Falleció en nuestra ciudad el historiador Carlos Páez de la Torre (h), figura prominente de la cultura tucumana y buceador incansable de las historias y las vidas de los que construyeron la identidad de nuestra provincia. Apasionado cultor de las investigaciones históricas y periodísticas, sus crónicas en LA GACETA llevaron los hechos del pasado a las casas de los lectores, haciendo realidad lo que él mismo citaba de Paul Groussac: “creía que la historia, además del documento, debía ser arte. Debía ser narrada de una forma grata a quien la fuera a leer”.
Nacido en 1940 en el seno de una familia con fuertes raíces en nuestra sociedad tradicional, se educó en el Colegio del Sagrado Corazón y estudió Abogacía, pero su ingreso apenas iniciada la juventud a LA GACETA le despertó la pasión por la escritura en ambas vertientes, la periodística y la histórica. “Entonces descubrí que la historia de Tucumán -cuyo conocimiento me parecía elemental, porque es el lugar en que vivimos- era absolutamente desconocida (…) Entonces me di cuenta de que había un enorme terreno para trabajar”.
Así comenzó una tarea enorme de recopilación y de investigación, que se plasmó en varios centenares de artículos y monografías sobre el pasado regional y nacional, así como una treintena de libros y folletos, y numerosos estudios preliminares y prólogos.
En ese conjunto se destacan su monumental “Historia de Tucumán” y las biografías de personalidades como Nicolás Avellaneda, Lola Mora, Alfredo Guzmán, Juan Heller, Luis F. Nougués y Paul Groussac. Entre sus libros se destacan “Pedes in terra ad sidera visus: vida y tarea de Juan B. Terán”; “Los rostros de Alberdi”; “Los rostros de Sarmiento”; “El Argentino de Oro” y “Crónica histórica de la Agrimensura en Tucumán”. En colaboración con Pedro León Cornet ha publicado “Una historia de Tafí del Valle” y “Don Lucas Córdoba”, y en colaboración con Sebastián Rosso, “Rostros del viejo Tucumán” y “San Miguel de Tucumán. Una memoria de la ciudad entrañable”. También “Templos Católicos de Tucumán”, junto a Celia Terán y Ricardo Viola, además de Rosso. Asimismo, entre las últimas obras escritas y publicadas por LA GACETA, se encuentra “El Congreso de la Independencia”, lanzada en 2016, para el Bicentenario.
Desde 1993 escribió la columna cotidiana “Apenas ayer” en LA GACETA, así como la columna semanal “De memoria”, ambas referidas a historias locales.
Ha sido, en diversas épocas, director de Cultura de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán; vocal del Consejo Provincial de Difusión Cultural; director general de Cultura de la Provincia; director del Archivo Histórico de Tucumán y director de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, entre otras funciones.
Ha sido miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, así como miembro correspondiente de las academias nacionales de Ciencias Políticas y de Periodismo (ambas de Buenos Aires) y de Derecho y Ciencias Sociales (de Córdoba). También, miembro de número del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, y miembro correspondiente de varias academias latinoamericanas, como la nacional de la Historia del Perú, la Paraguaya de la Historia, el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y el de Brasil, entre otras. Asimismo, ha sido miembro correspondiente del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, de la Junta Provincial de la Historia de Córdoba, de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca y del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas.
En nuestra provincia fue miembro de número de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán y del Centro de Estudios Genealógicos de Tucumán. Ha integrado la Comisión Asesora Honoraria Vitalicia de la Fundación Miguel Lillo y ha sido vocal del Ente Bicentenario Tucumán.
Entre las distinciones recibidas, figuran el Premio Nacional de Periodismo “Siam Di Tella-Círculo de la Prensa de Buenos Aires”; el Konex 1987 como “una de las mejores figuras de la década de periodismo literario”; el premio “Ensayo” de la Academia Argentina de Letras, por su biografía de Paul Groussac; la Medalla de Oro de la SADE filial Tucumán; el Premio ATVC 98 de la Asociación Argentina de Televisión por Cable, por su programa “Historia de Tucumán”; y el premio “Santa Clara de Asís”. En 2014, el Senado de la Nación le otorgó su más ata distinción cultural, el premio “Domingo Faustino Sarmiento”. Ha sido socio vitalicio del Jockey Club de Tucumán y del Círculo de Armas de Buenos Aires.
Afable conversador, apasionado por las lecturas más diversas, curioso y detallista, capaz de encontrar el sentido, la gracia y la importancia hasta de los detalles más nimios de historias y anécdotas, ejerció sus labores con su presencia cotidiana en la Redacción de LA GACETA -en sus comienzos- y en el Archivo de nuestro diario -después, con el paso de las décadas-, donde encontró -y contribuyó a construir- un acervo cultural e histórico único.
Dotado de una prodigiosa memoria, rescataba al instante momentos del pasado o citas de su amplia variedad de lecturas -desde Gabriel García Márquez hasta su admirado Paul Groussac, pasando por Jorge Luis Borges o Truman Capote-. Su descripción afable, dinámica y hasta mordaz de las historias generaba la admiración de las audiencias y de sus interlocutores. Es que en su tratamiento de los temas enfocaba globalmente las diferentes aristas: “mis biografías nunca han sido ‘el hombre’ o ‘el político’. Mis biografías empiezan cuando el personaje nace, y terminan cuando muere. Trato de arrastrar todo lo que pasa a la vez, porque en la vida todo se engancha”.
Sus estudios han sido minuciosos y con la amplitud de quien considera que en la vida y en los hechos del pasado siempre se pueden encontrar elementos llamativos y desconocidos, y así ha vuelto con ahínco a asuntos ya tratados -como la vida de Gabriel Iturri, ”El canciller de las Flores”- cuando se descubrían elementos históricos que permitían abrir un nuevo velo del pasado.
Convertido en una figura popular gracias a sus programas y sus columnas, vivió con una intensidad que jamás decreció, ni siquiera en sus últimos momentos, porque bien consideraba que “la escritura me ha salvado de la desdicha”.