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Los “delirios” de un incapaz presidente

El mundo entero atestiguó la bancarrota de comunismo, pero la pseudo izquierda kirchnerista lo idealiza conducido de la mano de Cristina Kirchner directamente al abismo

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Alberto Fernández
Descacharreo

Opinión. “Lo que nos dejó la semana

En la semana que pasó quedó demostrado, como siempre, pero al mismo tiempo como nunca, que el Presidente Alberto Fernández parece tener un grave problema de necedad y olvido junto con dosis de inconciencia e insensatez. Hace algo más de cuatro décadas el país tenía un 4% de pobreza, la indigencia no existía y la presión impositiva dejaba producir, crecer, invertir y generar empleo.

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Pero, en lo que hace a la actualidad el número de pobres se ha multiplicado por diez, la indigencia ya afecta a casi 5.000.000 de argentinos y la presión impositiva ha puesto tal lastre sobre el sector privado que la creación de empresas, la creación de empleos formales y de calidad, la inversión, el crecimiento y el desarrollo han quedado como parte de nuestro paisaje del pasado.

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El acuerdo con el FMI -al menos el borrador que se presentó como definitivo a pesar de la estrepitosa falta de detalles y explicaciones que justifiquen lo planteado, se encuentra a punto de desvanecerse por culpa de la imperdonable, maliciosa y temible actitud del hijo de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Dicho acuerdo sin embargo está lejos está de ser la solución a nuestros problemas y realidades.

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Máximo Kirchner

Incluso el entendimiento con el organismo internacional no tendrá ninguna consecuencia inmediata que impacte en nuestro bienestar. En tal caso el que se logre sellar el acuerdo de manera definitiva apenas se traduciría en empezar a contar con la remota posibilidad de poder empezar a cambiar verdaderamente las miserias entre las que nos hemos acostumbrado a convivir.

La deuda con el FMI representa apenas el 12% de la deuda total que tiene el Estado Nacional, pero evitar la cesación de pagos con el organismo permitiría la posibilidad de no enemistarnos con buena parte del planeta, seguir accediendo a créditos de otros organismos multilaterales y tener alguna chance cierta de en algún momento poder volver a acceder a los mercados tradicionales de crédito.

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De igual forma, el posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional no es más que un punto de partida necesario, pero absolutamente insuficiente en el largo y trabajoso trayecto que implicará en algún momento el intento de lograr escapar a la decadencia que nos acecha desde hace décadas. Incluso en el supuesto que nuestra deuda con organismo mágicamente desaparezca.

Algo absolutamente improbable, desde ya, los problemas estructurales de Argentina seguirían estando allí, con exactamente la misma intensidad que se exponen hoy. Por consiguiente, si la inexistencia de la deuda no generaría la resolución de nuestros inconvenientes, la existencia de ella no es la responsable de nuestros males. Esta sencilla deducción hace pensar que el oficialismo está cometiendo un pecado que no será de fácil perdonar.

Es decir, evocando un enemigo está condenándonos a la más absoluta miseria. Sus excusas populistas que entienden al mundo como el único enemigo generan que el tiempo pase mientras la pobreza y el subdesarrollo avanzan sin piedad mientras ellos gobiernan sin intentar siquiera llevar adelante un paquete de reformas que terminen con esta Argentina sin destino más que el de un mar de miserias.

Creer que la decadencia en la que nos han hundido es responsabilidad de aquellos que no la tienen no es más que gobernar para ellos mismos y en pos de sus propias ambiciones de poder. En estos días de la semana que culminó para jamás retornar, días en tanto que resultan claves en lo que respecta a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, el Presidente Alberto Fernández pasea por Asia.

Y lo hizo entregando al país para que sea “la puerta de entrada de Rusia a América Latina” y explicando que Argentina necesita dejar de depender del FMI y de EEUU -ignorando tal vez que el país del norte tiene los votos necesarios para vetar cualquier acuerdo que desee sellar la Argentina con el organismo internacional– resulta al menos ingenuo, insensato y altamente peligroso.

Para colmo, si hay algo que está claro a esta altura de los acontecimientos en lo que hace a nuestro país es el hecho de que la sociedad argentina cada vez demanda más y más. Y es que las necesidades de dejar la mediocridad atrás toman fuerza y dan cuenta que la política actual de este inepto gobierno nacional no puede seguir esquivando cada uno de los problemas que han transformado al país es invivible.

Mientras tanto, en la semana que se esfumó para nunca volver, quedó claro que el Presidente no parece tomar nota y la inconciencia parece estar cegándolo de razón y sentido común. Que el gobierno crea que nuestro destino está solo en manos de otros es no querer aceptar la responsabilidad de su propia negligencia, de su propia desidia y por, sobre todo, de su insensato fanatismo ideológico.

¿Será que el Presidente argentino ya resignó la autonomía que parecía haber ensayado sosteniendo el acuerdo con el Fondo incluso a pesar de la renuncia de Máximo Kirchner  a la jefatura del bloque del Frente de Todos? ¿Será que tiene terror de las represalias? ¿O será el estilo de Alberto Fernández, esa “sarasa” de decirle a cada uno lo que quiere escuchar que parece ser la descripción discursiva perfecta para las oscilaciones permanentes del presidente argentino?

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Cristina Kirchner

Es tan confuso el mensaje que sólo puede sumar incertidumbre en el peor de los contextos. ¿Sabe Alberto Fernández para qué hace lo que hace? ¿O padece un extraño síndrome de Estocolmo con la vicepresidenta? Cuentan que ya en las negociaciones que se habían llevado adelante en Roma, la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, que conoce perfectamente las miserias de la cortina de hierro por haber crecido en la Bulgaria comunista, dijo algo.

Y es que ante los coqueteos soviéticos argentinos que ya se contorneaban, sorprendida, se esmeró en explicarle a un asistente sobre lo titánico que resulta resurgir de la pobreza social y económica que genera el comunismo. El mundo entero atestiguó la bancarrota de comunismo, pero la pseudo izquierda kirchnerista lo idealiza conducido de la mano de Cristina Kirchner directamente al abismo.

De Lenin a Mao, ¿No advierte el Presidente que no puede perder más tiempo y que el juego de las simulaciones resulta demasiado riesgoso? Nada bueno puede deparar a una democracia, el coqueteo con tantos déspotas. Lo peor del caso, es que pende de un hilo la relativa tranquilidad económica que se había logrado el viernes de la anterior semana tras el acuerdo con el FMI. Y todo a causa de la insensata gira de Alberto Fernández en la semana que se fue para no regresar.

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