
No se trata de un cambio doctrinal ni de una reforma estructural. Pero algo tan sencillo como elegir la modesta Casa Santa Marta -donde vivió Francisco- o el majestuoso Palacio Apostólico -hogar de Juan Pablo II-, es simbólicamente poderoso.
Aunque aún no lo anunció oficialmente, la elección de León XIV sobre dónde residirá durante su pontificado es mucho más que una cuestión de comodidad.
Se trata de un gesto simbólico de gran alcance que podría revelar la impronta que busca darle a su gobierno pastoral: ¿optará por la austeridad que encarnó Francisco en la Casa Santa Marta o volverá a la tradición solemne del Palacio Apostólico?
La decisión marcará un rumbo y podría dar las primeras señales sobre el tipo de pontificado que se avecina. León XIV, cuyo nombre secular es Robert Prevost, es un misionero agustino nacido en Estados Unidos que pasó buena parte de su vida en América Latina, especialmente en Perú.
Su elección como papa fue leída por muchos como una señal de continuidad con el legado de Francisco, tanto por su sensibilidad social como por su visión reformadora de la Iglesia. Pero aún quedan gestos por definir, y la residencia es uno de los más observados.
Santa Marta: el símbolo de una Iglesia cercana
Desde que Jorge Bergoglio asumió el papado en 2013 y decidió vivir en la Domus Sanctae Marthae, la residencia vaticana dejó de ser un simple alojamiento para cardenales en tiempos de cónclave.

Francisco justificó su elección afirmando que necesitaba “estar con la gente”, fiel a su estilo directo y pastoral. Ese gesto rompió con siglos de tradición y generó un impacto inmediato: el papa no viviría en el esplendor del Palacio Apostólico, sino en un edificio funcional, con pasillos compartidos y espacios comunes, más parecido a un hotel que a un palacio real.
La Casa de Santa Marta, inaugurada en 1996, está ubicada a pasos de la Basílica de San Pedro y cuenta con 129 habitaciones repartidas en cuatro pisos. En tiempos de Francisco, se convirtió también en un lugar de reuniones informales, almuerzos comunitarios y encuentros con figuras laicas y religiosas.
Su historia, sin embargo, se remonta más atrás: fue usada como hospital durante la epidemia de cólera de 1881 y como refugio para perseguidos durante el Holocausto, bajo el pontificado de Pío XII.
El Palacio Apostólico: entre la tradición y el poder
Por otro lado, el Palacio Apostólico es el epicentro administrativo del Vaticano y un símbolo del poder eclesiástico. Ahí se encuentran las oficinas de la Curia, las salas de audiencias, capillas privadas como la famosa Capilla Sixtina, y apartamentos que alojaron a los papas durante siglos.
Francisco nunca vivió allí, aunque mantuvo sus funciones oficiales en el lugar. Fue otro de los tantos gestos con los que el papa argentino buscó desmarcarse de una imagen institucional distante.

En cambio, Juan Pablo II y Benedicto XVI sí habitaron esas estancias privadas, que hoy se encuentran deshabitadas a la espera de una definición.
León XIV ya dio señales de sencillez moderada. Incluso en su primera aparición pública, donde eligió vestimenta litúrgica sin ornamentos ostentosos. Pero no hay señales claras aún sobre su preferencia residencial. La decisión se espera en los próximos días y será leída como una declaración de principios.