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“La Indignidad del kirchnerismo”

Es preciso tener un cinismo considerable para desplegar una negación de la realidad tan absoluta como la que practica el kirchnerismo

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Alberto Fernández - Cristina Kirchner
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Opinión. “Lo que nos dejó la semana

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Fernanda Vallejos salió a defender el incremento del 40% que se otorgaron los legisladores para sí mismos y para todos los empleados del Congreso, alegando sentir vergüenza personal por tener las dietas más bajas de toda la región, algo totalmente comprensible en una chica que seguramente se considera bajada de los barcos. Lo verdaderamente curioso fue el trasfondo ideológico que expuso la diputada cuando se lamentó de que un CEO de cualquier empresa, “Que no tiene más responsabilidad que satisfacer el afán de lucro de un privado, aún a costas del pueblo, gane más que un representante de la voluntad popular”, dijo. Cuesta comprender de dónde supone la legisladora economista que saldrían los fondos para sostener sus ingresos y, los de todos quienes trabajan en el sector público, sin el invalorable aporte impositivo que genera el sector privado.

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Fernanda Vallejos
Diputada Fernanda Vallejos | Foto: La Nación

Y gracias al cual se sostiene el Estado, al menos en nuestro sistema vigente. Todo es muy raro. Esto es el kirchnerismo, un pseudo progresismo que en realidad esconde un profundo sentimiento revanchista y rencoroso. Pero en tren de analizar declaraciones, discursos y argumentaciones de la semana, un párrafo aparte merece el presidente Alberto Fernández, quien también deja en claro que esto es el kirchnerismo.

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Insistir en las contradicciones de Alberto Fernández llenaría un largo capítulo. Simplemente no puede explicar cómo pasó de denunciar a Cristina a defender a Cristina. Otro capítulo, de parecido volumen, es el de las promesas. Los dos, con demasiadas consecuencias políticas para ser intrascendentes. Esta semana añadió abundante material para un tercero, en trámite, con sus incontinencias verbales.

No las muy conocidas de atacar a vecinos y no vecinos sino las de buscar agradar al que tiene enfrente y equivocarse feo. Querer agradar al costo de pasarse de rosca. Turno de estos días, todos juntos, México, Brasil, España, Perú. Y los argentinos, y los barcos. Ese afán repetido de ofensa y defensa hasta donde no lo invitan, lo domina. Esto sin lugar a dudas también es el kirchnerismo.

¿Le parecerán menores o fáciles de solución los problemas de cabotaje que, como argentino, se ofrece al mundo para corregir al capitalismo y a América Latina para guiarla a la postergada Patria Grande? En la región se metió contra los gobiernos de Chile, Brasil, Ecuador y ahora Colombia. También, algo con Uruguay y Paraguay. A favor, con Evo Morales, de quien dijo que era el primer presidente boliviano con cara de boliviano.

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Y, de pronto, al venezolano Maduro, con el que habla para ofrecerse de componedor con Estados Unidos, y al que fue pasando de no ser bien comprendido por el mundo a ir “desapareciendo el problema de los derechos humanos”. ¿Hay derechos humanos violados que desaparecen? Este desprecio por la vida de los seres humanos que sufren también es kirchnerismo.

Alberto Fernández – Nicolás Maduro

Alberto Fernández parece dispuesto a romper todos los récords. Casi a diario, algún dicho suyo genera estupor y le causa un problema no solo a él, sino también al país que representa. Y eso sucede porque de las muchas máscaras que se pone y se quita, de los muchos papeles que asume según la escena en la que se encuentre, solo parece sentirse a sus anchas en el rol de profesor emérito que imparte su lección.

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Por eso se embala cada vez que abre la boca. Y la abre demasiado. Nada recomendable para un impostor. Alberto Fernández se convirtió en presidente. Pero, en lugar de haber salido más fuerte, más grande, con mayor autoridad, se empequeñeció al colocarse solícito bajo el pulgar de Cristina Kirchner. Combinado con su compulsión por agradar a quien lo escucha, lo que le exige cambiar de biblioteca según cambia de interlocutor, esto lo conduce a fallidos olímpicos.

Soberbia, ignorancia, discurso emancipado de la verdad de los hechos, esto también es kirchnerismo. Alberto Fernández no hace otra cosa que seguir la tradición de su espacio político. Es preciso tener un cinismo considerable para desplegar una negación de la realidad tan absoluta como la que practica el kirchnerismo. En este sentido, la condición de impostores iguala al Presidente y a la vice, aunque la desplieguen con estilos muy distintos.

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El problema de Alberto Fernández es que su impostura cambia de signo como el camaleón de color. Es capaz de decir “Yo no soy Cristina” y al otro día saludar con un “Cristina y yo somos lo mismo” sin que la contradicción le mueva un pelo. A esta altura, es probable que ni él sepa quién es realmente. Se muestra como un presidente de personalidad vacante. Sin convicciones ni memoria.

Alberto Fernández podría aprender de Sergio Massa, que esconde su impostura detrás de una sonrisa perenne y se cuida mucho de hablar de más. También Massa le dice a cada quien lo que quiere escuchar en su desesperada carrera por el poder. Pero Massa es más astuto para llevar adelante su doble o triple juego y sus negocios porque mantiene sus propias incoherencias y enmascaramientos entre bambalinas y sale a escena con guiones bien estudiados.

El oportunista solo responde al momento presente, emancipado de cualquier otro imperativo que no sea la consecución de sus objetivos. La impostura, aceptada por buena parte de la sociedad argentina, es la esencia del kirchnerismo. A tal punto que habría que analizarlo como fenómeno psicológico antes que político. Como sea, el Gobierno no parece advertir que el engaño permanente que lleva adelante tiene un límite.

Y es que transgredir ese límite supone el riesgo de que el poder de encantamiento se disipe dejando cada vez más expuesto el truco. También, el peligro de caer en el absurdo o el ridículo, como con frecuencia le ocurre al Presidente. Todo esto y más constituye lo que es el kirchnerismo, desde una diputada sinvergüenza como Fernanda Vallejos hasta un Presidente ridículo que pasa papelones todas las semanas.

alberto fernández
Presidente Alberto Fernández

No en vano, a la Argentina le va tan mal. Todos los indicadores son un desastre. El fracaso de Alberto y Cristina se registra en todos los planos. El aumento de la pobreza, la desocupación, la indigencia, la marginalidad, la droga, el cierre de negocios y empresas y la inflación imparable a la que no le encuentran la vuelta. Como si esto fuera poco, para más del 70% de los chicos, el año pasado no existieron las clases virtuales. Esto también es kirchnerismo.

Ojalá el dogmatismo ideológico de este gobierno deje de lado los fuegos de artificio y deje de utilizar las mismas herramientas que durante tanto tiempo han fracasado. Dejen de asfixiar con impuestos monumentales, con los abusos extorsivos de las patotas sindicales, abran la cabeza y las fronteras al mundo y terminen con la maquinaria burocrática que impide todo crecimiento. Porque esto también es kirchnerismo.

¿Cómo es posible que con la fábrica de alimentos extraordinaria que es y que puede ser este país, tengamos una herida tan profunda? El kirchnerismo es un cáncer social que nos carcome nuestra dignidad. Es un escándalo moral y debería avergonzar nuestra condición humana. Hay países del mundo que no tienen recursos para combatir el hambre. Pero Argentina tiene de sobra. Que haya tantos chicos con hambre, es un crimen de lesa dignidad. Eso es kirchnerismo.

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