 42.000 toneladas que se embarcaron en el 2020.
¿Hasta qué punto se puede seguir creciendo? El potencial es enorme, si se acomoda la logística en diez años se pueden embarcar hasta 200.000 toneladas de pechito, bondiola y costillitas, entre otros cortes. “Lo ideal sería lograr un punto de equilibrio, en el que el 70% de la producción se consuma en el mercado interno y el 30% se exporte”, señaló Brunori.
Pero la Argentina comenzó a jugar este partido tarde y le falta infraestructura para pegar un salto más grande. Hoy el principal cuello de botella es que está al límite la capacidad de frío en las plantas frigoríficas porcinas.
Aumentar la capacidad de frío en los frigoríficos es una de las prioridades para poder exportar más.
“La verdad es que no ha crecido y por eso proyectamos que este año las exportaciones no van a aumentar mucho más que las 42.000 toneladas que se lograron en el 2020”, adelantó el presidente de la Aapp.
La Argentina tiene dos ejemplos muy cercanos que apostaron a despegar como exportadores de carne porcina: Brasil y Chile. Los chilenos ya exportan ahora las 200.000 toneladas que pretende embarcar la Argentina dentro de diez años y eso que hay una diferencia enorme entre la cosecha de granos -el principal insumo- entre un país y otro.
Los brasileños son uno de los cuatro exportadores más importantes del mundo y pueden enviar al exterior hasta un millón de toneladas cada año.
“Es una gran oportunidad para agregar valor. De las 50 millones de toneladas de soja que produce la Argentina, exporta cerca de 30 millones de toneladas como harinas proteicas para engordar a animales en otros países, un negocio que se podría hacer perfectamente acá”, planteó Brunori.
Juan Uccelli, consultor y experto en el negocio porcino, destacó el crecimiento de la eficiencia en las granjas.
El principal mercado para la carne de cerdo argentina es China, que importa más del 65% de los embarques (el gigante asiático sufre las secuelas del masivo brote de fiebre porcina africana en sus planteles de cerdos). “Estamos trabajando mucho para abrir otros dos mercados estratégicos: Vietnam y Uruguay”, contó Franke.
Una estrategia para crecer
Con el precio de los granos altos, la ecuación de rentabilidad sólo es favorable para los granjas más grandes y eficientes, y está muy ajustada en los establecimientos medianos y grandes.
Un estudio que realizó Uccelli, siempre en base a datos del Senasa y el Ministerio de Agricultura, precisa que hay unos 3.700 establecimientos porcinos en el país. Hay 100 granjas de alta eficiencia, 570 medianas y la gran mayoría -más de 3.000- son de baja eficiencia.
“La diferencia es el manejo, la genética y la aplicación de tecnología. Una alternativa es asociar a los productores pequeños y medianos para que compartan padrillos de alta calidad genética y unidades de producción de lechones (UPL)”, recomendó.
Es que lo que es complejo y requiere más tecnología y manejo es la detección de los celos, los servicios, la gestación y atender los partos. “Engordar es más sencillo y en definitiva se trata de controlar que los equipos controlen y que los animales tengan acceso al alimento y al agua”, recordó Uccelli.
Brunori coincide. “Los productores tienen que asociarse para ganar escala en la negociación de los insumos, las ventas y en las inversiones más importantes”, insistió.
La inversión para instalar una maternidad es importante, pero los números son mucho más manejables cuando se asocian cuatro o cinco productores para crear un centro de reproducción, gestación, parto y destete. “Y luego cada uno se encarga del engorde, que es lo más fácil”, destacó el experto del INTA.
En realidad, se trata de seguir profesionalizando la cadena. “Hace 25 años, los chanchos se criaban en forma más artesanal y los atendía el veterinario del pueblo. Ahora, las granjas trabajan con equipos veterinarios especializados, ingenieros agrónomos y nutricionistas; y mejoró en forma notable la genética y la calidad de las instalaciones”, resumió Uccelli.
El desafío es que esta tendencia no se corte, para que la cadena porcina pueda genera más empleo y desarrollo.