El Presidente ha logrado lo impensable: hacerle perder el sentido del humor a los cordobeses. Era difícil, pero en términos de errores no forzados, Alberto Fernández luce capaz de superar cualquier cálculo. Su definición de Córdoba como “territorio hostil” y el insólito propósito “de integrarla a la Argentina de una vez por todas” pelean un lugar destacado en la antología de las definiciones presidenciales inolvidables por lo equívocas.
A propósito, es notable que cada paso, imagen o palabra presidencial se transforme de inmediato en “meme” casi sin intervención de un tercero que la resignifique. La sátira política ofrece una histórica y rica tradición en la Argentina, y los mandatarios han sido redefinidos por la mirada ácida de los humoristas. Lo novedoso con Alberto Fernández es que no requiere de esa lupa que hace foco en el detalle grotesco para transformarlo en la totalidad.
En su caso, como ejemplifican los dichos sobre Córdoba, alcanza con reproducir la realidad, que en sí misma contiene el absurdo. Como si a esta altura el Presidente fuera un “meme” corporizado. El affaire Córdoba es, al menos por ahora, uno de los últimos capítulos, seguro el menos grave pero no el menos costoso en votos, de una secuencia dramática para el oficialismo a menos de una semana de las elecciones.
La lista de aciertos preelectorales incluye el anuncio de la millonaria doble pensión de Cristina Kirchner, la violencia de los grupos pseudo mapuches en la Patagonia y la negativa presidencial de asistir a la gobernadora de Río Negro, el dólar blue a $200 y una brecha del 100% con el oficial, el reconocimiento al dictador Daniel Ortega en Nicaragua, la liberación de José López, ex secretario de Obras Públicas de Néstor y Cristina Kirchner.
Sin mencionar el salvaje asesinato de Roberto Sabo, quiosquero padre de dos hijos, que generó masivas marchas de los vecinos en Ramos Mejía en protesta por la inseguridad; y, anticipan incluso los economistas del Gobierno, el anuncio el próximo jueves de la inflación de octubre superior del 3%, lo que ubica la anual cerca del 50%. A ese desesperante cuadro de situación se intentó equilibrar electoralmente con el reparto de subsidios en todas sus formas.
Si el resultado de las elecciones del 14 fuera diferente al de las Primarias de septiembre deberá ser materia de estudio hasta dónde las dádivas pueden definir un voto. El otro dato de la cuenta regresiva hacia las legislativas es la visible ausencia del escenario público de los principales líderes y candidatos del Gobierno. Con la vicepresidenta en oportuno reposo luego de la intervención quirúrgica, ¿Dónde está su hijo Máximo? Vale preguntarse.
¿Y qué será de la vida de Sergio Massa, sonriente protagonista en primera fila de los palcos de campaña previos a las Primarias? Sólo Leandro Santoro, candidato a diputado por la Ciudad, asumió en estas semanas y con sus buenos modos radicales la defensa de la gestión y el intento de reconstruir expectativas. La borrada general de las figuras más relevantes del oficialismo, actitud que no modificará un acto de cierre de campaña parece anticipar lo obvio: un resultado del que nadie quiere hacerse cargo.
