Aun cuando nada de lo que ocurrió en los últimos días sorprendió a empresarios, inversores y analistas, la última semana marcó un punto de inflexión en el flamante gobierno de Javier Milei. En términos políticos, sin duda, pero también en términos económicos.
Esencialmente, no sólo el fracaso en el Congreso del tratamiento de la Ley Ómnibus sino también la reacción presidencial hicieron que comenzaran a materializarse algunos de los innumerables riesgos que ya se advertían.
La misma noche en que el Presidente decidió dar por terminado el debate legislativo por el proyecto de “Ley de Bases”, el influyente banco de inversión JP Morgan lo expresaba claramente: “Desde que asumió el gobierno de Milei, hemos destacado dos desafíos principales. Primero, la gobernabilidad. En segundo lugar, la tolerancia de la población al ajuste (tanto de las cuentas fiscales como de los precios relativos). Hoy, el primer factor de riesgo pasa a ser el centro de atención”.
El segundo, en tanto, la tolerancia social al ajuste, es el desafío en ciernes.
Por lo pronto, el ministro de Economía, Luis Caputo, salió rápido de reflejos a poner paños fríos sobre la repercusión de la cada vez más candente batalla política. Por enésima vez, ratificó que el ajuste no necesita del Congreso y, como muestra de ello, anticipó los datos fiscales de enero que arrojaron un inédito superávit (primario y financiero) sólo comparable a las cifras de la gestión de Néstor Kirchner, con súper precios de la soja y sin el peso del pago de la duda (la Argentina cursaba su octavo default).
El humor de los inversores
Pero eso ya no parece alcanzar como hace menos de un mes, cuando se retiró el paquete fiscal de la ley por ese entonces en discusión. Si bien el dólar reaccionó positivamente a esos estímulos ya que hacia el fin de la semana recuperaba la estabilidad de los días anteriores, los activos financieros acusaron un duro golpe.
Los bonos soberanos en dólares no lograron recuperarse de la caída de 4% en promedio que sufrieron el miércoles mientras que las acciones recién el viernes repuntaron tras el derrape de los días anteriores. En esos segmentos, el ajuste es vital pero también lo es la agenda de reformas que ahora se pone en duda.
Más aún, el principal temor es que la virulencia con la que Milei parece reaccionar a la adversidad política termine haciendo mella más temprano que tarde en la brecha cambiaria.
“Lo que pasó esta semana en el Congreso no preocupa tanto por la Ley de Bases en sí (una ley que, retirado el capítulo fiscal, era más relevante para crecer en el largo plazo que para estabilizar la macro en el corto) sino por lo que significa la agenda legislativa del Gobierno”, consideraron desde 1816, una mirada que es compartida por otros analistas locales y también del exterior.
Lo que mayor inquietud provoca es que el Presidente se embarca una pelea política de alto voltaje justo cuando está a las puertas de la fase de mayor desgaste de su gestión. Los datos preliminares pero inapelables sobre el fenomenal parate de la actividad económica (caída del consumo, de la venta de combustibles y también de despachos de cemento durante el mes pasado dan cuenta de esa profundización de la recesión) combinados con la pérdida de poder adquisitivo que mes a mes comunican el Indec y la ahora Secretaría de Trabajo, con el valor del Ripte.
“En marzo se producirá la transición entre la comprensión y el reclamo”, alertaron desde la consultora del economista Dante Sica, una de las espadas económicas de Patricia Bullrich durante la campaña. “En ese mes comienza la temporada alta de paritarias y protestas y ello ocurrirá en el momento en que la corrección de precios relativos -tarifas, prepagas, colegios, combustibles y transporte- estarán incidiendo con fuerza en los consumidores y los costos de las firmas”, profundizó.
En definitiva, el mismo planteo que el banco norteamericano y también de 1816: “Ni lo que pasó en el Congreso ni los (malos) datos de actividad económica de enero están fuera de libreto, pero vienen a recordar los riesgos de Javier Milei”.