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“Mirá, date vuelta disimuladamante, y mirá quién está ahí”

Había ido el último miércoles a retirar sus efectos personales de su trabajo, dobló la esquina y se dirigió a su domicilio. Los vecinos y el portero del edificio donde vive estaban al tanto de la situación que les había contado. El relato completo en primera persona.

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La zona.
Descacharreo

M. había ido el último miércoles a retirar sus efectos personales de su trabajo cerrado desde el sábado anterior momentáneamente por la pandemia. Ese mismo miércoles, M. dobló la esquina y cruzó a la casa de una familiar y luego se dirigió a su domicilio. Los vecinos y el portero del edificio donde vive M. estaban al tanto de la situación que les había contado la joven, quien había conseguido una restricción perimetral de 200 metros para que E. no pudiera acercarse a ella.

Ese miércoles, M. le estaba contando la situación que estaba viviendo a un trapito de la cuadra cuando el muchacho en cuestión abrió los ojos y le dijo a la joven, con pánico y los labios casi cerrados, intentando disimular sus palabras por lo bajo, casi con miedo susurrando, la cabeza gacha y los ojos señalándole a la esquina: “Mirá, date vuelta disimuladamente, y mirá quién está ahí”.

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Fue en ese preciso momento que la joven M. le hizo caso al trapito de la cuadra, venció al pánico que denuncia que viene sintiendo desde noviembre, pero no se paralizó, se dio vuelta, lo vio y actuó de la siguiente manera: “Corrí a buscar al policía de la esquina, lo corrí y lo alcancé hasta decirle que lo persiguiera: “Esta persona que me acosaba permanentemente ya había roto la perimetral varias veces, pero yo nunca lo había podido ver. Me tocaba el timbre a las 12 del mediodía o a las 3 de la mañana”.

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“Hasta que pasó esta escena con el trapito, le dije al policía que estaba violando la restricción, la persona empezó a escapar por un pasaje, borró la última llamada realizada, pero no las 30 llamadas perdidas que me había realizado la noche anterior. Llegó el móvil, se lo llevó a la comisaría y me dijeron que yo tenía que ir también”.

Mientras M. mantiene una tensa espera de los pasos legales a seguir, E. continúa en prisión preventiva a la espera de audiencias, pericias y pasos legales. La detención se produjo luego de la restricción perimetral, un fallo que marca un punto de inflexión, pero no de relajamiento para M. “Si no es él, tengo miedo de que el padre o la madre me haga algo. Ahora entiendo lo que vivió la profesora Paola Tacacho”.

El calvario que denuncia M. comenzó en noviembre del año pasado, cuando E. comenzó a entrar a su lugar de trabajo: “Él me miraba todo el tiempo mientras yo trabajaba hasta que la situación comenzó a tornarse enfermante. La situación se puso desagradable y se interrumpió cuando empezó la pandemia y volvimos a laburar el 17 de junio”.

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“Anteriormente, yo había pedido una reunión en mi trabajo: me sentía invadida por esta persona. Todo el mundo tenía aviso de lo que pasaba y que no se le debía pasar información personal. Pero entró gente nueva y un chico nuevo me dijo: ‘Che, flaca, este chico me tiene harto, ¿qué hago?’. Ahí es cuando a los gritos, le digo: ‘¡Dejá de molestarme!’. Me retiré de mi trabajo, llegué a mi edificio, me senté en el hall: una vecina mía bajó, otra llegaba de comprar. Yo lloraba. Todo el mundo sabía que estaba siendo hostigada”.

“Luego de que las cosas se calmaran una semana, todo el hostigamiento empeoró: se hizo un Facebook trucho, consiguió el teléfono de mi mamá, se hizo pasar por el portero de otro edificio, comencé con ataques de pánicos, perdí las ganas de comer, me empezaron a entrar llamadas por privado, y en una de esas me dice: ‘Vas a pagar todo lo que me hiciste, nunca iba a imaginar que me iba a enamorar de una persona así’”.

“Bajé 10 kilos, me acusaron de que yo me ofrecía a cambio de dinero, no me dieron bola ni en el Observatorio de la Mujer ni en la Fundación Marita Verón. Me han llevado hasta a un indio para que me ayudara. Hubo un momento donde casi me suicido en mi terraza ya desesperada por todo lo que viví por culpa de esta persona, por todo el hostigamiento, por todas sus amenazas, porque quiso alquilar un departamento en mi mismo edificio, porque perdí a mi novio, me quería matar y me salvó el portero”.
“Yo estaba realmente desesperada por todo. Hasta prefería que toda esta agonía se terminara y que esta persona me hiciera algo. Ingresé en un pozo depresivo. Por suerte la Justicia actuó de una manera rápida y de una manera acelerada que no estamos habituados a ver en estos casos de delitos flagrantes. Ahora esta persona que hizo de mi vida un calvario está preso preventivamente durante 14 días hasta el 30 de abril.Pero es horrible vivir así. Con una consigna policial que te acompaña al trabajo. O un policía de la cuadra que te escolta cuando vas a comprar o salís a hacer un trámite. Es verdaderamente horrible todo esto”.

Una vez en la comisaría, M. denuncia que sufrió nuevas amenazas del padre y la madre del joven ya preso: “Me empezaron a gritar: ‘Gato, hija de p…. Y, lo peor de todo, es cuando delante de todos, me dijeron: ‘Yo te voy a matar, hija de p…, te voy a hacer p…’. Fui la primera que empezó a sufrir todo este calvario en noviembre, pero no soy la única. Hay un montón de personas que empezaron a animarse a hablar. Tengo miedo de que todo esto pueda traerme complicaciones en mi trabajo ya que desempeño tareas que requieren mucha confianza. Ojalá todo esto termine pronto. De verdad espero que todo termine ya. Pero no se puede vivir más así. Así, de esta manera, no se puede vivir más”.

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