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La llegada de Scioli por Kulfas no modificará la realidad económica de la Argentina

La existencia de un ministerio de producción es negar la producción que satisfaga las necesidades de la gente y poner a un funcionario a jugar a ser Dios decidiendo qué hay que producir.

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Daniel Scioli
Descacharreo

No hay nada más antiproducción y crecimiento de la economía que un Ministerio de la Producción. Qué hay que producir, en qué cantidades, a qué calidades y a qué precios vender es una decisión que ninguna mente humana puede decir. En primer lugar, la producción eficiente, es decir, producir lo que la población demanda, surge de la capacidad de innovación y del riesgo empresarial y no de la mente de un burócrata.

Justamente, uno que ni siquiera arriesga su propio capital para producir lo que él cree que hay que elaborar. En segundo lugar, es desconocer las bases de la misma ciencia económica. Los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Para ponerlo en términos de mi abuelita, ella decía: en la vida todo no se puede. Hay que optar. Y la realidad es que los seres humanos tenemos infinidad de necesidades, pero recursos limitados para satisfacerlas, con lo cual tenemos que elegir.

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¿Cómo se opta? Estableciendo prioridades. En ese sentido, la sociedad asigna los recursos a aquellos bienes y servicios que considera más urgente consumir. Esto conduce a otro tema. Las prioridades de cada persona van cambiando a medida que va satisfaciendo cada una de sus necesidades. Una familia puede tener como prioridades una casa y un auto. Pero tiene que elegir.

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Si primero destina sus ahorros a comprar una casa, luego la necesidad de la vivienda pasa a último lugar y la nueva prioridad es comprar un auto. Ahora bien, estas necesidades van cambiando según cada persona, que valora de manera diferente cada bien y servicio de acuerdo a cómo puede ir satisfaciendo sus necesidades. En otros términos, hay millones de personas con necesidades diferentes y, al mismo tiempo, esas necesidades van cambiando todo el tiempo.

Si hay millones de consumidores con necesidades diferentes que valoran de distinta manera los bienes y servicios y, al mismo tiempo, esas valoraciones individuales van cambiando, ¿Cómo se hace para asignar los escasos recursos para producir? ¿Dónde se deben destinar el capital y el trabajo? ¿A producir qué? Esta complejidad de diferentes y cambiantes valoraciones de los bienes y servicios es lo que hace que no haya mente humana que pueda conocer cómo van cambiando esas necesidades de los millones de consumidores.

Como ninguna mente humana puede conocer de antemano el complejo sistema de valoraciones de bienes y servicios que tienen los consumidores, la única opción que queda por delante es permitir que la gente exprese libremente sus valoraciones en el mercado. ¿Cómo lo hace? Comprando o dejando de comprar. Eso va formando la estructura de precios relativos y estableciendo qué tipo de bienes y servicios demanda la mayor cantidad de la población.

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Dónde hay más demanda sube el precio y el empresario destina los recursos productivos para producir y satisfacer la demanda. Así se asignan los recursos productivos. El único mecanismo que conoce el ser humano para poder asignar eficientemente los recursos productivos es el de los precios, no el de la pretensión del conocimiento de un burócrata que decide qué producir, en qué cantidades producir de cada bien, en qué calidades y a qué precios vender.

Por eso, el ministerio de la producción tiene pretensiones de Dios. Un ser superior que conoce lo que ningún ser humano puede conocer que son las cambiantes valoraciones de cada uno de los millones de consumidores. La función empresarial es descubrir cuáles son esas necesidades insatisfechas y asignar los recursos productivos. El empresario arriesga capital para producir determinados bienes y servicios.

Pero desconoce si habrá demanda para ese bien y si la hay, en la calidad que la está elaborando y a los precios que espera venderlo. Es lo que se conoce como riesgo empresarial. Riesgo que no asumen los burócratas porque juegan al empresario sin poner en juego su propio capital. El empresario puede ganar o perder en su emprendimiento, el burócrata solo entorpece el ciclo de los negocios desde una silla en un ministerio.

En definitiva, la existencia de un ministerio de producción es negar la producción que satisfaga las necesidades de la gente y poner a un funcionario a jugar a ser Dios decidiendo qué hay que producir. En consecuencia, más que reemplazar a Matías Kulfas por el ex embajador en Brasil, Daniel Scioli habría que cerrar ese ministerio y permitir que la gente desarrolle su capacidad de innovación.

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