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Nunca fue tan fácil cargarse un gobierno peronista

Escribe Oberdán Rocamora
Descacharreo

Opinión:

Por Jorge Asís

Beligerancia imaginaria

La guerra privada mantiene de rehén a la sociedad.

Entre La Doctora que hoy gobierna -a través de Alberto Fernández, El Poeta Impopular- y el Grupo Clarín, La Corneta, que conduce Héctor Magnetto, El Beto.

En el doctorismo aseguran que Clarín arrastra a La Nación, y a la mayor parte del llamado «periodismo independiente».

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La Doctora va a la Tercera Guerra Púnica (y privada) sin Estado Mayor. Ni infantería.

Pero el adversario -La Corneta- mantiene también la pólvora mojada. Y el mismo plantel de combatientes cansados que supo experimentar la derrota.

Proliferan, a pesar de todo, los inocentes. Y los despreocupados en cantidad.

La guerra, por ser privada, no los contiene. Para salir del paso, reducen.

“Echan la culpa al periodismo, como siempre”.

Tampoco aceptan la condición de rehenes.

Preferible entonces es sostener que la beligerancia es imaginaria.

Carolina Mantegari

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Nunca fue tan fácil cargarse un gobierno peronista. Palpar sus nalgas. Blandas. Tiernas.

La sentencia permite cuestionar la identidad peronista de la penúltima invención de La Doctora.

Consiste en modelar, como presidente, a Alberto, el líder unánime de PARTE. Banalizar la institución presidencial. Hazaña nada menor.

En la actualidad, sectores frontales de la sociedad blanca, que detestan a La Doctora, se envuelven en banderas con frecuencia y hegemonizan la calle con protestas (para frenarlos, años atrás, hubiera bastado con el amague de Luis D’Elía, El Levantino).

Pero las nalgas del peronismo están servidas. Descubiertas.

Los peronistas también se transformaron. Se encierran en casa por temor responsable al coronavirus.

Los dirigentes se aferran a los celulares, a los choferes y a los escritorios. Se cuidan en exceso. Mientras los blancos movilizados, y enardecidos, se agrandan.

Es gratis también gritar desde los autos. La calle totalmente les pertenece. Como las nalgas.

No permiten que Alberto fracase tranquilo. Como lo merece.

Igual que fracasó también el Tercer Gobierno Radical, que presidió Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.

«Todos los argentinos tenemos derecho a fracasar».

«Hay fracaso para ‘todes’».

Después de todo, el prematuro rencor de los irritados que protestan es comprensible.

Tenían a La Doctora judicialmente perseguida, en la proximidad de los barrotes. Y con los kirchneristas presos por doquier.

Pero la dama se puso, de pronto, desde la lona, a hacer política. Con dos movimientos y un tuit los sorprendió.

Para desalojarlos y hacerse cargo del desastre económico que le transferían.

Ahora resulta imposible, para los movilizados de la sociedad blanca, aguantarla. Con la arrogancia del poder.

Mientras pregunta por Bullrich, «¿dónde está Bullrich?».

O cuando les dice a los radicales: «me encanta escucharlos, tienen 85 minutos».

Muestrario de desgracias

Gobierno debilitado. Sin aptitud para la gestión. Necesita con urgencia un potente polivitamínico.

El muestrario de desgracias simultáneas lo supera con amplitud. Magnífica coherencia: no resuelve ninguna.

La fragilidad impide concretar las ambiciones fundacionales. La utopía de reformar la justicia, por ejemplo, que le reserva otra derrota. Diluida en el intento de búsqueda de impunidad.

Intentar el cambio revolucionario en la provincia (inviable) de Buenos Aires, y manotear fondos en el Maxiquiosco de la «opulenta» Capital.

Renovar autoridades en las mini gobernaciones. Evitar la reelección indefinida de los mini gobernadores, puestos en estado de sospecha. O de conspiración.

“Van por ellos”. Desde La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.

“Con Kicillof y Berni se los quiere cargar”.

Mientras tanto se extiende, en el muestrario de desgracias, y en la plenitud de la peste, el dramatismo de las tomas.

Situación límite que cuesta, en el peronismo, definir como usurpaciones.

Desde la inmanencia no se banca siquiera la idea de la represión.

Solo puede postergarse la sentencia del desalojo. Se negocia, mientras tanto, con billetes. El riesgo de pagar la factura del primer muerto es elevado.

Otra manera de sentir el palpado de nalgas.

Con actos de resistencia, de solidaridad social. Estimulan la multiplicación de las próximas tomas.

Así como los rencorosos de la sociedad blanca, envueltos en banderas, los arrincona con facilidad, los desposeídos del cuarto cordón pueden atreverse a capturar metros.

Enigma de un doble fracaso

El problema hoy es el Factor Alberto.

Consta que la guerra privada fue la causa principal de su presidencia.

No olvidar que Néstor Kirchner, El Furia, por el rol de mediador, solía llamarlo «Paladino».

Pero Alberto no es tal vez lo que La Doctora creyó que para el imaginario era. Un hombre de Clarín.

El Pensador Diego Genoud acierta al explicar que Alberto levantó la bandera blanca para dialogar con el Grupo.

Pero Clarín -o sea el Beto- le perforó la bandera blanca con títulos y tratamientos.

El proyecto Alberto es entonces el enigma de un doble fracaso.

Resultó positivo para ganar, pero catastrófico para gobernar.

Ya no le sirve -Alberto- ni a La Doctora ni a Clarín. Y faltan más de tres años.

Tampoco a los movilizados de la sociedad blanca, la que en gran parte apostó por su crecimiento.

Fue durante los dos o tres primeros meses del esplendor de la peste. Los que no fueron aprovechados para emanciparse de La Doctora.

La sociedad blanca se decepciona por una ilusión falsa de máxima tristeza.

Es entonces la hora de “empoderar a Alberto”.

Lo piden desde la declinante CGT, cuando la clase trabajadora dejó de ser para siempre la columna vertebral (fue desplazada por los desocupados, los desposeídos).

Lo pide algún gobernador, cuando ni Santa Fe ni Córdoba mantienen siquiera un proyecto nacional.

“Empoderar” al líder unánime de PARTE, significa estamparle la cucarda de presidente del Partido Justicialista. La «herramienta electoral».

Un caramelo de madera (ligeramente espolvoreado con azúcar impalpable).

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