El nuevo año comenzó, pero las viejas mañas del 2020 quedaron intactas. En Tucumán, la inseguridad que viaja a bordo de dos ruedas es una desgracia que viene desde mucho más tiempo atrás. Que la inseguridad es una pandemia todavía más letal que la del coronavirus no es novedad a esta altura, pero sí el hecho de que desde el gobierno provincial, no le encuentran la vuelta.
Luego de los últimos hechos delictivos que tuvieron lugar en los últimos días, los cuales tuvieron como protagonistas a motochorros y rompevidrios, cabe preguntarse qué pasó con la promocionada ley anti motochorro que impulsó el legislador Gerónimo Vargas Aignasse y luego sancionó la legislatura de Tucumán en su momento y que nunca llegó a aplicarse. En ese sentido, cabe recordar que sólo se implementó para hacer la vida de las personas que se manejan en estos rodados todavía más difícil.
Se trató de una normativa motorizada por el oficialismo en la Cámara legislativa y fue promocionada como la verdad revelada de las soluciones a la inseguridad. Esta ley, era una movida del legislador manzurista para intentar quedar como el hombre que lograría acabar con los motochorros, incluso, contó con el apoyo del gobernador Juan Manzur, quien, a través de su ministro de Seguridad, Claudio Maley, alentó esta movida.
Sin embargo, la ley fue un fracaso al punto de que jamás llegó a ser reglamentada por el Poder Ejecutivo, avergonzado del hecho de que era verdaderamente inaplicable en los hechos. Esto se debe a que se trató de una fenomenal venta de humo a la sociedad que jamás compró los espejitos de colores que quiso vender el oficialismo. Pero, además, la truncada ley mostró la falta de conocimiento de nuestros legisladores.
Su carencia de idoneidad, ni siquiera es zanjada recurriendo a expertos en la materia. Esto implica un absoluto desconocimiento de la calle y la falta de empatía para colocarse en el lugar de los vecinos que a diario padecen la inseguridad en general, y el ataque de los motochorros en particular. Y es que ni siquiera manejarse en un vehículo grande como una camioneta es seguro a pesar de que se traslade dentro de las cuatro avenidas.
¿Acaso no fue a la altura de avenida Alem y Crisóstomo Álvarez el lugar donde motochorros asesinaron a sangre fría a Ana Dominé? A apenas escasos metros a un ex legislador le cometieron el mismo modus operandi con la “suerte” de que no fue asesinado cuando tras romperle los vidrios de su camioneta le sustrajeron una mochila con dinero. Pero también los repartidores de delivery son constantes víctimas de estos malvivientes.
Se trata de delincuentes que no titubean en, incluso luego de robar la moto de un trabajador, balearlo en su huida para sacarle un celular y una billetera. Esa es la exposición ante la inseguridad que a diario sufre la sociedad tucumana en la zona urbana. Esa es la problemática que el gobierno de Tucumán, no puede, no sabe y no quiere resolver a causa de su incapacidad e ineficiencia en materia de seguridad.
