Sergio Massa, el ministro-candidato, y el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner tienen los días contados. La afirmación no apunta a la chance contemplada de que pierdan las elecciones y deban retirarse en diciembre del poder. El cálculo se vincula con el plazo cortísimo. Exactamente el que deben transitar hasta el domingo 22. Quedan seis días hábiles hasta esa fecha para el funcionamiento del mercado financiero.
La cotización del dólar definitivamente se le fue de las manos a Economía y el Banco Central. El termómetro implacable del mal humor que sigue acumulando la sociedad porque repiquetea sobre la inflación. Al total de la campaña, en cambio, le restan 9 días. Durante los cuales, amén del desvelo que provoca el dólar, pueden añadirse novedades sobre los escándalos políticos. De ninguno de los cuales se priva el oficialismo.
Massa les presta mucha mayor atención a las peripecias del dólar. La corrupción es una problemática que tiene incorporada desde que resolvió integrarse a Unión por la Patria. Sobre todo, cuando se colocó a la cabeza de un gobierno, luego que renunció Martín Guzmán, cuya vicepresidenta, la líder del kirchnerismo, acumula causas por una de las cuales (la obra pública en favor de Lázaro Báez) recibió una condena de seis años de prisión.
Javier Milei esperó que pasara el debate para propinarle a Massa un mandoble que lo coloca en metros de un abismo. Recomendó que los plazos fijos en pesos no sean renovados. Porque el dinero nacional ni serviría como “excremento”. Sus palabras sucedieron en medio de la escalada del dólar. El Banco Central debió emitir un comunicado donde describió la supuesta solidez del sistema bancario.
A solicitud de Massa, las cuatro entidades que nuclean a las entidades bancarias reclamaron responsabilidad a los candidatos. El blanco fue Milei. De nuevo la desesperación debe haber inducido a Sergio Massa a cometer otro error. “Por un voto más está timbeando los ahorros de la gente”, dijo. Frase impropia de alguien que se aferró a la timba para convertirse en el ministro-candidato.
Con emisiones y devaluaciones encubiertas (blanqueadas luego de la derrota) impulsadas solo por su ambición presidencial. A Massa le estaría costando admitir que la estrategia que supo pergeñar para perjudicar a Juntos por el Cambio le ha salido enteramente mal. Solventó políticamente a Milei en Buenos Aires y el interior para mejorar sus posibilidades. El libertario no sólo triunfó en las PASO: ahora amenaza con devorarse a su mentor.
También la acusación contra Milei por la disparada del dólar suena a simplificación. Puede haber sido de su parte una imprudencia manifiesta. Pero el combustible para el temido descalabro lo inyecta a diario una realidad económica que Massa consiguió desquiciar en su largo año como ministro. En la última jornada sufrió incluso un impacto también psicológico. La cotización del dólar superó la barrera de los mil pesos.
El segundo billete de mayor denominación en la Argentina quedó reducido a centavos. Resiste moribundo el de dos mil. Con esta tendencia estaría llamado a correr una suerte similar. El ministro-candidato puede haberse quedado sin herramientas económicas para enfrentar la situación. Quizás una de las últimas haya sido la unificación de los dólares Qatar, solidario y tarjeta. Otra devaluación. Pretendió reemplazar esas carencias con ampulosos operativo de la AFIP en la City y en las cuevas.
“Voy a meter preso al que especule con el dinero de la gente”, exclamó. Palabras muy fuertes, también remanidas, que no se estarían condiciendo con la objetiva debilidad política de su Gobierno. Y la suya propia. Sergio Massa transmitió a su equipo que lo que quedaría por delante sería aguantar. Lograr que la disparada del dólar se vaya frenando antes de la votación del 22 de octubre.
El kirchnerismo considera a esta altura una misión heroica que el ministro-candidato, en las presentes condiciones, pueda colarse en un balotaje. Importa, en especial, el impacto que pueda provocar en Buenos Aires donde Kicillof juega la reelección y Cristina piensa armar su guarida para sobrevivir los cuatro años venideros en el llano. Por esa hendija de la decadencia oficialista soñaría filtrarse Bullrich para plantarle batalla a Milei en una segunda vuelta. No hay encuesta todavía que vaticine tal posibilidad. Tampoco la hubo en agosto, cuando sorpresivamente se empinó el candidato libertario.