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La devaluación se mantiene como una amenaza en el horizonte

El Banco Central perdió US$1.072 millones desde el nombramiento del nuevo ministro y las reservas no logran recomponerse.

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Banco Central de la República Argentina
Descacharreo

A poco de asumir, el ministro de Economía Sergio Massa descartó una devaluación fuerte del peso porque, a su entender, eso provocaría un fogonazo inflacionario adicional al 90% de suba del costo de vida que se pronostica para este año. Desde ya que ningún político querría tener que devaluar porque, efectivamente, una devaluación se trasladaría a los precios y alimentaría la rueda letal para los bolsillos de la gente de encarecimiento del costo de vida, caída de los salarios e ingresos y, por tanto, del consumo.

Pero una cosa es lo que los políticos quieren y otra lo que pueden, y más aún cuando el Banco Central viene perdiendo dólares sistemáticamente (en julio fueron US$ 1.284 millones) y desde que asumió Massa se tuvo que desprender de US$1.072 millones. En este marco, el presidente del Banco Central dijo que ya están usando el “swap” del Banco Central de China, que es por US$20.000 millones, pero no aclaró cuál es el monto efectivo equivalente en dólares que China habría autorizado para girar contra esa cuenta.

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Miguel Ángel Pesce, siempre prudente, dijo en una nota radical, además, que “hemos estado con niveles de reservas más bajos que éste y pudimos afrontar la situación”. Seguramente es cierto, pero fue en los tiempos en que se esperaban los giros del Fondo Monetario Internacional. ¿Qué se puede esperar ahora? Según Massa, cabría esperar US$ 5.000 millones de adelanto de los exportadores de granos, aceites, petróleo, litio, etc, que todavía estarían en conversación para desembolsarse en los 60 días que vienen.

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Así como los funcionarios, la mayoría de los economistas evitan hablar en público de la posibilidad de que el gobierno aplique un salto cambiario. En medio de la incertidumbre, el ex ministro Domingo Cavallo fue categórico al decir que Massa debe desdoblar el mercado para cuidar las reservas que le quedan al Central en base a un dólar comercial controlado y relativamente más bajo, y otro libre por donde comercie el turismo, los servicios y el ahorro, etc. ¿Se evitaría así un golpe inflacionario? Tal vez no.

Pero algo deberá hacer Massa para achicar una brecha entre el dólar mayorista de $133,85 y los libres en torno a los $290 que ya sirvieron de parámetro para fijar las listas de precios con aumentos del último mes y medio. Con esta brecha cambiaria, es claro que uno de los mejores negocios de la Argentina consiste en conseguir dólares a precio oficial para pagar las importaciones y fijar los valores de venta a dólar libre. Los empresarios y comerciantes, en general, tienen claro algo puntual.

Esto es: en procesos de inflación galopante las compañías pueden perder clientes, pero no la carrera en la fijación de precios de venta. Massa va a tener que decidirse entre devaluar y hacer el ajuste fiscal y monetario para atemperar el traspaso a precios, o profundizar la política de amigos en la que algunos quedan bien posicionados en la cola para importar a dólar oficial barato y hacer una diferencia. Entre los dilemas que se le presentan al ministro, está el de conseguir US$5.000 millones de adelanto de los exportadores para fortalecer las reservas.

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Pero teniendo que venderlas a razón de $133,85 mientras que el Banco Central sigue vendiendo futuros en un contexto de escasez de divisas en el que el único que termina poniendo dólares es Pesce. Una máxima de los economistas es que “una devaluación sin reservas ni plan fiscal y monetario” es ponerse al borde del precipicio, pero la incertidumbre cambiaria con brecha superior a 100% puede considerarse un camino recto a la caída de la actividad económica. Al 5 de agosto, desde que se fue Guzmán las reservas netas del Central se redujeron más de la mitad.

Pasando de US$4.723 a US$2.228 millones y la pérdida continuó en el transcurso de los últimos días. Una regla no escrita del mercado financiero es que la calma cambiaria llega o cuando se comprueba que el Banco Central compra más divisas de las que vende, o cuando hace una apuesta fuerte poniendo muchos dólares sobre la mesa para demostrar que está dispuesto a sostener un precio determinado del dólar oficial. Por ahora, ninguna de esas variantes se percibe en el horizonte.

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