Por Marcelo Bonelli
Durante la presidencia de Carlos Menem, hubo en líneas generales, tres momentos de política económica. Primero fue el plan Bunge y Born. Luego, a través del ministro Erman González, se aplicó el plan Bonex, un mecanismo para secar la plaza de pesos. Este plan duró algunos meses pero terminó en otro fracaso. Fue ahí cuando llegó como “salvador” Domingo Cavallo.
Cavallo fue el encargado de aplicar el plan de convertibilidad: un peso equivaldría a un dólar, una irrealidad, porque está claro que un peso nunca puede ser igual a un dólar por la diferencia de peso entre las economías de la Argentina y EE.UU. y sobre todo por la productividad de cada uno de los países.
Un éxito transitorio
De todos modos, esta fantasía logró un primer efecto positivo, que fue bajar la inflación. De hecho, la reelección de Menem fue fruto básicamente de este mecanismo de baja de inflación que permitió una suba de salarios.
Ese efecto positivo solo fue transitorio. La inflación empezó a tener ajuste de costos y con un dólar fijo e inamovible por ley, la competitividad de la economía argentina comenzó a caer en forma vertiginosa.
Está claro que un peso nunca puede ser igual a un dólar por la diferencia de peso entre las economías de la Argentina y EE.UU.
El uno a uno que había tenido ese efecto positivo en materia inflacionaria provocó la destrucción del aparato productivo argentino, con consecuencias que se están pagando aún ahora.
Básicamente, el uno a uno provocó una desindustrialización de la economía argentina, la venta de empresas a compañías de capital internacional, el cierre de muchas empresas y el castigo a las pymes. También, perjudicó a miles de productores agropecuarios con el atraso del dólar. De esta manera, el uno a uno provocó fuertes niveles de desempleo y aumentó la pobreza en forma significativa.
El comienzo del fin
Desde 1996, 5 años después del inicio de la convertibilidad, estaba claro que el sistema no funcionaba pero ningún político se animaba a corregirlo. Y mucho menos Menem, que echó a Domingo Cavallo. En su reemplazo, asumió Roque Fernández, que mantuvo la ley de Convertibilidad.
La Argentina, como tantas veces, y el Gobierno de Menem, se enamoraban de un instrumento pero no de una política global de estabilización, crecimiento y desarrollo. Esta depresión económica que originó la convertibilidad permitió que la recesión se instalara en la Argentina desde 1997 con una profundidad enorme hasta que estalló la economía en 2001.
En el medio, Brasil, que también tenía el programa Real, muy parecido al de Convertibilidad, devaluó y provocó una fuerte recesión y un impacto muy negativo hacia la Argentina. Las tensiones sociales, la recesión económica, la perdida de empleo y la falta de credibilidad empezaron a provocar a partir de la salida de Menem lo que después se conoció como la crisis más importante en materia económica de los últimos 100 años.