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Los delirios de Alberto Fernández

El presidente a pesar de gobernar un país con un 52 % de inflación y más del 44 % de pobreza, manifestó: “Si las condiciones están dadas, voy a hacer lo posible por seguir gobernando”

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Alberto Fernández
Descacharreo

En estos días, el Presidente ha sorprendido al país en crisis al admitir que le gustaría replicar uno de los proyectos más atractivos, pero más utópicos que intentó el protagonista de la primavera democrática de 1983: trasladar la capital bien lejos de Buenos Aires. Hace una semana, Alberto Fernández ejercitó otra de sus digresiones políticas mientras la Argentina tambalea entre el 52% de inflación y el 44% de pobreza.

“Todos los días pienso si la Capital de la Argentina no tendría que estar en un lugar distinto al de Buenos Aires”, dijo en voz alta y como si soñara Alberto, durante un acto en Monteros. Enseguida agregó que la capital que imaginaba debería estar en el norte para poner en valor a esa región del país. Lo miraban, sin poder disimular la estupefacción, el jefe de gabinete con licencia como gobernador Juan Manzur.

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Pero también el vicegobernador, a cargo de la gobernación tucumana, Osvaldo Jaldo. Metáfora del poder flexible en el Jardín de la República. La iniciativa no produjo demasiado impacto. Apenas tuvo el respaldo del activista piquetero, Juan Grabois, quien sugirió hacer una consulta popular para ponerla en marcha. Y la del gobernador Jorge Capitanich, que aprovechó para proponer al Chaco como el lugar ideal para la nueva capital.

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El resto de la dirigencia prefirió acompañar con el silencio. Todos entendieron. Es extraño que Alberto Fernández, analista soñador del fallido traslado de la Capital al interior, no haya reparado en que la reelección también suena a utopía cuando los números de la Argentina solo describen a un país en bancarrota. “Si las condiciones están dadas, voy a hacer lo posible por seguir gobernando”, dijo este fin de semana el Presidente.

Justamente, en la semana previa se habían sucedido el fallo de la Corte Suprema sobre la Magistratura, la superioridad de la oposición en el Congreso y la indiferencia de los funcionarios del FMI en Washington. La sola voluntad de quedarse en el poder es muy poco combustible cuando las urgencias de los argentinos quedan tan lejos. Pero claramente, la insensibilidad puede más.

Sea como fuere, la realidad indica que Alberto Fernández debería pensar menos en traslados utópicos de la capital federal y más en el hambre de la gente. Sin embargo, para el presidente es más importante pensar en su posible reelección cuando ni siquiera tiene el consenso o el apoyo del peronismo, que lo ve más como un lastre que como otra cosa. A esta altura, delira tanto como el propio De la Rúa.

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