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Mensaje navideño: fuerte llamado del papa Francisco a poner fin inmediatamente a la “insensata” guerra en Ucrania

En su tradicional discurso “urbi et orbi”, a la ciudad al mundo, el Pontífice deploró la destrucción provocada por diez meses de guerra y volvió a hablar de “Tercera guerra mundial” al mencionar otros conflictos

papa francisco
OMA.- En una Navidad marcada por la vuelta a la normalidad después de dos años de pandemia, pero también, por la atroz invasión de Ucrania por Rusia que trastocó al mundo, en su tradicional mensaje navideño “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, el papa Francisco lanzó hoy un fuerte llamado a “acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”. “Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz”, pidió Francisco, hablando al mediodía romano, las 8 en la Argentina, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. “Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra”, lamentó. En ese momento se vieron algunas banderas ucranianas, celestes y amarillas, flameando entre la multitud de fieles presentes en la Plaza de San Pedro. En un mensaje en el que suele repasar la situación geopolítica del mundo y en el que utilizó la palaba “paz” al menos quince veces, Francisco también le rogó a Dios que “nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”. Deploró, en este marco, que “se prefieren escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo”. “Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”, se preguntó, ante las miles de personas que lo escuchaban en la Plaza de San Pedro, decorada con un inmenso árbol de Navidad y un pesebre, en una jornada de sol radiante y no demasiado frío. Para demostrar, una vez más, su cercanía a Ucrania, el exarzobispo de Buenos Aires envió para esta Navidad a Kiev al cardenal polaco Konrad Krajevski, su limosnero, que llevó ayuda concreta: remeras térmicas y generadores. “Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones, en otros escenarios de esta tercera guerra mundial”, advirtió también el Papa en su mensaje. Y mencionó a Siria, “todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado”, así como el conflicto palestino-israelí, que recrudeció en los últimos meses con muertos y heridos. “Imploremos al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”, pidió Francisco, que reclamó por otro lado respaldo a las comunidades cristianas que viven en todo el Medio Oriente, para que ”en cada uno de esos países se pueda vivir la belleza de la convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos”. En este sentido, mencionó especialmente al Líbano, para que finalmente pueda recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y de la solidaridad. Asimismo nombró a la región del Sahel, en África, “donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia”; su primer viaje del año próximo será justamente, a fin de enero, a Sudán del Sur, que se encuentra en esta zona del mundo y a la República Democrática del Congo. Francisco, que el 17 diciembre pasado cumplió 86 años, rogó asimismo para que Dios oriente a una “tregua duradera” en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán, “para que cese todo derramamiento de sangre”. Hablando de su continente, el americano, solo mencionó a Haití. Pero rogó para que las “las autoridades políticas y todas las personas de buena voluntad” se esfuercen por “pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a varios países”. “Pienso particularmente en el pueblo haitiano, que está sufriendo desde hace mucho tiempo”, dijo. Mencionó luego a todas las personas que sufren hambre, “sobre todo los niños, mientras cada día se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan bienes a cambio de armas”. Y volvió a mencionar la guerra en Ucrania, que “ha agravado aún más la situación, dejando poblaciones enteras con riesgo de carestía, especialmente en Afganistán y en los países del Cuerno de África”. “Toda guerra —lo sabemos— provoca hambre y usa la comida misma como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo”, destacó. “En este día, aprendiendo del Príncipe de la paz, comprometámonos todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—, para que la comida no sea más que un instrumento de paz”, pidió. “Mientras disfrutamos la alegría de encontrarnos con nuestros seres queridos, pensemos en las familias que están más heridas por la vida, y en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir”, agregó. Abogó, finalmente, por los pobres y los migrantes, una prioridad de su pontificado, que en marzo próximo cumplirá diez años. “Queridos hermanos y hermanas, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a un mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge; es más, lo rechaza, como les pasa a muchos extranjeros; o lo ignora, como muy a menudo hacemos nosotros con los pobres. No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y los ancianos que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos solo por sus errores y no como seres humanos”, exhortó. “Belén nos muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto. Como los pastores, vayamos también nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de Dios que se hace hombre para nuestra salvación”, invitó. “Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud”, alentó. Y concluyó augurando: “¡Feliz Navidad a todos!”.
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ROMA.- En una Navidad marcada por la vuelta a la normalidad después de dos años de pandemia, pero también, por la atroz invasión de Ucrania por Rusia que trastocó al mundo, en su tradicional mensaje navideño “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo, el papa Francisco lanzó hoy un fuerte llamado a “acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”.

