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Para el kirchnerismo nunca estuvo primero la gente sino la interna

El Gobierno lanzó su nueva campaña de comunicación: “primero la gente”, ¿Recién ahora?, cabría preguntarse. ¿Quién estuvo primero hasta ahora?

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"Primero la gente", el nuevo eslogan del Gobierno.
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Luego de dos años y medio de Alberto Fernández en la presidencia y Cristina Kirchner como vicepresidenta, con la expectativa de futuro asfixiada por una interna que se adivina interminable, y en plena crisis política e incertidumbre económica, el Gobierno anunció su nuevo mandamiento comunicacional, la columna conceptual sobre la que aspira a reconstruir el vínculo con los ciudadanos: Primero la gente, se ufana en publicidades reiteradas.

¿Recién ahora?, podría preguntarse alguien, para empezar. ¿Y quién estuvo primero hasta ahora? (La respuesta no es complicada). La consigna podría tomarse como un simple enunciado publicitario, pero también ofrece la oportunidad de detenerse. ¿Qué dice y, sobre todo, a quién le habla la idea de Primero la gente? La lectura inicial es obvia. Aunque se trate de un eslogan, para que resulte efectivo deberá conectar con un mínimo espacio de verdad.

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Es decir, tocar una cuerda sensible en la población, dar en el centro de alguno de los tantos blancos que hoy ofrece la realidad. Y es la falta de correspondencia entre el presente colectivo y el mensaje gubernamental lo que provoca el descreimiento casi automático. La razón es concreta: nada indica menor interés por los ciudadanos, nada transmite mayor desconexión de las preocupaciones cotidianas, que las internas entre dirigentes, y sobre todo entre quienes tienen la tarea de gestionar.

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Lo que los debates en el oficialismo envían como mensaje es la preocupación personal, la imposibilidad de un acto de renunciamiento en la búsqueda del bien común. Es lo que el Gobierno transmite desde hace meses con una contundencia imposible de superar por cualquier escrito promocional. Si algo está claro desde que empezó la actual administración es que primero está la interna, y que la gente espere.

Pero resulta también interesante observar quién es el destinatario del mensaje. Los ciudadanos (la gente), parece la respuesta natural. Sin embargo, podría no ser tan simple. “Gobernamos por y para la gente”, fue la idea fuerza transmitida en la Rosada a ministros y funcionarios al presentar la nueva campaña de comunicación. “No tenemos tiempo de chicanas, nos preocupa gobernar”, agregaron.

Las justificaciones ahorran cualquier posibilidad de sobreinterpretación: el mensaje está dirigido a la interna. La definición primero la gente le habla a Cristina Kirchner y a su hijo Máximo. Está construida para que la escuche la vicepresidenta (que sí tiene tiempo para chicanas) y no para otros oídos, y se descubre allí una nueva contradicción: en su intento por mostrar que deja atrás la interna, que la supera para enfocarse (¡ahora sí!) en la gestión, el Presidente y su gabinete no hacen más que ponerla en evidencia y ubicarla como su prioridad y principal preocupación.

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¿Y quién estaba primero hasta ahora en los propósitos del Gobierno? La respuesta se adivina como aquellas siluetas que se conformaban al seguir la línea de puntos, y podría formularse de diferentes maneras, con mayor o menor corrección política: mantener el equilibrio en la coalición, dirían algunos; priorizar la unidad del espacio, disfrazarían otros. En verdad, se trataba de la vicepresidenta, o sus deseos, o sus prioridades. El Gobierno necesitó correrla, (o que ella se corriera, defraudada por las desatenciones), para descubrir que, a lo lejos, postergada, está la gente.

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