No es una cárcel de máxima seguridad. La de Benjamín Paz es una unidad penitenciaria construida con los estándares concebidos para respetar los derechos de los penados y del personal que debe cuidarlo. Sí es cierto que tiene algunas características de las prisiones que construyó Nayib Bukele. El regimen de conducta que deberán cumplir los reclusos es similar al que cumplen en El Salvador.
El penal fue construido en un predio de 130 hectáreas en una localidad ubicada a 50 kilómetros de la capital tucumana. Está a la vera de la ruta 9, antes de llegar a Benjamín Paz. Para acceder al primero de los dos módulos que se construirán, hay que recorrer más de dos kilómetros por un boulevard. “Al principio la gente estaba asustada y rechazaba esta idea. Pero al darse cuenta de que estaría lejos del pueblo, comenzaron a calmarse. Ahora también lo ven como una oportunidad de crecimiento, porque muchos podrán trabajar aquí”, dijo el obrero Esteban Herrera.
“LEONERA”. El corredor que utilizarán los presos para llegar al pabellón.
“En diciembre entregaremos el Módulo Uno, que podrá albergar a unos 900 condenados en cuatro pabellones. Si todo marcha bien y no afrontamos problemas, en agosto se hará entrega del Módulo Dos, que también tendrá cuatro pabellones y ya habrá 1.800 presos”, aseguró un optimista Jorge Garber, titular de la empresa que lleva adelante el proyecto. Una obra que, según se confirmó ayer, ya demandó un gasto de $24.500 millones. “En estos momentos es la más grande y única obra pública que sigue ejecutándose en la región”, advirtió el empresario.
Detalles
Los cuatro pabellones que se inaugurarán son exactamente iguales. Cada uno tiene 64 celdas para dos o cuatro internos que dormirán en cuchetas, sanitarios para que se higienicen y hagan sus necesidades, una mesa y banco de cemento y habitáculos empotrados para que guarden sus pertenencias.
CAMBIOS. Las cuchetas no serán de metal, sino de mampostería.
No habrá baños compartidos y las duchas se tomarán por tandas. Las camas fueron hechas con planchuelas de metal, pero por una cuestión de seguridad, serán reemplazadas por mamposterías de cemento. “La ministra Bullrich nos hizo avivar”, detalló Garber en una visita guiada. De ese material fueron construidas las mesas y los bancos que utilizarán los internos para alimentarse.
Estas unidades están divididas en dos partes: en el medio están puestas entre tres y cuatro duchas, una cocina industrial para uso de los detenidos y dos “oficinas” totalmente protegidas para que los guardiacárceles realicen tareas de vigilancia personalmente y a través de las cámaras de seguridad que serán instaladas próximamente. Tienen techo de chapa y están bien iluminadas, ya que pasarán gran parte del día encerrados allí.
“ROTONDA”. Los puestos de vigilancia que hay entre los pabellones.
También se construyó un patio para disfrutar una o dos horas de recreo por día. Ese será el único contacto que tendrán con el aire libre. Este espacio tiene una particularidad: cuenta con un baño a cielo abierto para evitar que entren y salgan de las unidades.
Para acceder a los pabellones, los presos deberán cruzar por una “pasarela” o “leonera” que es un pasillo cubierto con alambres y que desemboca en una “rotonda” que es una oficina de control de guardiacárceles. Con ese mismo sistema se comunican el lugar de las celdas con el salón de uso múltiple. Allí los presos recibirán visitas, a sus abogados y habrá un espacio para que participen en las audiencias virtuales, ya que la intención es hacer la menor cantidad de traslados.
EN LA CELDA. Los sanitarios y la mesa con banco que tiene cada calabozo.
A ritmo acelerado, los obreros están culminando un sector donde funcionarán la cocina y los depósitos de alimentos. El taller para que los internos realicen laborterapia y el sector de cultos ya están prácticamente listos. La escuela estará lista para el año que viene. También están avanzadas las gestiones para que una empresa de transporte público de pasajeros se encargue de brindar el servicio. Se estima que sólo el personal del Servicio Penitenciario insumirá el corte de unos 300 boletos por día. A estos hay que agregar los de las personas que visitarán a los detenidos de lunes a lunes.
Sin contactos
Los módulos están rodeados por muros de concreto de cuatro metros y cada pabellón, por cercados de alambres de por lo menos tres metros. “Esta es una concepción distinta. Los internos sólo se contactarán con sus compañeros de unidad. Hasta los días de visitas serán organizados por cada unidad”, destacó el ministro de Seguridad, Eugenio Agüero Gamboa.
EL PATIO. El lugar, con un baño a cielo abierto, donde serán los recreos.
Después de muchas idas y vueltas, ya se definió quiénes serán los primeros ocupantes de este penal. Los elegidos fueron los condenados que están alojados en las comisarías y que tienen que cumplir gran parte de la pena. “Primero pretendemos descomprimir la situación de las comisarías y después elegir a las personas que menos traslados necesitan realizar”, agregó el funcionario.
DETALLES. Las duchas y las piletas de lavar que usarán los detenidos.
A las 900 personas que serán retiradas de las comisarías, se agregarán las 126 mujeres que están privadas de la libertad en dependencias policiales. “Finalmente se decidió que la alcaldía de Delfín Gallo, que tiene capacidad para 200 personas, fueran para ellas y algunas internas del penal de Banda del Río Salí”, explicó el ministro de Seguridad. “El objetivo es descomprimir a la Policía. Sacarles la responsabilidad de cuidar detenidos para que realicen su trabajo que es la prevención”, añadió en una entrevista con LA GACETA.
BIEN VIGILADOS. Desde estas cabinas, los guardias controlarán a los presos.
Según las estimaciones oficiales, actualmente hay 2.300 tucumanos detenidos en dependencias policiales. A Benjamín Paz y a Delfín Gallo, más algunas obras que se realizan en el penal de Villa Urquiza, serán más de 1.300 los traslados. Si bien es cierto que la reducción supera el 50% del total, es el doble de la población que existía en 2015 cuando estalló la crisis carcelaria.