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La desesperación de Cristina Kirchner la lleva a postular al traidor más grande de La Cámpora y del kirchnerismo: Sergio Massa

En un acto que costó millones y que fueron costeados desde las principales arcas del Estado manejados por La Cámpora, quedó en evidencia la intención del Gobierno de culpar a todos de la crisis social y económica que el kirchnerismo se encarga de negar a diario

cristina kirchener y sergio massa
Descacharreo

En la semana que se fue para jamás volver, asistimos a una muestra de populismo en estado puro. La persona más poderosa del Gobierno hace oposición en un acto grandilocuente montado en la Plaza de Mayo, en el que sueña junto a sus seguidores un futuro que los rescatará de este presente de espanto por obra y gracia de la fidelidad a los valores originales de la revolución nac&pop.

En esa misa laica, la feligresía le pide a la sacerdotisa que vuelva, que sea ella quien traiga la buena nueva y encarne la redención. Pero ella no puede volver porque en realidad nunca se fue –este presente es todo suyo, como el Gobierno–, y porque los votos no le dan y su fuerza quedó reducida a su voz, que preserva sin embargo el poder de crear un más allá para ella y sus fieles, una realidad paralela en donde todos se encuentran para celebrar la fe.

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El acto ofreció a los militantes la oportunidad de una identificación total con su líder, la ocasión de confirmar una identidad y una épica que precisan del discurso iluminado del mesías para renovarse. Al mismo tiempo, y en sugestiva simetría, la celebración dejó en claro que Cristina Kirchner a su vez necesita la adoración de sus fieles, su adhesión incondicional, para reafirmarse en un relato que la erige en mártir.

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Esta sugestión colectiva, tan inquietante desde la perspectiva de la psicología, preocupa por sus implicancias políticas y las consecuencias que puede derramar más allá de los límites de la plaza del jueves. En este sentido, el discurso de Cristina sonó gastado, viejo, con un poder de fuego menguado. No tiene nada nuevo que decir y se repite. Como si la cantera propia estuviera seca, abrevó incluso en la mística de un peronismo histórico que resulta más rancio aún.

Lo cierto es que el kirchnerismo tuvo finalmente su acto patriótico en la Plaza de Mayo. Un gran escenario, invitados VIP y mucha militancia dieron bajo la lluvia su última muestra de movilización, aprovechando para ello la excusa del aniversario 213 de la Revolución de Mayo. Todos intentaron explicar las bondades de la política “nacional y popular” y de transmitir su interminable recuerdo por los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner como Presidente en 2003.

Es extraña la manera que tiene el kirchnerismo de visualizar la realidad: al momento de asumir a la Presidencia de la Nación -luego de ganar las elecciones con el 22% de los votos- la Argentina tenía un superávit fiscal de 4 puntos del producto bruto interno; luego de dos décadas eso se ha transformado en 4 puntos de déficit fiscal. En este tiempo han desguazado las cuentas públicas en 8 puntos del PBI: los números son lastimosamente astronómicos.

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Tampoco estas dos décadas se han destacado por tener buenos resultados en materia inflacionaria. Al momento de asumir el ex Presidente, la inflación anual se ubicaba en torno al 14,3%: hoy la misma es del 108,8% y parece poco cuando uno imagina lo que puede llegar a ocurrir los próximos meses en materia de precios. Han multiplicado el índice de inflación al menos 8 veces.

El tamaño del Estado ha sido uno de los grandes emblemas del descontrol K. La presión impositiva pasó del 26% del PBI al 44% en apenas dos décadas. En 2003 los empleados públicos (entre la Nación, las provincias, los municipios y las empresas públicas) totalizaban 2,22 millones. Hoy esos empleos suman un total de 4,24. Sin embargo cuando se ajusta la cantidad de empleados estatales por el crecimiento poblacional, hoy Argentina debería tener un total de 2,5 millones de empleados públicos.

Lo que implica que el Estado soporta la carga de 1,7 millones de empleados públicos que están “de más”. Por aquellos años donde iniciaba el kirchnerismo de la mano de Néstor en el sillón de Rivadavia existían 6,3 millones de personas que cobraban un cheque del Estado. Luego de 20 años ese número se ha multiplicado también: hoy son 18,5 millones de personas las que pasan por alguna ventanilla pública a retirar dinero público cada mes.

El contraste es la evolución que han tenido los empleos privados: hace dos décadas los mismos eran 4,9 millones en total mientras que hoy son 6,2 millones. Aquellos que cobran del Estado se han incrementado en un 194% mientras que aquellos que aportan al fisco por sus trabajos privados apenas lo hicieron en un 27%. ¿El dólar? En 2003 cotizaba en 2,97 pesos por dólar: hoy su cotización roza los 500 pesos por unidad.

Se estatizaron los fondos de las AFJP confiscando compulsivamente el ahorro de cientos de miles de argentinos que habían optado por el sistema de jubilaciones privadas (a su propio riesgo), se pulverizó el superávit energético, se vació el BCRA (pasando de 14.000 millones de dólares de reservas líquidas en 2003 a un saldo negativo en estos tiempos), se estatizó Aerolíneas Argentinas generando 2 millones de dólares diarios de déficit.

