Causó revuelo la noticia del motochorro que murió luego de que chocó de frente contra un colectivo de la línea 17, tras haber realizado un raid delictivo en la zona minutos antes de encontrar la muerte.
Pero, ¿Qué es lo que generó malestar en la sociedad al respecto? Que al poco tiempo del siniestro vial, se descubrió que el motochorro había estado detenido seis veces entre 2016 y 2020. Pero como si esto fuera poco, trascendió también que el delincuente tenía cinco causas abiertas en su contra, y sin embargo, nunca afrontó un juicio como hubiera correspondido en cualquier lugar del mundo.
El motochorro en julio pasado fue detenido por sexta vez en menos de cinco años. En este caso, por haber intentado robar una moto, la Justicia le dictó prisión preventiva por seis meses y fue trasladado al penal de Villa Urquiza. Pero luego fue liberado como si nada hubiera pasado y, como no podía ser de otra manera, volvió a las andadas, al punto de que hasta la moto que manejaba fue robada la noche anterior a su muerte.
El propio abogado del delincuente, quien prefirió no identificarse por temor al escarnio público, dijo que fue él quien le propuso a la Justicia que su defendido hiciera en su momento una probation, es decir, declararse culpable del delito y realizar tareas comunitarias, y de paso recuperarse de su adicción, que lo hacía delinquir. Se aceptó el acuerdo, pero nadie controló que cumpliera el convenio y siguió en la misma.
¿Dónde está la Justicia para dejar librado al azar el destino de un delincuente? El arrebato es un hecho delictivo que más se acentúa en nuestra ciudad, lo que demuestra que muchas personas hacen del mismo un arte de vivir, y sin embargo el Poder Judicial de Tucumán pareciera naturalizar este tipo de delitos como si se tratara de algo más cuando muchas veces culminan en el asesinato de la víctima del arrebato.
La Justicia no comprende que se trata de personas que no miden las consecuencias, que están por lo general bajo los efectos de estupefacientes y dispuestas a cualquier cosa debido a que no son pocas las veces que ejercen una violencia desmedida, injustificada y desproporcionada cuando incluso las victimas atemorizadas entregan sus pertenencias. No obstante, los malvivientes les pegan o les disparan.
Se trata de ladrones que roban una moto como una herramienta para seguir cometiendo delitos, especialmente, arrebatos. Y cuando los detienen, al pedir su planilla, se descubre que tienen numerosos expedientes abiertos, pero ninguna condena. Lo lamentable es que si no son juzgados, en tiempo y forma, lo más probable es que prescriba el delito. ¿Cuándo desde la Justicia se comenzará a poner límites a esta situación?
