Las satisfacciones de corto plazo tienen una virtud difícil de empatar: ahí no hacen falta las explicaciones. Cualquiera puede darse cuenta de que algo le está proporcionando bienestar en ese mismo momento. Frente a eso, el largo plazo resulta aburrido y difícil. El presidente Javier Milei detectó uno de los vectores de ese confort: la combinación de inflación descendente y dólar retrasado.
El economista e historiador Pablo Gerchunoff pone el dedo en un punto que en principio puede pasar desapercibido. Mantener el dólar quieto no sólo contribuye a cortar la suba de los precios, sino que también permite construir una coalición política que Milei no tenía hasta hoy. Es la coalición del dólar barato, dice Gerchunoff, un mecanismo que ya usaron otros presidentes.
En la Argentina se sabe qué consecuencias para el futuro puede traer mantener el dólar retrasado frente a los otros precios de la economía, pero también se sabe que una devaluación genera de modo casi instantáneo una pérdida del poder adquisitivo de los salarios. Por eso mismo los gobiernos le sacan el jugo a la decisión de impedir que el precio del dólar no suba o que -como decidió el ministro de Economía, Luis Caputo- suba más lento que los precios y los salarios.
Además de conseguir la simpatía del público, la coalición del dólar barato tiene la ventaja de que resulta muy antipático hacer campaña proponiendo lo contrario. ¿Qué político quiere decir ahora que lo conveniente es devaluar el peso? Ese es el dato que explica en buena parte la pulverización de los espacios opositores, que no consiguen amenazar la capacidad de Milei para pararse en el centro de la escena y determinar los temas sobre los que girará la agenda política.
Esa falla se ve muy claramente en el hecho de que la oposición no logra ganar terreno acentuando el aspecto negativo de la caída de la inflación, que es la inocultable recesión que viven muy amplios sectores de la economía argentina, que, como siempre, lleva adosada una caída de los niveles de empleo formal e informal.
En esa coalición del dólar barato, Milei consigue responder a las aspiraciones de la clase baja, que puede notar la disminución del ritmo de las subas del precio de los alimentos, por caso, y también de sectores de las clases medias y alta, que pueden consumir bienes y servicios cuyo costo está atado al dólar. Las colas que se produjeron este fin de semana en los pasos fronterizos hacia Chile son un ejemplo de esto último.
Una vez más, es un fenómeno que no necesita explicación: cuando los mendocinos viajan a Chile a comprar sábanas y los misioneros entran a Paraguay a cambiar las cubiertas del coche, significa que el dólar está barato frente al peso. Los porteños tienen a mano otro indicador: las carteleras de los shows de músicos internacionales. Los consumidores no son los únicos que se dan cuenta de eso. El mercado financiero lleva varias semanas creyéndole poco a Milei y a Caputo, y eso hizo que los dólares financieros aumenten un poco y que los bonos de la deuda argentina se vuelvan menos atractivos.
Esa situación, con el mercado desconfiando y buena parte de los votantes saludando las medidas económicas, permite pensar que Milei está pensando más en este último grupo que en el primero. Milei no es un presidente que se dedique a tocar o escribir la música, pero sí es un dirigente que elige escuchar esa música. Milei, y también Caputo, demostraron con creces que están dispuestos a cambiar y a borrar con pragmatismo cualquiera de sus convicciones originales.
Inadvertidamente, Milei se convirtió en un Presidente que aumentó las transferencias directas de dinero hacia los más pobres, incluso a un ritmo que supera el de la inflación. El poco entusiasmo de las organizaciones sociales para convocar a protestas en las últimas semanas se explica en buena parte por esas transferencias.
La oposición habrá dejado pasar otra oportunidad de confrontar si se consolida la tendencia que se conoció esta semana, que indica que en los primeros cinco meses de 2024, los salarios le ganaron -por poco, pero ganaron- a la inflación. Es muy probable que los asalariados no lo noten, sobre todo porque el golpazo de diciembre y de la segunda mitad del año pasado se llevaron una tajada muy grande en sus ingresos, pero si en junio y julio esa mejora continúa, las caras van a mejorar. Si eso sucede, la oposición tendrá menos chances frente a la coalición del dólar barato.
