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Llegaron a dedo desde Venezuela, huyendo del hambre, y quedaron varados en la peatonal

Dos familias con siete personas, entre ellos una embarazada, están varados en la peatonal.

Los Cace y los Gonzalez, las dos familias que esperan ayuda para llegar a Bolivia. Julio Marengo / LA GACETA
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Una gorra y una bandera de Venezuela llamaban la atención en la city bancaria durante este mediodía. Detrás de esos colores rojo, amarillo y azul hay dos familias que llegaron a Tucumán a dedo, huyendo del hambre en el país de Nicolás Maduro. La odisea comenzó hace tres meses, pero el destino final todavía se vislumbra como muy lejano: quieren llegar a Bolivia, donde los espera una comunidad de compatriotas dispuestos a ayudarlos a levantarse.

Obras en barrios

Son en total siete personas, de entre 7 y 35 años, los que acamparon hoy primero en San Martín al 600 y más tarde en la peatonal Muñecas, primera cuadra. Llegaron hoy a la madrugada desde Entre Ríos, donde el Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf) les dio una ayuda para comprar los pasajes a Tucumán.

Renovamos compromiso

“Nuestro objetivo es llegar a Bolivia, pero esta gente sólo pudo ayudarnos a llegar hasta aquí. Necesitamos ayuda, que nos compren los pasajes, ni siquiera que nos den el dinero. O también algún tipo de trabajo para que podamos nosotros comprar los pasajes primero a Jujuy y después a Bolivia”, contó Adriana Cace, de 35 años, mamá de Luisa (7) y de Josué (18). Adriana es enfermera, y anhela al menos que le permitan cuidar enfermos o ancianos.

Murales

El cansancio se dibuja en el rostro de estos siete extranjeros que llegaron a parar a Tucumán. “No podemos quedarnos acá porque no tenemos a nadie. Allá, en Bolivia, nos esperan. Queremos ponernos a trabajar cuanto antes para empezar de nuevo a armarnos”, dice la mujer.

Centro de la Mujer

Una odisea

Recolección de Basura

Como tantos otros miles de venezolanos, un día dijeron basta. “Allá no se puede vivir. Ya no se trata de tener trabajo o no, porque el sueldo de un mes (alrededor de U$S 6) no alcanza ni para comer un día. Y si sales a protestar, te matan o te meten preso”, describe Luis González, de 27 años. Él el el padre de la segunda familia que viaja con los Cace. Su esposa se llama Daniela y está embarazada. Además, lo tienen al pequeño Luis, de 8 años.

Nuevos Pozos
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La odisea comenzó hace tres meses. Sin dinero ni para quedarse, mucho menos para irse, decidieron dejar todo y salir a la ruta. A dedo, haciendo algunas changas en los pueblos donde los dejaban -principalmente en Brasil- llegaron hasta Uruguay, donde esperaban comenzar su nueva vida.

“Estuvimos nada más que 22 días. Es carísimo vivir ahí. Elegimos países donde no necesitemos pasaporte para entrar, porque sacar uno en Venezuela cuesta U$S 500 por cada uno. Es imposible”, relata Adriana.

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En Uruguay intentaron gestionar un permiso de trabajo, pero la propia embajada de Venezuela en nuestro vecino oriental les cobraba U$S 50 por cada uno. Otro imposible. De nuevo el hambre y la desesperación de no poder sustentarse los empujaron a la ruta.

En Entre Ríos, un anónimo solidario en la calle les regaló un chip de celular para que puedan recibir eventuales ayudas. El teléfono es 345-414-0599.

Pasaron por Paysandú y en la capital entrerriana, Paraná, se contactaron con la Copnaf, que les gestionó los pasajes hasta Tucumán. “Era la máxima ayuda que nos podían dar, no tenían posibilidad de hacernos llegar a Bolivia, así que decidimos al menos acercarnos”, comentó Daniela.

En Entre Ríos, un anónimo solidario en la calle les regaló un chip de celular para que puedan estar comunicados y recibir eventuales ayudas. El teléfono es 345-414-0599.

Una gorra para Maduro

Adriana no quiere opinar de política ni del Gobierno venezolano. Cree que ya no tiene sentido. Josué, en cambio, con el ímpetu adolescente, porta una gorra que deja clara su postura: “Maduro conche tu madre”.

“Es un irresponsable con su pueblo. Los venezolanos comiendo de la basura y ellos en los mejores restaurantes. Y encima son capaces de decir que la crisis no existe. La gente no tiene para comer. A nosotros, en el liceo (secundario) últimamente nos daban tres mangos a cada uno para comer, cuando antes daban comida normal. Pero no hay crisis..”, describe Josué con frustración.

Su padre, cuentan, fue baleado por las fuerzas de seguridad y estuvo preso por manifestarte. “Te matan de hambre o te matan en la calle. La gente se muere, las embarazadas se mueren antes de parir, en los hospitales no hay nada”, enfatiza Adriana y mira a Daniela, que se toca su panza de seis meses. 

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