Evitar otro salto inflacionario es quizás la principal preocupación de Sergio Massa por estas horas, en su doble rol de ministro de Economía y precandidato presidencial del oficialismo. Pero para eso la clave ya pasa tanto por contener el dólar oficial, sino en lo posible achicar la brecha cambiaria. Esto es lo que viene ocurriendo desde fines de abril, pero parece complejo que lo logre de acá hacia adelante, teniendo en cuenta la presión dolarizadora típica de los períodos electorales.
Uno de los temas abordados ayer durante la reunión de la “mesa chica” del equipo económico pasó justamente por analizar este fenómeno. Y se insistió con la idea de trabajar en pos de achicar más la brecha, con la fórmula tantas veces repetida en las últimas semanas: aumentar el piso (es decir la cotización del tipo de cambio oficial), pero manteniendo estable el techo (o sea los dólares financieros).
La brecha cambiaria tocó este año un pico máximo de 119% a fines de abril, lo que coincidió a su vez con el pico inflacionario de 8,4%. En aquella oportunidad, la fuerte aceleración de precios se dio justamente en la segunda quincena del mes. La contracara es lo que pasó en las últimas jornadas, con la brecha en niveles de 81%, tomando en cuenta el dólar libre ($ 495 al cierre de ayer) versus el dólar minorista que publica el Banco Nación ($ 274,50).
La decisión del Gobierno fue mantener firme el “crawling peg”, es decir el ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial, a un nivel levemente superior al 7% mensual. Incluso la semana pasada ese ritmo subió al 8,2%, pero es posible que haya sido un movimiento puntual que un intento por acelerar más la suba del piso de la brecha. Mientras que dólar oficial sigue con su aumento paulatino, ahora la incertidumbre pasa por contener a los dólares financieros.
Una tarea que se puede ir complicando en el transcurso de las semanas. Cerrar la negociación y anunciar un nuevo acuerdo con el FMI puede ser clave para asegurar cierta tranquilidad cambiaria de cara a las PASO. Por lo pronto, el contado con liquidación es la única cotización que superó ya holgadamente los $ 500 (ayer finalizó en $ 516), mientras que tanto el dólar libre (a $ 495) y el dólar MEP (a $ 488) todavía resisten.
La inflación de junio, que se conocerá el jueves y ya es un hecho que se ubicará debajo del 7%. El Banco Central, incluso, no descartó que perfore el 6,5%. Sin embargo, el peligro latente es que el índice se recaliente en los meses venideros, sobre todo si vuelve a subir la brecha cambiaria a niveles de 100%. Se vienen semanas complicadas por la cercanía de las PASO y la incertidumbre típica de este período preelectoral.
Lo cierto es que es razonable que aumente la presión hacia una mayor dolarización por parte de los ahorristas y de los inversores, sobre todo teniendo en cuenta lo que pasó en las primarias de agosto de 2019. Hace cuatro años, la contundente victoria de Alberto Fernández, precipitó una caída récord de acciones y bonos, mientras que el tipo de cambio saltó más de 30%, de $ 45 a $ 60.
Pero además la clásica cobertura electoral convive con una fuerte caída del nivel de reservas, que ayer disminuyeron más de USD 600 millones adicionales por los pagos de intereses semestrales de bonos dolarizados. Con reservas netas negativas en más de USD 6.000 millones, la posibilidad de intervención en el mercado de bonos para contener a los dólares financieros se achicó sensiblemente.
Por eso, el apuro de Massa es cerrar lo antes posible el acuerdo con el Fondo. El objetivo es que el organismo desembolse unos USD 4000 millones para hacer frente a los pagos que la Argentina debe cumplir, pero obtener además unos USD 2.500 millones adicionales para sostener poder de intervención y evitar que suban exageradamente los dólares financieros en estas jornadas de alta sensibilidad.