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“Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz”, pidió Francisco, hablando al mediodía romano, las 8 en la Argentina, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. “Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra”, lamentó. En ese momento se vieron algunas banderas ucranianas, celestes y amarillas, flameando entre la multitud de fieles presentes en la Plaza de San Pedro.

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En un mensaje en el que suele repasar la situación geopolítica del mundo y en el que utilizó la palaba “paz” al menos quince veces, Francisco también le rogó a Dios que “nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”.

Deploró, en este marco, que “se prefieren escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo”. “Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”, se preguntó, ante las miles de personas que lo escuchaban en la Plaza de San Pedro, decorada con un inmenso árbol de Navidad y un pesebre, en una jornada de sol radiante y no demasiado frío.

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Para demostrar, una vez más, su cercanía a Ucrania, el exarzobispo de Buenos Aires envió para esta Navidad a Kiev al cardenal polaco Konrad Krajevski, su limosnero, que llevó ayuda concreta: remeras térmicas y generadores.

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“Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones, en otros escenarios de esta tercera guerra mundial”, advirtió también el Papa en su mensaje. Y mencionó a Siria, “todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado”, así como el conflicto palestino-israelí, que recrudeció en los últimos meses con muertos y heridos. “Imploremos al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”, pidió Francisco, que reclamó por otro lado respaldo a las comunidades cristianas que viven en todo el Medio Oriente, para que ”en cada uno de esos países se pueda vivir la belleza de la convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos”. En este sentido, mencionó especialmente al Líbano, para que finalmente pueda recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y de la solidaridad. Asimismo nombró a la región del Sahel, en África, “donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia”; su primer viaje del año próximo será justamente, a fin de enero, a Sudán del Sur, que se encuentra en esta zona del mundo y a la República Democrática del Congo.

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Francisco, que el 17 diciembre pasado cumplió 86 años, rogó asimismo para que Dios oriente a una “tregua duradera” en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán, “para que cese todo derramamiento de sangre”.

Hablando de su continente, el americano, solo mencionó a Haití. Pero rogó para que las “las autoridades políticas y todas las personas de buena voluntad” se esfuercen por “pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a varios países”. “Pienso particularmente en el pueblo haitiano, que está sufriendo desde hace mucho tiempo”, dijo.

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Mencionó luego a todas las personas que sufren hambre, “sobre todo los niños, mientras cada día se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan bienes a cambio de armas”. Y volvió a mencionar la guerra en Ucrania, que “ha agravado aún más la situación, dejando poblaciones enteras con riesgo de carestía, especialmente en Afganistán y en los países del Cuerno de África”.

Toda guerra —lo sabemos— provoca hambre y usa la comida misma como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo”, destacó. “En este día, aprendiendo del Príncipe de la paz, comprometámonos todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—, para que la comida no sea más que un instrumento de paz”, pidió.

“Mientras disfrutamos la alegría de encontrarnos con nuestros seres queridos, pensemos en las familias que están más heridas por la vida, y en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir”, agregó.

Abogó, finalmente, por los pobres y los migrantes, una prioridad de su pontificado, que en marzo próximo cumplirá diez años. “Queridos hermanos y hermanas, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a un mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge; es más, lo rechaza, como les pasa a muchos extranjeros; o lo ignora, como muy a menudo hacemos nosotros con los pobres. No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y los ancianos que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos solo por sus errores y no como seres humanos”, exhortó.

“Belén nos muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto. Como los pastores, vayamos también nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de Dios que se hace hombre para nuestra salvación”, invitó. “Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud”, alentó. Y concluyó augurando: “¡Feliz Navidad a todos!”.

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