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La maniobra de Cristina Kirchner es dejar en el abismo a Alberto Fernández, pero no tirarlo

Ambos le temen a la calle. La idea de un desborde social preocupa, en realidad, a toda la clase política.

cristina kirchner alberto fernández
Cristina Kirchner - Alberto Fernández
Descacharreo

Alberto y Cristina nunca se encontraron tanto como ahora. Pero la frecuencia de sus encuentros no significa necesariamente acuerdos ni respeto mutuo. También se envían mensajes por Telegram y Cristina se indigna cuando sus encuentros trascienden. La vice debería saber que son ellos mismos los que lo cuentan. A mayores peleas internas en el gobierno mayor es la cantidad de información que surge: carpetazos de un lado al otro, chimentos, versiones.

En su último encuentro del miércoles pasado por la tarde, del que también participó Sergio Massa, Cristina se enfureció cuando se dijo que ella había dado el ok para aumentar el dólar turista. Cristina insiste, ingenuamente, en no formar parte del gobierno que formó; no quiere pagar el costo de los errores de Alberto Fernández que, en muchos casos, son también sus errores.

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La estrategia de Cristina es empujar a Alberto al abismo, pero no tirarlo. La diferencia entre el equilibrio precario y el final es lo que Cristina cree que puede mantener el próximo año y medio. Un año y medio es mucho tiempo y en Argentina, se sabe, el tiempo se comporta con histeria. Y Alberto como Cristina le temen a la calle. La idea de un desborde social preocupa, en realidad, a toda la clase política.

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No advierten que no existe la fórmula del estallido, todo puede estar tenso pero calmo y un hecho (policial, por ejemplo, una muerte) puede ser la mecha que encienda lo imprevisto. Cristina insiste en sacar a los movimientos sociales del gobierno y mientras tanto la protesta volvió a ganar la calle. Juan Grabois fue el primero en cruzar el charco. Belliboni, líder del Polo Obrero, le dijo al oído: “Menos Cristina y más calle para defender a los compañeros”.

La tregua está atada con alambre. No se puede seguir tensando. Alberto se conforma con que Cristina deje de hacer públicos sus reproches. Elige ser humillado en privado. A la vez, se niega a hacer más cambios de gabinete (que eran, sobre todo, un pedido de Sergio Massa y Máximo Kirchner). Nadie piensa que eso pueda quedar así. Al igual que con el ingreso universal, Cristina seguirá empujándolo prudentemente al precipicio.

“Más solo que Alberto en julio del 22” podría convertirse en una frase popular. Los gobernadores ya no lo acompañan y los intendentes tampoco. Los gobernadores sienten que cada vez que los llaman son usados y están muy cerca de las elecciones en sus distritos como para quedar pegados con Alberto. Solo Capitanich y Kicillof fogonean “la liga” alrededor de la vice. Su apoyo no es desinteresado: los dos la necesitan como sostén de sus candidaturas en 2023.

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Alberto esta como Macri la noche post PASO en 2019, con la diferencia de que a Macri le quedaban tres meses nada más. A medida que el deterioro se acrecienta, la política de comunicación del Presidente se vuelve más y más agresiva a través de la portavoz. Gabriela Cerruti llegó al colmo del papelón negando la reunión anterior de Alberto, Massa y Cristina. Era evidente y el entorno de los propios protagonistas se encargó de difundirlo.

Un ministro político del gobierno cree que el kirchnerismo presionará sobre Alberto hasta lograr que se rompa el acuerdo con el Fondo. “Ese es el nuevo objetivo”, dice. Creen que la ruptura con el FMI y la reactivación de la maquinita podría generar un veranito que funcione como base de lanzamiento electoral de la vice. Massa, por su parte, es el socio del medio y habla con los dos. Cree que la mesa debería ampliarse para ordenar la política y la gestión.

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