La semana pasada, desde Tucumán Despierta señalamos que la inseguridad es la otra pandemia que preocupa a Tucumán. Sin embargo, desde entonces, se han conocido diversos casos que no hacen más que señalar la inoperancia del Gobierno de Manzur para garantizar seguridad a los tucumanos. Pero también la Legislatura se muestra incompetente cuando saca leyes que no cambian nada. Pero, sin dudas, Claudio Maley es la cara visible de la ineficiencia.
Y es que la Policía de Tucumán solo trasciende a nivel local y nacional cuando comete algún crimen. Ya sucedió con Luis Espinoza y ahora con Walter Ceferino Nadal. Lo grave es que esta situación se da en medio de una cuarentena que, si bien no tiene el rigor que en el AMBA o en Chaco, hace que luego de la medianoche no haya opción para que los tucumanos deambulen por las calles. Pero, aun así, los delitos se multiplican.
Que una banda integrada por hombres de frondoso prontuario haya asesinado a un productor rural de 80 años no es algo que ocurra todos los días. Pero sucedió y fue en su propia casa. Esto significa que los delincuentes ya ni siquiera esperan que una casa esté deshabitada, sino que están dispuestos a todo con tal de salirse con la suya. Pero a estos malvivientes la Policía de Tucumán no los enfrenta con bravura.
La flamante ley contra motochorros fue promulgada y ayer se conoció un nuevo delito de esta naturaleza, con el agravante de que ocurrió dentro de las cuatro avenidas. Se trató de una mujer que salía de una farmacia ubicada en avenida Roca al 200, cuando una pareja la tiró al suelo para hacerse de las pocas pertenencias que traía consigo. ¿Y la Policía dónde estaba? ¿En un lugar tan visible y en horas del mediodía puede ocurrir algo así?
Y eso ocurre dentro de las cuatro avenidas, qué decir de lo que ocurre en los márgenes de la ciudad. En lugares como Villa 9 de Julio y el barrio Juan XXIII, más conocido como “La Bombilla”, se dirimen a fuego y sangre el control del narcomenudeo por parte de bandas delictivas. Clanes históricos reviven duelos de antaño y hasta menores de edad emulan los acribillamientos típicos de los sicarios del colombiano Pablo Escobar.
Pero no solo ocurre que los hechos de inseguridad no tienen solución, tampoco tienen explicación. Cuando ocurre que un joven desaparezca en plena democracia y su cuerpo sin vida aparezca detrás de un conocido supermercado en Yerba Buena, solo reina el misterio. ¿Y es que algo así puede ocurrir a plena luz del día y en un lugar donde hay circulación de gente? La policía da vueltas sobre sí misma como un perro que persigue su cola. El ciudadano de a pie se pregunta cómo es posible que con un panorama así, quien se desempeña como ministro de Seguridad pueda seguir en su cargo. Y la respuesta es clara, el amiguismo vale más en esta comarca que cualquier vestigio de profesionalismo y eficiencia. El principal responsable es el gobernador Manzur, quien permitió que la inseguridad se haya desmadrado y cuente más víctimas mortales que el propio coronavirus.