Cristina Kirchner es, desde anoche, presidenta en ejercicio de la Argentina luego de que Alberto Fernández partiera a su gira por Rusia, China y Barbados. Al igual que en las anteriores oportunidades en que Fernández dejó el país, no se espera que Kirchner visite la Casa Rosada, donde hoy pareció volver a reinar la tranquilidad luego de las horas frenéticas de las últimas jornadas. Las de la semana pasada, cuando se encaminó el acuerdo con el FMI y las de esta, después de que Máximo Kirchner renunció a la titularidad del bloque del Frente de Todos, en desacuerdo con lo estipulado por el gobierno de Fernández con el organismo internacional.
Este último punto abrió una nueva crisis al interior de la coalición oficialista y de consecuencias “insospechadas aún”, según fuentes del propio Gobierno. Las aguas se dividen a la hora de las reacciones. Están los que buscan “encapsularlo” y “dejarlo atrás”, pero hay una gran mayoría que sigue manifestando “fastidio”, “hartazgo” y “desconcierto” ante lo sucedido.
En Balcarce 50, donde hoy se intenta recuperar cierta “normalidad”, como señaló un hombre del oficialismo, están presentes la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el jefe de Gabinete, Juan Manzur; y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Ibarra, persona de extrema confianza de Fernández, fiel a su bajo perfil trabaja en su oficina de la planta baja de la Casa, desde primera hora del día. Lo mismo sucede con Manzur, un piso más arriba, donde tiene su despacho. Durante el correr de la mañana sumó reuniones con la ministra de Salud, Carla Vizzotti; con el presidente de YPF, Pablo González; con el diputado Julio Pereyra y con el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus. Ayer, en las horas posteriores a la sorpresa por la dimisión de Kirchner, Manzur también mantuvo un encuentro de trabajo con varios de los principales hombres de Fernández, como los ministros Matías Kulfas y Gabriel Katopodis, y el canciller, Santiago Cafiero.
De Pedro también está en la Casa de Gobierno. Llegó antes de media mañana y tiene una agenda activa de reuniones que hoy incluye al gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, y al senador Francisco “Paco” Durañona. Tras su cuadro de Covid, de Pedro realiza varios encuentros presenciales. No hizo declaraciones en las últimas horas, después de la renuncia de Máximo Kirchner, y en su entorno todo lo que dijeron es que él “no compartía, pero respetó” la decisión del jefe de La Cámpora.
Cristina Kirchner, por su parte, sigue manteniendo su bajísimo perfil. La última vez que habló públicamente fue la semana pasada, en Honduras, adonde viajó para la asunción de Xiomara Castro. Tampoco usó su cuenta de la red social Twitter desde el 27 de enero. Su silencio es total desde que la Argentina acordó con el FMI, negociaciones de las cuales la vicepresidenta estuvo permanentemente al tanto. Incluso en la previa a su viaje fue visitada por el propio ministro de Economía, Martín Guzmán, quien la puso a tanto de todos los movimientos. Una lógica que no se rompió en las horas frenéticas del jueves y viernes pasado. El lunes, poco después de conocerse la decisión de su primogénito de renunciar al bloqueo, fuentes oficiales aseguraron que ella “no había compartido” esa postura.
Por lo pronto, en lo que respecta a su temporal rol a cargo del Ejecutivo, en Balcarce 50 nadie espera que vaya allí. La vicepresidenta tiene un despacho en el edificio, pero nunca lo usó. Las veces que asistió en estos poco más de dos años a Rosada, para algunos actos, recaló en el despacho de De Pedro, en la planta baja. Y solo rompió con esa costumbre el 10 de diciembre pasado, cuando se conmemoraron los 38 años del retorno a la democracia y tras seis años, subió al primer piso y entró al despacho presidencial que dejó el 9 de diciembre de 2015, en las horas previas a la asunción de Mauricio Macri. Jamás había vuelto y solo lo hizo porque en el lugar estaba como invitado el expresidente de Brasil, Luiz Inacio “Lula” da Silva. Tampoco esperan en la Casa Rosada que tome decisiones de peso o alguna medida sorpresiva. “Será nada más que una cuestión administrativa”, confiaron fuentes oficiales.
En la Casa Rosada, como en otras terminales del Gobierno, aún reina el enojo por lo que pasó este lunes con la dimisión de Máximo Kirchner. “Hay calentura y sorpresa”, resumió una importante fuente que agregó que “las no-renuncias de la otra vez (por la ola de renuncias tras la derrota en las PASO de miembros de La Cámpora) tenían una justificación, porque apelaban a separarse de la primera vuelta. Pero ahora ¿de qué quieren separarse? ¿para el 2023?”, se preguntó el funcionario albertista con marcada indignación. “Son un núcleo cada vez más chico”, agregó en referencia a La Cámpora. Tras lo que remató considerando “caprichoso” a lo decidido por el legislador. Y orientó las miradas a una lógica kirchnerista de “bancar el relato”, para enmarcar lo sucedido. “Si lo firmaban ellos, hubiera habido otro relato”, agregó.
“Se la pasan tribuneando y no le dejan festejar ni un gol a Alberto”, fue otra de las frases escuchadas en medio del enojo que siguió a la sorpresa y silencio inicial. “Después del anuncio del viernes de Alberto, los mercados estuvieron en alza, el dólar en baja, eran signos tranquilizadores y en un minuto un tipo solo de 44 años rompió todo”, dijo otro funcionario. En cuanto a Cristina Kirchner, las miradas se dividen respecto de si la vicepresidenta realmente estaba en desacuerdo con la renuncia de su hijo -como dijeron en su entorno- o fue una estrategia conversada de antemano entre ambos.
En medio de este escenario, algunos albertistas parecían encontrar un consuelo: “Qué se yo… si pasa algo a futuro, por lo menos no rompimos nosotros”.