Un innovador estudio realizado por la Universidad de Michigan (UM) y Virgina Tech utilizando los criterios del análisis que, en 1988, establecieron que el tabaco era adictivo, descubrió que los alimentos excesivamente procesados pueden generar una dependencia de niveles similares.
El estudio se enmarca en la preocupación que vienen mostrando los expertos del área de la salud respecto de las dietas poco saludables que se caracterizan por consistir en alimentos cargados de carbohidratos refinados y grasas añadidas.
Los investigadores de la Universidad de Michigan y Virginia Tech tomaron los criterios utilizados en un informe del Cirujano General de Estados Unidos de 1988, que estableció que el tabaco era adictivo y lo aplicó a los alimentos. De esta forma, con los criterios establecidos para los cigarrillos, determinaron que los productos altamente procesados pueden ser del mismo modo adictivos, reveló la autora principal Ashley Gearhardt, profesora asociada de psicología de la UM, y Alexandra DiFeliceantonio, profesora asistente en el Instituto de Investigación Biomédica Fralin en Virginia Tech.
Las expertas consideraron que ese potencial adictivo de alimentos como las papas fritas, ciertos tipos de galletas, las donas, el helado y los cereales azucarados, por ejemplo, es un factor que incrementa los costos de los servicios de salud, teniendo en cuenta que se trata de productos de consumo masivo, porque suelen ser batatos y accesibles.
En el estudio, publicado en la edición actual de Addiction, los autores ofrecieron una serie de pautas por las cuales consideraron que esos alimentos cumplen con una serie de factores que evidencias que tienen cualidades adictivas.
– Desencadenan el uso compulsivo cuando las personas no pueden dejar de fumar o reducir el consumo de esos alimentos (incluso frente a enfermedades potencialmente mortales como la diabetes y las enfermedades cardíacas)
– Pueden cambiar la forma en que nos sentimos y causar cambios en el cerebro de una magnitud similar a la nicotina en los productos de tabaco.
– Son muy reforzantes
– Desencadenan impulsos intensos y antojos
Los alimentos ultraprocesados, que también incluyen refrescos, pasteles y dulces, contienen grandes cantidades de saborizantes, conservantes y edulcorantes no naturales. Estas propiedades les dan un sabor que resulta delicioso para la mayoría de las personas, pero también las hacen ricas en calorías, grasa, azúcar o sal, lo que aumenta el riesgo de obesidad y otras enfermedades crónicas.
“Cabe destacar que no hay un biomarcador en el cerebro que nos diga si algo es adictivo o no”, dijo Gearhardt. “Identificar que los productos de tabaco eran adictivos realmente se redujo a estos cuatro criterios, (que) han resistido décadas de evaluación científica. Los alimentos altamente procesados cumplen con todos y cada uno de estos criterios”, subrayó.
DiFeliceantonio dijo, a su vez, que “la capacidad de los alimentos altamente procesados para entregar rápidamente dosis anormalmente altas de carbohidratos refinados y grasas parece clave para su potencial adictivo”. “Son sustancias producidas industrialmente diseñadas para suministrar azúcar y grasa”, puntualizó.
En tanto Gearhardt agregó que “los alimentos altamente procesados contienen sustancias complejas que no se pueden simplificar a un solo agente químico que actúa a través de un mecanismo central específico. Lo mismo puede decirse de los productos de tabaco industrial, que contienen miles de sustancias químicas, incluida la nicotina”.
Como muestra de los daños que provoca este tipo de alimentos, un estudio realizado en 2019 en Brasil y cuyos resultados se publicaron esta semana en el American Journal of Preventive Medicine estimó que alrededor de 57.000 brasileños, entre 30 y 69 años, murieron ese año como consecuencia del consumo de alimentos ultraprocesados. La cifra equivale a más del 10% de las muertes prematuras anuales del país entre ese grupo de edad, según los investigadores.
“La capacidad de los alimentos altamente procesados para entregar rápidamente dosis anormalmente altas de carbohidratos refinados y grasas parece clave para su potencial adictivo”, dijeron los investigadores (EFE).
Para el trabajo, los especialistas utilizaron cálculos de un análisis anterior, que comparaba el riesgo relativo de mortalidad de las personas que consumían grandes cantidades de alimentos procesados con aquellos que comían relativamente poco. Los autores aplicaron ese modelo a la población de Brasil y al nivel de consumo de alimentos ultraprocesados, y estimaron la cantidad de muertes prematuras que podrían haberse evitado si estos grupos poblacionales hubieran adoptado una dieta más saludable.
De modo similar, un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, los científicos siguieron a aproximadamente 74.000 personas entre 30 y 75 años durante más de dos décadas. Durante ese tiempo, analizaron sus dietas y hábitos de estilo de vida y rastrearon los cambios en lo que comían. Los investigadores utilizaron varios sistemas de puntuación para evaluar la calidad de sus dietas, incluido el Índice alternativo de alimentación saludable, que fue desarrollado por expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard.
El índice otorga puntajes bajos a los alimentos poco saludables y puntajes más altos a los alimentos más saludables. Entre los alimentos que recibieron puntajes altos se encuentran frutas, verduras, nueces, semillas, frijoles, granos integrales y alimentos ricos en grasas no saturadas y ácidos grasos Omega-3 saludables para el corazón, como el pescado, los aguacates y el aceite de oliva. Algunos de los alimentos poco saludables que recibieron puntajes más bajos fueron cosas como carnes rojas y procesadas y alimentos con alto contenido de sodio y azúcares agregados, como bebidas azucaradas, pizza, papas fritas y otros alimentos chatarra.
Cuantos más alimentos nutritivos comían las personas y menos comida chatarra consumían, más altas eran las puntuaciones de su dieta. Los investigadores encontraron que las personas que tenían puntajes de dieta consistentemente altos tenían hasta un 14% menos de probabilidades de morir por cualquier causa durante el período de estudio en comparación con las personas que tenían dietas deficientes de manera constante.