Cuatro de cada diez niños y adolescentes que concurren a los comedores populares en el área metropolitana tienen algún tipo de malnutrición. Así lo detectó el último relevamiento que el Movimiento Barrios de Pie realiza de manera periódica en 28 municipios bonaerenses y ocho comunas de la CABA. Los principales datos que se desprenden de estos controles es que la mala alimentación no cede, continúa siendo uno de los principales riesgos de salud entre los hijos de las familias de menores ingresos, y afecta en mayor medida a los menores de seis años, la franja que no tiene la contención de la escuela.
En términos totales, de 25.213 niños y adolescentes -es decir, desde recién nacidos hasta jóvenes de 19 años- el 42,8 por ciento mostró algún déficit nutricional.
ESTADO NUTRICIONAL DE 25.213 NIÑOS Y ADOLESCENTES, DE 0 A 19 AÑOS
La dificultad para acceder a una dieta con variedad de productos frescos -verduras, frutas, carnes, lácteos- se traduce entre la mayoría de los afectados en sobrepeso y obesidad. El 21,9 por ciento de los chicos controlados tenía sobrepeso y un 18,5 obesidad. En un 2,4 por ciento de los casos relevados se detectó bajo peso. Los mayores índices de bajo peso están entre los lactantes, lo que parece indicador que nacieron luego de embarazos con mala alimentación.
En el mismo sentido, las promotoras de salud encontraron un 7,2 por ciento de baja talla, que da cuenta de una malnutrición crónica que ha modificado en los niños sus ciclos de crecimiento.
El coordinador de Barrios de Pie, Daniel Menéndez, señaló que si bien el Ministerio de Desarrollo Social envía alimentos a los comedores, lo que está mandando “es mayoritariamente hidratos de carbono”, es decir “harina, fideos, arroz, también aceite. Con eso los compañeros hacen tortas fritas en los merenderos y guisos en los comedores. No mandan alimentos frescos, la entrega de leche es limitada y la de carne nula. Es decir que la dieta de los comedores, como la de los hogares, no contiene proteínas”.
El informe de la organización agrega que “la persistencia de la malnutrición en todas sus formas (tanto por déficit, bajo peso, como por exceso calórico, sobrepeso y obesidad) se da en un contexto económico extremadamente grave para la población más vulnerable. Los altos niveles de aumentos de precios superan largamente el 50 por ciento anual y son aún más graves para los alimentos, en donde la inflación interanual para abril en este rubro fue del 66,1 por ciento, afectando en especial los productos frescos como verduras, frutas y carnes. Llama la atención que el mismo Gobierno que realiza la Encuesta Permanente de Hogares, que registra que el 23,2 por ciento es pobre, no traduzca eso en políticas públicas que reviertan esa situación”.
Un conjunto de organizaciones sociales nucleadas por los Cayetanos (CTEP, BdP y CCC) viene reclamando la declaración de una emergencia alimentaria por la que el Estado destine mayores fondos para comedores y merenderos. Otras propuestas que buscan abaratar el precio de los alimentos son el proyecto de Ley de Góndolas con inclusión de la economía popular -para que los precios de los supermercados no sean fijados por los oligopolios-, el estímulo del Estado a la producción local de alimentos, utilizando la compra pública como vector de su desarrollo, y la creación de una línea de créditos blandos a la manera del Procrear para el acceso a la tierra de los productores de la agricultura familiar.