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La “larga agonía” de la Argentina peronista

¿Representa Milei el fin de la “larga agonía de la Argentina peronista”? ¿O es otra expresión de esa “larga agonía” que persiste?

Javier Milei durante el acto del 25 de Mayo.
Javier Milei durante el acto del 25 de Mayo. (Foto: AFP/Diego Lima).
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¿Representa Milei el fin de la “larga agonía de la Argentina peronista”, descripta y analizada por Tulio Halperin Donghi en un libro que lleva ese título, publicado hace 30 años y reeditado ahora? ¿O es otra expresión de esa “larga agonía” que persiste? Ya no está esa lúcida mirada de Halperin Donghi, fallecido hace diez años, para enriquecer nuestras lecturas de los procesos histórico-políticos en los que estamos inmersos.

Pero podemos conjeturar, a través de sus libros y notas, cómo vería esta particular encrucijada del 2024. Su riquísima producción bibliográfica es un gran cajón de herramientas en el que podemos encontrar, una y otra vez, instrumentos de comprensión y mapas cognitivos para interpretar el presente, rastrear la huella de los múltiples procesos paralelos y entrelazados, sus nudos principales y sus momentos decisivos.

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Uno de ellos es este: La larga agonía de la Argentina peronista (1994), libro que es, a su vez, es una lectura retrospectiva de otro escrito treinta años antes, La Argentina en el callejón (1964). Y que hoy, con alto sentido de la oportunidad, es reeditado con un prólogo de Pablo Gerchunoff, por Siglo XXI.

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Una aclaración necesaria: lo que Halperin Donghi veía ¨agonizar¨ en los años `90, en los tiempos de apogeo de Carlos Menem, no era el peronismo como movimiento político sino la fórmula política con la que la Argentina había acometido sus respuestas a los desafíos de la segunda mitad del siglo veinte.

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La “Argentina peronista” era una sociedad en la que los sectores populares habían conquistado su ciudadanía y su participación en la distribución del ingreso, con un Estado activo y una economía autoabastecida, pero con una débil institucionalidad democrática y “una economía que se hallaba sólo en las primeras etapas de un proceso de industrialización destinado a encallar bien pronto”.

Era, además, un tipo de régimen compartido por peronistas y antiperonistas, civiles y militares, partidos políticos y factores de poder, asentados en un problema básico irresuelto: la crisis de legitimidad, definida por Halperin como ¨la recíproca denegación de legitimidad de las fuerzas que en ella se enfrentan, agravada porque éstas no coinciden ni aún en los criterios aplicables para reconocer esa legitimidad¨.

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Un conflicto que hacía que la democracia representativa solo fuese tolerada en la medida en que sirviera como instrumento de legitimación formal de las soluciones favorecidas de antemano por los dueños del poder. A casi ochenta años de lo que comenzó en aquel ’45, y a 50 de la muerte de Perón, atravesamos un fin de ciclo en el que el clivaje peronismo-no peronismo acaso esté dejando de ser el factor ordenador de la política nacional, dando lugar a otro tipo de coaliciones.

Sin embargo, algunos nudos problemáticos persisten. Entre estos, en palabras de Halperin, la dificultad de alcanzar “un equilibrio político menos fundado en súbitas rupturas”, de superar las legitimidades excluyentes y añoranzas cruzadas de pasados de gloria.

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