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La democracia se encuentra en peligro

Cristina Kirchner quiere sentar a la Justicia en el banquillo de los acusados y no tiene empacho en ofrecer un relato atravesado por todo tipo de manipulaciones con tal de mantener adoctrinada a su propia tropa.

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Cristina Kirchner, en su despacho, antes de defenderse en la causa Vialidad
Descacharreo

Cristina Kirchner tiene una estrategia muy clara en sus últimas incursiones virtuales: apostar a ganar en el plano mediático lo que no puede imponer jurídicamente en los tribunales. Resulta paradójico y contradictorio porque se trata de la dirigente que más despotrica y coloca siempre bajo un manto de sospecha a ese campo de la comunicación. Sin embargo, no tiene empacho en ofrecer un relato atravesado por todo tipo de manipulaciones con tal de mantener adoctrinada a su propia tropa.

Lo que en su última alocución fue presentado por sus acólitos como una “clase magistral de derecho” adoleció de un principio elemental que llevaría a un rotundo aplazo a cualquier estudiante de abogacía: apartarse del tema específico en cuestión en un juicio, pretendiendo introducir cuestiones ajenas a él, resulta nulo para el tribunal que juzga. Podrán ser de gran interés, o hasta de mayor gravedad otros hechos mencionados.

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Pero en todo caso son extrapolaciones forzadas que deben ser tratadas en otros expedientes y estrados, no precisamente ante el cual declaraba. Cada causa toma un tema en concreto y no corresponde apartarse del mismo. Si es abogada no puede desconocer eso, pero también como experta comunicadora política que es sabe que irse por las ramas resulta muy rendidor desde el punto de vista discursivo para fidelizar a sus propios seguidores.

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En sus redes sociales, La Cámpora pareció hacerle un guiño a Mauricio Macri cuando hizo notar que su admirada jefa hablaba “con la Constitución arriba de la mesa”. Justo era uno de los requisitos que había puesto el líder de Pro para avanzar en una posible cumbre entre él y la mandamás kirchnerista. De más está decir que todo intento serio de diálogo entre oficialismo y oposición voló por los aires con el mortífero combo descerrajado en menos de 24 horas.

Primero el jueves, con el forzado tratamiento en el Senado de la ampliación de la Corte Suprema; y luego el viernes, con el alegato de Cristina Kirchner, en el que lo personal y lo institucional se mezclaron de manera muy promiscua. En efecto, al elegir su despacho en el Senado como el lugar desde donde acostumbra a llevar adelante su defensa virtual, con la bandera argentina a su lado, recuerda que no es una simple ciudadana que se presenta ante la Justicia.

Sino que se trata de una funcionaria notable (la más poderosa de este gobierno) que, además, gusta de cambiar su papel de acusada por el de acusadora. El viernes pasado directamente dijo que la Argentina se encaminaba al “desastre” por la Justicia que tiene. Si lo decía desde su casa o desde un ámbito neutral, podía pasar como parte de la defensa de una ciudadana ante la Justicia,

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Pero quiso hacer notar en todo momento que lo hizo investida de su calidad de presidenta del cuerpo que acaba de sancionar la ampliación de la Corte. No podría aplicarse el eslogan cristinista “todo tiene que ver con todo”, que tanto le gusta, porque, al revés, en este tema “nada tiene que ver con nada”. En 2006, por iniciativa de la entonces senadora Cristina Kirchner, la Cámara alta aprobó reducir de nueve a cinco la cantidad de miembros del tribunal supremo.

Ahora, hasta un rato antes de presentar el nuevo proyecto de ampliación hablaban de extenderla a un total de unos 25 integrantes, pero para lograr los votos que le faltaban, terminaron conformándose con 15, todo muy científico. En ese sentido y, en definitiva, la Cámara baja de Diputados no tendrá más remedio que enarbolar su propio eslogan: “No pasarán”.

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