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La estrategia de Cristina Kirchner para recuperar votos perdidos el año pasado es apelar al factor religioso

Esto se debe a que muchas de esas personas son católicas o sensibles a cualquier simbología de la religiosidad popular.

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Cristina Kirchner-(Foto: AFP - Luis Robayo).
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Más allá de cómo avance la investigación sobre el ataque contra la Vicepresidenta, Cristina Kirchner se ha lanzado desde el primer momento a aprovechar el impacto político que pueda generar, sobre todo, entre los votantes perdidos entre aquel 54% con el que obtuvo la reelección en 2011 y los sondeos actuales que le adjudican porcentajes de intención de voto mucho más bajos.

Según los encuestadores que consulta Cristina Kirchner, se trata de votantes de clase media y media baja que acusaron el golpe económico de la inflación y las malas decisiones económicas del Gobierno nacional. La estrategia para recuperarlos es apelar al factor religioso ya que muchas de esas personas son católicas o sensibles a cualquier simbología de la religiosidad popular.

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En esa línea hay que anotar lo que fue la misa militante en la Basílica de Luján, que terminó con el sonido de los tambores en vez de las canciones parroquiales, y con las banderas de los activistas kirchneristas dominando el panorama visual en vez de los ornamentos de la Iglesia. El escaso ejercicio religioso, y en algún caso el desinterés, se notó en los gestos de algunos funcionarios.

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Fue el caso del ministro Andrés “Cuervo” Larroque, quien se guardó la hostia en un bolsillo cuando un sacerdote le dio la eucaristía. Poca misa de chico o rechazo de un dirigente formado en el agnosticismo. Si alguno creyó que se trataba de un gesto aislado, como intentó hacerlo pasar el obispo Jorge Scheinig con su disculpa “por meter la pata”, la estrategia se confirmó el último jueves.

En su discurso en el Senado, el primero después del intento de atentado, Cristina se mostró junto a curas villeros (“Me hubiera gustado que estuvieran las carmelitas descalzas”, sumó) y contó que la había llamado el Papa Francisco, el jefe de la Iglesia Católica en el Vaticano. En su charla telefónica con Francisco, aquel al que Néstor Kirchner llamaba “el diablo” cuando era Monseñor Jorge Bergoglio, Cristina aseguró haberle dicho que no la seducía la presidencia, cargo en el que había estado en dos oportunidades.

A la Vicepresidenta le gusta jugar con el misterio de sus candidaturas. “No se hagan los rulos”, fue su metáfora preferida en 2011, para avisarle a la audiencia que no competiría por la reelección. Poco después quedó claro que los que se apuraron a hacerse los rulos fueron los que acertaron con el pronóstico. “Estoy viva por Dios y por la Virgen”, aseguró Cristina Kirchner, como argumento divino para explicar la fortuna de que el atentado no haya sido exitoso.

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El factor religioso tiene una gran ventaja sobre las justificaciones sociales o científicas. Responde a un dogma, y los dogmas jamás se discuten. Hay un núcleo duro en el voto de Cristina, y en eso coinciden los encuestadores, al que no le importa que haya cometido hechos de corrupción. Como ha sucedido con otros liderazgos políticos en la historia, está basado en un fanatismo religioso y, por lo tanto, no se lo discute.

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