A los argentinos nos embarga demasiadas veces esa sensación de no tener destino. El largo plazo es la próxima cotización del dólar o la remarcación en el supermercado. Parece broma cuando el secretario de comercio se atreve a decir que “estamos perdiendo la batalla contra los precios”. Claramente, ya nos habíamos dado cuenta. La inflación es la primera preocupación de los argentinos. Siguen en la lista corrupción e inseguridad. El gobierno, bien gracias.
En las cuestiones más pomposas pasa lo mismo: en sólo una semana supimos, de un acuerdo agónico con el Fondo Monetario con sutil apoyo de los EEUU, para pasar acto seguido y sin que se cierre el telón, a entregarle el alma a Rusia y China. Al imperialismo de esas autocracias, no se lo cuestiona, al contrario, se le rinde pleitesía. Las últimas noticias luego del besamanos en el Kremlin llevan a la Ruta de la Seda.
Es decir, el proyecto de dominio chino con el que la potencia oriental busca sacar partido de su influencia mediante la dependencia de países necesitados. Cuando venga la contraprestación, por promesas o migajas, seguro, seguro, no serán una seda. El problema de estas contorsiones es que la contradicción no es inocua. A pesar de las intenciones de cerrar con el Fondo, algo no huele bien.
Y es que los posteriores volantazos diplomáticos, por un lado y los desacuerdos internos en la coalición de gobierno, por otro, hacen que, Argentina “no logre quitar la sensación de ser un país a la deriva”. Son los tiempos y los plazos, los que obligan a definiciones. Por más pompa y circunstancia, el reloj de un default sigue corriendo, y al regresar del Caribe, el Presidente deberá enfrentar la necesidad de construir consenso para que el Congreso vote su acuerdo con el Fondo.
Cuya letra completa aún es un misterio. Aunque no tanto misterio como el que impone, lapidario, el silencio de Cristina que lleva más de diez días. Si es que puede no agregarse en su cuenta, el ruidoso paso de Máximo por el escenario. Máximo actúa como convencido portador de un mandato dinástico y por momentos, sólo es un actor estrafalario de movimientos ruidosos que confunde patear la puerta con hacer política.
¿Votará el acuerdo La Cámpora? La unión del Frente de Todos, parece pegada con cinta scotch. Y ese desbande se derrama en otros sectores del gobierno. En los últimos coletazos de la crisis por la cocaína envenenada, de la que aún no sabemos prácticamente nada más que su letalidad, Sergio Berni acusó a Aníbal Fernández por inacción en la lucha contra el narcotráfico. Con amigos así…
Las definiciones que se vienen tendrán un discurrir dramático, y ya no sólo por el límite que impone marzo para caer en default, por primera vez con un organismo de crédito. De las otras ya llevamos nueve. En el medio, la inflación mundial y los tambores de guerra en Ucrania, incrementan la acechanza de una suba de tasas y del aumento del petróleo que también subirá la cuenta de los subsidios.
Este último, un tema muy caro para los intereses de Cristina que tampoco podrá ocultar eternamente su posición, siendo la Presidenta del Senado y única autoridad reconocida por el kirchnerismo duro para quien Alberto Fernández es apenas un Okupa. En estos días de hermetismo, la señora Kirchner sólo apareció mediante un escrito judicial donde criticó a la Corte.
Los problemas judiciales que son su principal agenda no dejan disfrutar de la rebeldía geopolítica para comidilla del núcleo duro. En estas horas, la Reina de Inglaterra, cumplió 70 años en el poder. La primera foto del festejo la mostró cortando un pastel de aniversario. Una síntesis perfecta del poder: el cuchillo y la torta. Esas dos cosas que también le gusta manejar a Cristina, que, sin embargo, suele olvidar, que no estamos precisamente, aunque ella quisiera, en una monarquía.