Acompañada por sus familiares y los amigos de su hijo, Lorena Sánchez comenzó de a poco a superar el shock inicial y a recordar detalles de lo sucedido el sábado en el centro de donaciones del barrio San Francisco, en Torres Pose al 1.800, en la zona sudoeste de la capital.
Entre lágrimas, la mujer evoca lo último que alcanzó a decirle Matheo antes que la ambulancia se lo llevara del lugar del asalto. “Estoy bien mamá, yo te defendí, no te pongas mal”, son las palabras que vuelven a su memoria. También “no tenemos que salir más, mamá”.
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En la memoria de la mujer es allí donde aparecen la Policía, que aún busca a los autores del brutal ataque, y los trabajadores de la Salud que le dieron a su hijo los primeros auxilios, antes de trasladarlo al nosocomio que se convirtió en la sala de estar de la afligida madre.
Allí le dijeron que Matheo recibió un proyectil que dañó un pulmón, el hígado, y se alojó cerca de su columna vertebral. Los médicos lograron contener la hemorragia pero la gravedad de las heridas sigue poniendo en riesgo la vida del chico.
“No me voy de aquí sin mi hijo” repite Lorena, sentada en la acera del hospital, rodeada de sus afectos, de los amigos de Matheo y de los integrantes del grupo solidario al que madre e hijo se habían acercado ese sábado para donar ropa.
Todos coincidieron en destacar las cualidades del menor y en reclamar a la Policía y a la Justicia que atrape a los delincuentes que lo hirieron, a quienes la mayoría identificó como dos hermanos de la zona, conocidos por dedicarse al latrocinio como medio para sostener sus adicciones.