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La guerra Rusia-Ucrania y una advertencia estremecedora: “Esto puede ser seis veces peor que Chernobyl”

En Rivne, donde funciona una planta nuclear a 330 kilómetros de Kiev, su alcalde reclama apoyo de Europa para defenderse del ataque de las tropas de Putin. La radiación no conoce fronteras, dice.

fuego en el aeropuerto de rivne luego de ser atacado con cohetes rusos
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El baño de la alcaldía y consejo municipal de Rivne no tiene inodoro sino letrina. Sin embargo, no es lo que más llama la atención: la ventana está tapada hasta arriba con bolsas rellenas de arena apiladas. Lo mismo pasa alrededor de todo el edificio, custodiado adentro y afuera por soldados y civiles armados. Bastante armados. Acá, la guerra entre Ucrania y Rusia se siente más cerca.

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Sucede que esta ciudad del noroeste ucraniano, de 250.000 habitantes, está a sólo 330 kilómetros de Kiev y a apenas 180 de la frontera con Bielorrusia. Peor todavía: Rivne tiene una de las cuatro centrales nucleares del país. La de Zaporizhzhyia, en el sureste, ya fue atacada por las tropas rusas, que en el primer día de la guerra habían capturado la desactivada Chernobyl.

Pavimentación

nadie cree en las declaraciones de Vladimir Putin de este domingo, quien según una fuente diplomática francesa, le dijo a Emmanuel Macron que “no era su intención” ir contra las centrales nucleares ucranianas.

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La central nuclear de Rivne es clave para la red de energía de Ucrania. Funciona desde 1980 y el alcalde de la ciudad teme que los rusos la ataquen.

De hecho, horas después, el Servicio de Seguridad ucraniano en Járkov informó que Rusia atacó con lanzacohetes múltiples Grad el Centro Nacional de Investigación del Instituto de Física y Tecnología de esa ciudad, que posee una instalación de investigación de “Fuentes de neutrones”, donde se cargan 37 celdas nucleares de combustible.

“La destrucción de una instalación nuclear y de las instalaciones de almacenamiento de materiales nucleares podría conducir a una catástrofe ambiental a gran escala“, alertó el Servicio de Seguridad en sus redes sociales.

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Algo parecido dice a Clarín el alcalde local, Oleksander Tretjk, parado frente al búnker en que se ha convertido la municipalidad: “La radiación no tiene fronteras, no tiene áreas bajo control. La radiación no entiende de acuerdos políticos o nada de eso”.

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“Nos estamos preparando para nuestra propia protección”, dice el alcalde de Rivne, Oleksandr Tretyak. La ciudad está militarizada. Foto Marcelo Ferreiro, enviado especial de Clarín

Es el intendente más joven de Ucrania, sólo 36 años, y es enfático. “Les reclamo a los líderes europeos que se despierten y manden ayuda y protección. Los europeos parecen estar durmiendo. ¡Vamos, gente! Si algo pasa en nuestra planta nuclear, va a ser un desastre seis veces peor que el de Chernobyl en 1986”.

En la central, activa desde 1980, funcionan cuatro reactores VVER-400 construidos en Ucrania, cuando el país formaba parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La maneja Energoatom, una empresa estatal, también a cargo de las otras plantas, que en total suman 15 reactores y proveen el 50% de la energía eléctrica de Ucrania.

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Esto también explica por qué para Putin son un objetivo central de su campaña militar: controlándolas, dejaría medio país a oscuras y prácticamente paralizado. Incluso, de acuerdo con fuentes citadas por algunos medios europeos, la de Rivne estaría primera en la lista.

En Ucrania hablan directamente de terrorismo nuclear, y afirman que Rusia ignora los riesgos que esto presupone para Europa, e incluso para sí misma. No hace falta ser científico para entenderlo. Como dice Tretjk, la radiación podría cubrir y volver inhabitable todo el continente.

Mientras hablamos con el alcalde, varios civiles con armas largas, incluso un par de ellos con bayonetas incluidas, entran a la Municipalidad. Tretjk dice: “Nos estamos preparando para nuestra propia protección. Tenemos varios bloqueos de protección alrededor de la ciudad, varios puestos de control, mucha gente tiene sus propias armas, hay una gran cantidad de soldados, tenemos todo lo que hace falta para detener el ataque ruso”.

Barricadas y soldados frente a la municipalidad de Rivne. La ciudad se prepara para resistir. Foto Marcelo Ferreiro, enviado especial de Clarín

En verdad, Rivne parece a simple vista mucho más militarizada que Lviv, que está 220 kilómetros al oeste, bastante más cerca de la frontera con Polonia y que se ha convertido en el nudo por donde entran alimentos y armas y salen refugiados de toda Ucrania.

Como en toda la región, hace siglos que por Rivne pasa la bestialidad en forma de guerra.

La ciudad fue mencionada por primera vez en 1283 en unas crónicas polacas como un lugar del reino de Rutenia donde Leszek II el Negro venció a un ejército del Gran Ducado de Lituania.

También como toda la región, conoció innumerables dominios a lo largo de los años. Sólo en la Primera Guerra Mundial fue alemana, ucraniana, bolchevique y polaca. En la Segunda Guerra, cuando la mitad de su población era judía, los nazis fueron nazis: entre el 6 y el 8 de noviembre de 1941, 23.000 judíos fueron llevados a un pinar cercano y asesinados.

Días antes de que estallara la guerra, el ejército ucraniano realizó ejercicios militares en las afueras de Rivne. Foto AFP

El espanto no es cosa nueva en estas tierras.

Hoy, Rivne es la cabeza de una provincia a la que no resulta fácil llegar, con tantas barricadas alrededor. En cada una hay soldados, policías y civiles armados. Los AK-47 Kalashnikov abundan, como los bloques de concreto tapados con redes camufladas, los erizos checos, diferentes hierros con puntas para poner en las rutas y frenar ataques terrestres y las omnipresentes bolsas con arena apiladas.

Tanta protección no es sólo paranoia. “En este momento tenemos más o menos una situación pacífica, pero hace un par de días nuestro aeropuerto fue bombardeado por cohetes rusos. No hubo muertos, pero sí un herido”, informa Tretjk.

Las calles y veredas de Rivne están llenas de “erizos checos”, hierros con puntas para frenar a los blindados de las tropas rusas. Foto Marcelo Ferreiro, enviado especial de Clarín

El alcalde se planta firme: “Claro que estamos preparados, pero los ucranianos no le tememos a nada. Hemos atravesado tantas dificultades en los últimos ocho años, cuando los rusos comenzaron sus agresiones en 2014 en Crimea y el Este del país, que pienso que ahora somos tan valientes y tenemos el coraje como para pararnos frente a Rusia y proteger no solo nuestro país sino también a Europa. Somos la línea del frente de Europa”.

Con un grado bajo cero que parece mucho menos en los huesos, el intendente igual viste apenas una camperita de polar. “No hace frío todavía, esto es como el verano para nosotros”, se permite bromear. Tiene esposa y un hijo de 9 años. Es muy creyente: “Como cristianos, creemos que Dios nos protege. Y como cristianos tenemos paz en nuestros corazones. Esto es lo que la Biblia y Jesús nos dicen. Que hay que apoyar la paz en todo momento y en toda situación”.

Eso no le quita pragmatismo. Con seguridad, dice que está preparado para tomar un arma con sus propias manos. Por las dudas, le prende una vela a cada santo: “No nos gusta lo que está pasando, pero creo que está bajo el control de Dios y bajo el control de las fuerzas armadas ucranianas”. En la guerra ninguna ayuda sobra.