La historia señala que el 9 de noviembre de 1965 el sistema interconectado de electricidad que une Canadá con la costa este de Estados Unidos sufrió un desperfecto que ocasionó un apagón de 14 horas. Millones de personas quedaron a oscuras, las ciudades afectadas se paralizaron, se suspendieron los subterráneos, los ascensores dejaron de funcionar y, al no tener luz, en una era sin comunicación digital, los medios dejaron de informar.
Hubo caos en las calles, se apagaron lo semáforos y los aeropuertos solo pudieron funcionar con sistemas energéticos de emergencia. ¡Todo esto por un apagón de solo 14 horas sucedido 56 años atrás! Nada, comparado con los reiterados apagones que duran días y días en medio de una ola de calor que sufrimos los argentinos, sobre todo en el área metropolitana, donde se suceden cantidades de historias trágicas e invivibles que se desataron como consecuencia de una política energética imposible de entender y justificar y que no es gratis para el país.
Ya que de hecho se espera que el año próximo el Estado invierta 15.600 millones de dólares en subsidios. Se conocen casos de zonas que llevan más de una semana sin luz de modo ininterrumpido y de un mes con cortes alternados que afectaron simultáneamente entre 25.000 a 90.000 hogares del área metropolitana, todos usuarios de las empresas Edesur y Edenor. No es nuevo.
Llevan así más de una década, producto de una política de desinversión en el mantenimiento de los servicios energéticos, situación que se replica en varias ciudades del interior del país como Córdoba y Santa Fe, donde la tarifa es aún más cara que en el AMBA. Todos sabemos que estamos muy lejos de encontrar una solución definitiva y eso nos preocupa, excepto al gobierno nacional.
Y es que éste se empeña en llevar adelante una política basada en el subsidio a servicios públicos que irónicamente pagamos entre todos para que luego, también entre todos, nos consolemos por no tener luz cuando la temperatura ambiente supera los 30 grados, algo frecuente y esperable en esta época del año. Adultos mayores encerrados en sus departamentos, enfermos con poca capacidad de atención sanitaria hogareña en medio de una incontrolable ola de Covid, y cientos de miles de personas aisladas sin posibilidad de higienizarse por falta de agua.
Nos piden hasta el hartazgo trabajar a distancia para atenuar el tránsito comunitario y bajar los contagios, pero nadie garantiza la energía para hacerlo. Miles de comerciantes pierden mercadería y la posibilidad de trabajar, mientras las PyMes no pueden producir con normalidad. Todo en medio de un silencio atroz de parte del gobierno, que no se pronuncia sobre la cuestión de fondo y persiste en la falta de un plan serio y con objetivos claros.