Jaime Durán Barba pasó por Washington a cumplir con una serie de compromisos laborales y luego viajó a Puembo, un paraje rural ubicado a pocos kilómetros de Quito. Puembo es su lugar en el mundo. Heredó de sus padres una casa de campo con un espacio verde de 26 mil metros cuadrados donde conviven una vaca, cuatro caballos y seis perros. El estratega histórico de Mauricio Macri acude allí cuando siente que su cabeza está a punto de estallar.
La casa no cuenta con Internet ni teléfono y los empleados tienen la orden de no dejar ingresar a nadie, salvo que se trate de sus dos nietos. A Durán Barba le gusta sentarse a escuchar la cuarta sinfonía de Mahler o la Misa de Angelis frente a una cascada artificial decorada con flores de nenúfar. El sonido del agua lo relaja. Frente a esa cascada, en un escritorio desbordado de libros, terminó de leer Gracias por llegar tarde, el libro de Thomas L. Friedman.
Pero el descanso acaba de extinguirse. El ecuatoriano volverá en las próximas horas a Buenos Aires para sumergirse en la crisis económica argentina y ponerse al frente de la estrategia macrista rumbo al 22 de junio, el día en el que todas las dudas electorales quedarán despejadas. Dudas, fórmulas y conjeturas hay para todos los gustos, pero en el círculo rojo existe una que eclipsa al resto: ¿está ciento por ciento confirmada la postulación de Macri?
Tres fuentes de primera línea le dijeron durante el transcurso de la semana a Clarín que no es imposible que el Presidente evalúe la posibilidad de bajarse si las encuestas le devolvieran números contundentes, pero aseguran que ese escenario es “muy poco probable”. Por delante habrá 27 días de monitoreo permanente. El límite es finito.
El sociólogo Roberto Zapata, que comanda los focus group, viajó en la semana a distintas ciudades de la provincia de Buenos Aires para presenciar los trabajos. Lo vieron caminando por la costa marplatense, por ejemplo. Los centros urbanos deberían compensar la fuerte caída en el Conurbano.
En el Gobierno especulan que, salvo una disparada del dólar o de la inflación, la imagen presidencial no debería sufrir más retrocesos. Al contrario, confían en que cada día que pasa con el mercado en paz ayuda a endurecer el piso de la popularidad del mandatario y a ilusionarse con volver a crecer. Desde ya, Macri está muy lejos de los números que acumulaba cuando Cambiemos ganó las últimas legislativas -cayó a más de la mitad-, pero sigue en carrera.
Una serie importante de factores que están en estudio por parte del Ejecutivo, pero también de otros impredecibles -propios de la política local- harán el resto. Los últimos sondeos que llegaron a manos de Marcos Peña dan a Macri algunos puntos debajo de Cristina Kirchner, tanto en primera vuelta como en un eventual balotaje. Pero el sábado de la semana pasada el anuncio de la expresidenta lo cambió todo. Están en proceso las nuevas mediciones, ya con Alberto Fernández al tope de la boleta.
El nombre de María Eugenia Vidal volvió a agitar las aguas. El presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, pidió que la gobernadora reemplace a Macri. Un día más tarde se sumó Julio Cobos. Ambos, envalentonados por el mensaje de un sector del establishment y presionados por varios de sus correligionarios alimentan la esperanza de que, con Vidal en la cancha, podría abrirse el camino a una interna con Roberto Lavagna. Es uno de los nuevos fantasmas que acechan al Presidente.
La maniobra ya fue transmitida al búnker del economista. Acaso desconozcan algo: la gobernadora tiene escaso entusiasmo por una candidatura presidencial. Aunque nunca lo dirá públicamente, tampoco la desvela en términos personales un nuevo mandato en la Provincia. Por supuesto, va a dar todo para ganar, aunque de tanto en tanto se lamente por los costos que paga en su vida privada.
En este contexto de fragilidad, Macri ha empezado a tejer lazos políticos previendo la posibilidad de ir a un balotaje. Porque si algo hoy no parece sucumbir es que cerca de la mitad de la población ya sabe que en las primarias del 21 de agosto votará por Macri o por el binomio Fernández-Fernández. Aferrado a ese dato, el mandatario encabeza un trabajo de hormiga similar al que hizo en 2015 con vistas a una hipotética segunda vuelta.
Los recientes encuentros a solas con Juan Schiaretti, Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey van en esa dirección. El jefe de Estado recibió al gobernador de Córdoba en momentos en que los analistas especulaban con que podría llegar a negociar con el kirchnerismo. Esa jugada habría resultado dramática para los intereses electorales de Cambiemos.
Schiaretti le regaló dos alegrías a Macri. La primera, al llegar a su despacho: se dejó fotografiar abrazado y sonriente junto a él; a los pocos minutos la imagen había llegado por WhatsApp a los celulares de los periodistas; la segunda fue a puertas cerradas. El mandatario de la segunda provincia con más electores le confió a Macri que no existía ninguna chance de un pacto con Cristina, por más que el postulante sea Alberto.
El trío de peronistas Schiaretti-Pichetto-Urtubey entusiasma a Macri, pese a las diferencias y a las críticas en los medios. A Pichetto lo pone a la altura de un estadista. Tanto que alguien llegó a deslizar en privado: “¿Sabés qué sorpresa sería Miguel como vice de Mauricio?”. La fantasía existe.
Algo similar sucede con Urtubey. Lo definen como un dirigente moderno y en crecimiento. En la otra punta de las consideraciones ubican a Sergio Massa, a quien no solo llaman ventajita. Ahora le pusieron un apodo más hiriente. El buen gusto impide su publicación.
El Gobierno opera ya con poca discreción sobre la interna del radicalismo. La Convención Nacional del lunes será clave. Desde Ernesto Sanz y José Cano hasta Enrique Nosiglia, pasando por los gobernadores Gustavo Valdés y Gerardo Morales, le aseguraron a la cúpula del poder que se ratificará la permanencia en Cambiemos. Lo que está en danza es qué pedirán a cambio. ¿Ir a las PASO con candidato propio? ¿Asegurarse la vicepresidencia? ¿Abrir Cambiemos al peronismo no K? Todas son preguntas válidas.
En la mesa chica del macrismo están espantados por las versiones que corren -dicen- para intentar debilitar a Macri. Días atrás, a uno de los tres hombres que más escucha el primer mandatario lo sorprendió un llamado a deshora. Era un dirigente importante, confiable, que quería consultar si era verdad que estaban pensando en instalar a Rogelio Frigerio como candidato presidencial. “Es un disparate”, le contestaron.
En los últimos días desde el PJ también buscaron seducir al macrista Emilio Monzó, hombre clave en el armado que llevó a Cambiemos a la presidencia en 2015, hoy marginado de la mesa de campaña. Monzó habla con todos, pero -aunque su mandato termina en diciembre y no será candidato- no traicionará al Presidente. Eso sí: hace planes para el futuro. Si en diciembre Macri no es reelegido tal vez le diga adiós a la política. Hace tiempo que tiene ganas de poner una consultora. Prevé inaugurarla en la primera quincena de febrero.