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La espada de “Dómacle” y la ignorancia al poder

Quizá habría que instrumentar algunos requisitos elementales para entrar al Parlamento, por ejemplo, saber leer.

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La senadora Sandra Mendoza quiso aludir a la mitología griega, pero dejó en evidencia que la filosofía y la buena dicción no son lo suyo. Foto Juano Tesone
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La espada de “Dómacle”, según la senadora oficialista Sandra Mendoza es “una grave amenaza que se debe afrentar”.

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Lo que en realidad debemos afrontar es la ignorancia, la verdadera espada de Damocles.

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Damocles fue un cortesano muy conocido en Sicilia gobernada por Dionisio I, en el siglo IV a.C.

Alababa al tirano buscando sus favores. Dionisio le ofreció su trono para que pudiera percibir lo complejo que es gobernar. Damocles accedió entusiasmado. Decidió apostar al hedonismo.

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Se rodeó de manjares y de mujeres y de prebendas y fue feliz, hasta que vio que justo encima de su cabeza pendía una espada apenas sostenida por un fino pelo de crin de caballo. Cuando el pelo se cortara el filo desbarrancaría sobre su cuello decapitándolo. Damocles comprendió así que todo poder pende de un hilo.

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La senadora Mendoza, además de convertir a Damocles en Dómacle, sin s al final y con tilde en la ó, expresó un singular pero no tan infrecuente manejo de la lengua omitiendo en efecto toda s final y convirtiendo la X de “inexorablemente” en “insessorablemente”.

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En fin, no quedó claro entonces en su discurso si la “amenaza” del FMI se debe “afrentar” o “afrontar”. Quizás sin advertirlo, Mendoza no incurrió en un error lingüístico al afirmar “afrentar” en lugar de “afrontar” que según la Real Academia Española es “causar afrenta a alguien, ofenderlo, humillarlo, o denostarlo”.

¿Esa sería su intención, afrentar al FMI? o quiso decir en rigor de verdad ‘afrontar’ esa ‘amenaza’ que según ella representa el organismo internacional? Es decir: “Mantenerse en actitud de oposición ante un problema, situación difícil u obligación sin eludirlos, asumiendo el esfuerzo que suponen y luchando y actuando de acuerdo con sus exigencias” Quizás el presidente “Fernandeh” de acuerdo a la dicción de Mendoza pudiera responder esa duda.

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El castellano de Mendoza se emparenta con el inglés del Canciller Santiago Cafiero. No asumió su papelón en Dubai expresándose tras su discurso tan vacío como increíblemente primario y repleto de vicios de dicción.

No es imprescindible saber inglés. Tampoco es imprescindible hablar en inglés cuando se lo desconoce.

A posteriori, el Canciller se rio de sus debilidades y se burló de quienes se las señalaron y criticaron.

El patetismo de la ignorancia explica la decadencia.

Y también la soberbia. La arrogancia de quienes ocupan circunstancialmente un alto cargo choca con la definición de la representación política como concepto: los funcionarios están al servicio de la sociedad. Su deber no es reírse de los representados ni regodearse en el supuesto privilegio efímero que da un cargo.

Dionisio I, denominado Dionisio El Viejo, que era un soberbio, llamó la atención de Platón. El filósofo viajó a Siracusa donde el viejo imperaba y le daba a Damocles lecciones relativas a los peligros y a la fragilidad del poder.

Platón quiso persuadir a Dionisio de las ventajas de la República, el modelo político que él había diseñado. Dionisio lo expulsó de su ciudad. Lo embarcó en una nave espartana y a Platón lo tomaron esclavo.

Dionisio sabía del poder pero no quería cambiar nada.

La historia continuó. Platón volvió a Siracusa cuando ya gobernaba Dionisio II, pero lo volvieron a expulsar.

Platón fundó la Academia que es un legado universal. La dinastía de los Dionisios es un oscuro recuerdo. Aunque los tiranos renacen, como se ve.

Platón no se consideraba a sí mismo Sophós (Sabio) sino Filo Sophós, uno que desea saber pero que, como señaló su maestro Sócrates, solo sabe que no sabe.

Quizás, pensando en la historia y en los desencuentros entre saber y poder, habría que instrumentar algunos requisitos elementales para ingresar a un parlamento nacional, por ejemplo, saber leer.

Un examen de lecto escritura puede resultar conveniente antes de que el pueblo le otorgue una banca a un representante. Pero a la luz de varios ejemplos que están a la vista, la escritura podría resultar demasiada exigencia.

En todo caso podría instrumentarse primero una prueba de lectura. Y luego, tras aprobar el examen de lectura, eventualmente continuar con un curso de escritura.

Debieran entonces ser instancias correlativas.

No estaría mal en simultáneo cursar economía. O historia. Victoria Donda omitiendo todo dato vapuleó desde una total incultura la figura de Julio Argentino Roca asociándolo al genocida Jorge Rafael Videla.

Tal vez para muy diversos parlamentarios ingresar al CBC sea una buena y necesaria experiencia. Aunque algunos tal vez deban recursar el secundario.

No se trata de generalizar. Pero sí de imponer límites a la ignorancia, la fuente de todos los males.

Porque la espada de “Dómacle” no existe.

Pero la de Damocles sí y se extiende por toda la sociedad.

Una sola dimensión conjura sus filos: la educación.

Pero educación es lo que falta.

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