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La política festeja mientras la sociedad padece

El nivel de inconciencia de la dirigencia convive con una sociedad que no termina de decidirse hacia donde quiere llevar al país.

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Congreso de la Nación Argentina
Descacharreo

Finalmente, la mayoría se puso de acuerdo. Tanto el oficialismo como la oposición lograron un entendimiento (al menos en la Cámara de Diputados) y lograron avanzar hacia la aprobación del proyecto de ley que autoriza al gobierno a refinanciar la deuda con el FMI. Es curioso que buena parte del arco político haya festejado el logro de no haber empujado aún más a la Argentina al abismo.

Y todo por haber logrado ponerse de acuerdo en algunos párrafos que no expresan más que la autorización en favor del Gobierno para que este negocie y podamos ganar un poco de tiempo en los vencimientos con el Fondo Monetario Internacional sin caer en un default de consecuencias impredecibles. Festejan la nada misma. Y es que el país no tiene presupuesto aprobado.

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Nadie sabe bien que camino estamos recorriendo e incluso todo indica que lo único que terminará ocurriendo mientras el gobierno de Alberto Fernández transita su último tramo será una catarata de suba de impuestos que nadie sabe bien cómo será pero que todos si somos conscientes que nadie podrá pagar. El nivel de inconciencia de la política en connivencia con una sociedad que no termina de decidirse hacia donde quiere llevar al país arrojan algo.

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Y es que dan por resultado que mientras el déficit fiscal se encuentra en niveles sin control y el Presidente recorre los escenarios repitiendo que no va encarar ninguna reforma, quienes tienen que tomar las riendas de la realidad lo único que hacen es simplemente ponerse de acuerdo para no hacer absolutamente nada. Una Nación que se preocupa más por refinanciar sus deudas para no tener que afrontarlas que en reformar el Estado para que sea viable.

Se transforma en una Nación sin ningún destino promisorio. El gobierno no termina entender que la economía no funciona. Las importaciones pendientes de autorización se acumulan sin freno, las industrias comienzan a mostrar signos de ralentización por falta de insumos y repuestos para sus maquinarias se suman a exportadores que ya no quieren que les roben más sus dólares a un precio vil e injusto.

Nadie mira a la Argentina, ni siquiera sus propios gobernantes. El ministro de Economía, Martín Guzmán apenas logró plasmar en unas cuantas páginas algunos números sin sustento que permitirían tomar un camino que nunca encontraría su destino pero que dejaría contentos a más de uno dentro de la coalición gobernante. Así y todo, tampoco tuvo éxito y todo fue hecho en vano. De nada sirvieron las filminas y las exposiciones del ministro.

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En las que explicaba números y proyecciones que jamás se concretarían: todo fue descartado y transformado en nada. No sabemos si el titular del Palacio de Hacienda renunciará a su cargo o seguirá como desde un comienzo, intentando satisfacer demandas cargadas de ideología, pero vacías de sentido común. La política ha ganado una vez más y, como ocurre cada vez que lo hace, han perdido todos los que creen poder vivir en un país viable.

Con crecimiento y empleo y con un futuro que pueda prometer no empujarnos al exilio. La inflación, el estancamiento, la no creación de empleos de calidad, la inseguridad, el decadente nivel educativo y un gasto público solventado por un sector privado que no da más, parecen ser cuestiones que están alejadas del radar de la política argentina. La política festeja que nos han logrado engañar una vez más: ganan tiempo para ellos mientras nosotros perdemos día a día el poco tiempo que nos queda.

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