Y se esquilmó al campo con retenciones perversas que no sirvieron para frenar una decadencia que no encuentra ningún freno ni final. Los datos más tristes seguramente sean los de la pobreza. Hoy la Argentina tiene 1.000.000 más de pobres que los que había en el momento en el que Néstor Kirchner asumió (se crearon en promedio algo así como 136 pobres por día durante los últimos 20 años).

Lo cierto es que 20 años no son nada o son muchas cosas juntas. Ojalá Argentina en algún momento pueda volver a festejar la esencia de lo que significó la Revolución de Mayo y dejarlo de hacer por un relato que no significaron otra cosa que atraso, pobreza y pasado. En su iteración final, paradójica, el oficialismo ya no disimula su epistemología: negar que la única verdad es la realidad.

El acto por los 20 años de la asunción de Néstor y con Cristina como única oradora, es un nuevo intento de apropiarse de la celebración patria. Sobre todo, considerando que fue un acto que costó ciento de millones a los argentinos organizado por La Cámpora que echó mano a sus millonarias cajas del Estado en lo que hace a todo un despilfarro en medio de la miseria, hambre, desnutrición de niños. En definitiva, la negación absoluta.

Lo cual denota claramente la desesperación de Cristina Kirchner. El fracaso y el ocaso del cristinismo se expresó en la fórmula presidencial que ella sugirió con las fotos del jueves. Sergio Massa y Wado de Pedro son mucho menos de lo mismo. Es repetir el mamarracho indigno de este gobierno. Le atribuyen a Einstein decir que la definición de locura es hacer lo mismo y esperar resultados distintos. Pero esto, repito, es mucho menos de lo mismo.

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Eduardo ‘Wado’ de Pedro y Sergio Massa

Porque Sergio Massa en un oportunista, mentiroso que tiene al país al borde del estallido social y económico con su papa caliente. Y porque Wado de Pedro no acusa peso en la balanza. No arranca, no mide, es un total desconocido para la gran masa del pueblo. No alcanza con repetir como un loro las palabras exactas que dice Cristina ni con ser hijo de la generación diezmada. Wado solo garantiza verticalismo al autoritarismo chavista de Cristina.

Se supone que Massa no aceptará ser vice de Wado, aunque nunca se sabe con las históricas panquequeadas de Sergio. Si Massa es candidato a presidente, los sectores más extremos del cristinismo ya adelantaron que no lo van a aceptar. Y es que saben que se trata del mayor traidor de La Cámpora y del kirchnerismo. Pero Cristina Kirchner ubicó en el escenario, bien cerca suyo, a los potenciales candidatos presidenciales del Frente de Todos.

Estaban allí Eduardo de Pedro, Axel Kicillof, Sergio Massa y Juan Grabois. En medio de la reivindicación de los logros kirchneristas, y de los cánticos de La Cámpora, se lo vio a Massa aplaudir a la vicepresidenta, quien en un tramo de su discurso hasta concidicionó la negociación que tiene en curso con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El acto del 25 de mayo escenificó la alianza de Cristina con Massa, el líder del Frente Renovador.

sergio massa y juan grabois en el acto del 25 de mayo
Sergio Massa y Juan Grabois en el acto del 25 de mayo

El mismo que entre 2013 y 2015 se animó a desafiarla con un eslogan anticorrupción y en contra de la perpetuidad en el poder. “Hay que terminar con el ´vamos por todo´”, decía el hoy ministro de Economía y socio del kirchnerismo en el Frente de Todos. Durante la campaña electoral de 2015, en el estadio de Vélez, Massa apuntó contra la militancia kirchnerista. “Voy a meter presos a los corruptos y barrer a los ñoquis de La Cámpora”, dijo el 1° de mayo de ese año.

El blanco de sus críticas de entonces son hoy sus aliados. Incluso, es probable que Máximo Kirchner integre la comitiva de diputados que lo acompañará el domingo a la noche a China, en un viaje destinado a conseguir una ayuda para transitar la crisis y llegar más aliviado a las elecciones primarias de agosto. Cristina Kirchner le reconoció a su hijo Máximo el acercamiento y la reconciliación con Massa.

La vicepresidenta rescató la gestión de Massa la semana pasada, cuando en una entrevista en C5N dijo que “agarró una papa caliente” y valoró su manejo de la crisis económica, con una inflación anual proyectada por encima de los 100 puntos. En esa misma aparición televisiva, Cristina Kirchner dijo que en política los enojos le duran “seis meses”. Transcurrió mucho más tiempo de las duras críticas de Massa.

Cristina está atrapada y sin salida. Tiene todo el pasado por delante y una agenda tremenda para recorrer tribunales. Su condena a 6 años de prisión podría quedar firme el año que viene o el otro y avanza sin prisa pero sin pausa, el expediente más grave de la cleptocracia argentina: los cuadernos de las coimas K. Toneladas de pruebas y testimonios de arrepentidos servirán seguramente para una nueva condena.

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