María Eugenia Vidal ordenó una investigación propia para determinar por qué y para quién la espiaban, como consta en varios testimonios en la causa que investiga la red de espionaje ilegal que se armó en torno al falso abogado Marcelo D’Alessio, que tramita el juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla.
En busca de esa comprobación, la gobernadora instruyó a Asuntos Internos de la Policía Bonaerense que empiece por el seguimiento de las actividades de los ex comisarios Aníbal De Gastaldi y Ricardo Bogoliuk, detenidos por orden del juez de Dolores y socios de D’Alessio. También pidió que se investigue al ex superintendente de Policía, Daniel Salcedo. Los tres, según la presunción, habrían participado activamente o en forma colateral en la red de espionaje armada contra Vidal desde una central de la Agencia Federal de Investigaciones que funcionaba en pleno corazón del Conurbano.
En 2016, con anuencia del Director General de la AFI, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, subdirectora, se había organizado esta dependencia de “espías”, con asiento en cinco municipios del Gran Buenos Aires. Funcionó en Morón, La Matanza y Ezeiza, entre otros distritos. El objetivo fue, en su momento, la colaboración de la AFI en la represión del narcotráfico. Y, además, indagar sobre las implicancias del negocio de la droga en los nichos de la corrupción policial. Al frente de esa estructura designaron a Salcedo, el ex jefe de Policía de Daniel Scioli, hasta 2009. En la lista de colaboradores encubiertos u orgánicos aparecen mencionados oficiales retirados como De Gastaldi y Bogoliuk.
D’Alessio los mencionó en su testimonio. Ante el juez Ramos Padilla declaró que ambos eran sus mandantes dentro de la estructura de esta banda dedicada a extorsionar empresarios.
Funcionó poco tiempo ese laboratorio de la AFI. Hubo, según explicaciones subterráneas de la AFI, comprobación de involucramientos policiales con el narcotráfico, incluso en rangos superiores. Habría informes que, como todas son actividades secretas, nunca verán la luz.
A excepción de algún rebote judicial. En la provincia explican que algunas escuchas telefónicas ordenadas por el juez federal de Morón, Néstor Barral, expusieron que los espías cruzaban mensajes con el finalidad de desestabilizar la gestión del ministro de Seguridad, Cristian Ritondo.
El funcionario de Vidal estaba convencido que él era el vigilador vigilado. Hasta que D’ Alessio terminó por agotar sus dudas: en las indagatorias, el falso abogado admitió el seguimiento a Vidal. Los investigadores secuestraron en su casa una carpeta con data de esa vigilancia ilegal. Involucraba a De Gastaldi y Bogoliuk.
¿Era una actividad paraestatal ? ¿Funcionaban como una banda inorgánica o recibían órdenes desde la misma AFI?
En cualquiera de las variantes, Vidal se sintió vulnerable. Entonces, esos márgenes de dudas alimentaron la tensión política con espacios institucionales de la Casa Rosada.
En medio, un episodio surgió como simbología de tanto juego pesado. En una estación de servicio del Acceso Sudeste, en Avellaneda, una comitiva de la Policía Federal intervino -por orden judicial- en la aprehensión de oficiales bonaenses extorsionadores de un presunto traficante de drogas.
Resultado: el comisario de la Bonaerense terminó muerto y dos agentes de la Federal heridos.
Pero, aún con lo gravoso del enfrentamiento, más apremiante para la gobernadora era develar quién la espiaba. Es su obsesión. Más o menos en esos términos realizó el planteo al presidente Maurio Macri. En la altitud del enojo sugirió desmantelar la central de inteligencia, por lo menos en las formas actuales. Elisa Carrió (CC) se unió a ese reclamo.
Una de las respuestas formales fue la comparencia de Arribas y Majdalani a la Comisión Bicameral del Congreso, para las explicaciones de rigor. El aporte fue escaso. Negaron a D’Alessio. “No pertenece” a la central. Tampoco De Gastaldi, informaron.
En esta trama embarrada de misterio, queda saber si la AFI en el Conurbano pudo determinar hasta dónde llega en los niveles jerárquicos el negocio de la droga. La conexión con la política o el funcionariado. Que para eso fueron. Se supone.