En sintomática soledad del poder, acompañado por Juliana Awada, y contestando chats de WhatsApp todo el día, Mauricio Macri se resiste a la melancolía que aspira cada vez que recibe a un ministro, asesor o familiar. Asume que tiene que restablecer la tregua con Alberto Fernández, contener a los mercados financieros y aceptar que sus socios de Cambiemos empiecen a bosquejar el futuro político sin su nombre en los globos amarillos.
Pero el presidente continúa part time su duelo electoral y aún no termina de masticar los niveles de cuestionamiento de figuras públicas que supieron llegar a su mesa de Olivos con un sonrisa y una caja de buen vino envuelta para regalo. Está perplejo por los últimos comentarios de Mirtha Legrand, y traga saliva cada vez que le mencionan a Marcelo Tinelli. Play
Macri considera que el comunicado de Fernández a la salida de su encuentro con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus declaraciones periodísticas al diario The Wall Street Journal -asegurando que Argentina “esta en virtual default”- fueron actos políticos irresponsables que causaron mucho daño a la economía y las finanzas.
En Olivos aseguran que Fernández sugirió un feriado bancario y cambiario, una propuesta que Macri aún rechaza pese a la presión que ejerce la Unión Cívica Radical (UCR) y ciertos académicos que operan a través de las redes sociales y los medios de comunicación.
Fue ese rechazo de Macri a Fernández-explican en Gobierno- el que habría gatillado el comunicado y las declaraciones periodísticas del candidato peronista. Macri recela de Fernández y desconfía de sus movimientos, pero ya comprendió que necesita de sus gestos para avanzar en su nuevo plan para tranquilizar a los mercados y “paliar” los efectos de la última devaluación post PASO.
En este contexto, el presidente aplica sus conocimientos rudimentarios del budismo y busca un nuevo acuerdo político con Fernández destinado a sancionar la denominada Ley Lacunza, que debería llegar mañana al Congreso si no hay cambio de planes.
La ley Lacunza tiene como finalidad correr los plazos de vencimiento de los títulos públicos con ley nacional, y sólo será aprobada si Fernández lo autoriza. El candidato presidencial del peronismo no está de acuerdo con la estrategia diseñada por el ministro de Hacienda y nada indica que cambiará de opinión durante su viaje por España.
Rogelio Frigerio es el canal político que comunica a Macri con Fernández. El ministro del Interior habla con Santiago Cafiero o Wado de Pedro, que a su vez transmiten el mensaje al candidato presidencial. Frigerio, Cafiero y De Pedro son protagonistas claves para abrir una nueva zona franca entre Macri y Fernández.
Sin ellos en funciones -noche y día-, la ley Lacunza y las futuras medidas del Gobierno solo serán un ejercicio fatuo del poder. Macri necesita la ley Lacunza y además que los gobernadores dejen de presionar en la Corte Suprema para obtener una acordada que suspenda las medidas económicas vinculadas al IVA y al Impuesto a las Ganancias.
Fernández respalda a los gobernadores justicialistas que, a su vez, apoyan al candidato presidencial que quiere gobernar sin Cristina en su entorno. Entre las diferencias existenciales de Macri y Fernández, y la acumulación de poder de los gobernadores, Frigerio, De Pedro y Cafiero tienen poco espacio de maniobra para hacer un milagro vinculado a la realpolitik.
Macri caviló todo el sábado acerca del futuro de la economía en medio de la campaña electoral. Volvió a desmentir una conversación telefónica con Donald Trump y tuvo su momento de distensión cuando llamó a la periodista jujeña Rosario Agostini.
Una chispa de alegría, mientras los WhatsApp de Marcos Peña, Miguel Ángel Pichetto, Lacunza y Frigerio no paraban de llegar.