Omar es cantante y hace poco empezó a incursionar en la cocina. Después de un sábado de trabajo en su casa en Villa 9 de Julio, era ya la medianoche cuando vio una moto estacionada. Y no era una moto cualquiera: “Estaba la moto al frente, sabía que no era la de mi vecino e intuía que era robada”.
Omar comprobó lo que le decía su intuición, cruzó y, efectivamente, la moto tenía la llave puesta: “Me fijo que estaba la llave. Le saco un par de fotos. La subo a Facebook. Pregunto en internet si alguien sabía de quién era. Pido que pusiera puntitos para que no se perdiera la publicación. La gente comparte, hasta que me manda un mensaje un policía de la comisaría 10º que no le entregue a cualquiera y que él acompañaría al dueño con los papeles”.
Una vez que cae el patrullero, también le dio una patada en el hígado a Omar: “Llega el patrullero a mi casa con el dueño. Se baja el oficial y le indica a su compañero señalándole la moto: ‘Subila, Gómez’. El dueño de la moto, que sabía que yo la había recuperado a la moto, lo de las fotos, la publicación, la llamada a la comisaría, ni se bajó del patrullero. Ni gracias me dijo”.
“A la moto le andaban todos los guiños. Supe por el oficial que la moto había sido robada en la ruta. Si a mi me roban la moto y me la devuelven, yo le beso los pies. Está todo bien, pero ni gracias el vago. Yo entiendo que hay gente que pide 4 mil pesos, pero ni siquiera se ha bajado del auto. La verdad, ¿qué querés que te diga? Me sentía bien por un lado y también un poco mal. Sé que todo lo bueno vuelve, pero raro, ¿no? Ni gracias”.
A Omar también le robaron la moto hace poco y largó su propio emprendimiento hace un mes. Tienen buena pinta los sánguches.
