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Los tucumanos se defienden solos ante la inacción del Estado.

Imagen ilustrativa | Foto: Radio Mitre
Descacharreo

En el último tiempo y a tono con la creciente inseguridad que se vive en Tucumán, una conducta se ha vuelto recurrente entre la población local. Y es el aplicar la mal llamada justicia por mano propia. Y esto no es más que un síntoma que viene a evidenciar el desamparo que la sociedad tucumana siente a diario cuando la inoperancia del Gobierno es terreno fértil para que crezca la inseguridad en medio de la pandemia de coronavirus.

Para muestra basta un botón y todos los días existen situaciones que abonan la sensación de que Tucumán es un polvorín presto a la explosión. En el último caso sucedido el pasado martes, dos malvivientes ingresaron al bar de una estación de servicio GNC, ubicada en avenida Roca y diagonal Juan XXIII. El objetivo de los ladrones era claro, buscaban a una persona en particular, que no fue al boleo ni mucho menos.

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Se trataba de Eduardo Reinoso, un empresario de transporte y uno de los dirigentes de la Asociación de Transportadores de Carga (ATC). “Ayer (por el martes) me senté a tomar un café en el barcito de la GNC Santa María, donde habitualmente vengo. Conversaba con un encargado de mi empresa, cuando entraron dos hombres cubiertos con cascos de moto. Desenfundaron sus armas y me apuntaron a la cabeza”, describió el hecho.

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“‘Dame todo, dame todo: cadenas de oro, relojes y celular’, me dijeron. Parecía una broma al principio, hasta que intentaron agarrarme. Ahí, forcejeé con uno de ellos. A ese tipo logré reducirlo y quitarle el arma, pero el otro me pegó con la culata de su pistola y salió del bar”, explicó. Por el golpe, el empresario cayó al suelo, pero luego, pudo volver a ponerse en pie y salió a buscar al otro ladrón.

“Me levanté y salí a buscar al segundo delincuente. Lo derribé cuando se subía a la moto para escapar. Lo desarmamos con ayuda de algunos transeúntes y lo retuvimos hasta que llegó el 911. Aunque el primer agresor logró escapar”, relató. “La resistencia fue mi reacción normal. No les temí a pesar de que representaban un gran peligro. Las dos armas con las que me atacaron estaban cargadas y quedaron a disposición de la Policía”, subrayó.

“Por cómo fue el ataque, parece que los delincuentes me tenían estudiado. Entraron en un bar lleno de personas y encararon directo hacia mí. No escatimaron en más nada”, opinó el empresario. Y es que muchos malvivientes no improvisan, sino que, por el contrario, realizan tareas de inteligencia y estudian a las potables víctimas. Cabe preguntarse si las fuerzas de seguridad en la provincia conducidas por Claudio Maley pueden utilizar su inteligencia.

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Y es que en esta provincia, los malvivientes parecen ir un paso delante de la Policía y de sus funcionarios públicos. Que no tienen empacho para realizar declaraciones grandilocuentes o para insistir en que están trabajando muy duro. Sin embargo, la inseguridad aumenta y ciudadanos de a pie se debaten entre vivir con miedo o enfrentar a los delincuentes. Esto último es muy peligroso porque se arriesga la vida con tal de oponer algo de resistencia ante este flagelo.

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