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“Para un peronista, nada mejor que otro peronista”

Ya lo decía Juan Domingo Perón, para explicar que cuando parecen que entre ellos se pelean, en realidad, se están reproduciendo, al igual que lo hacen los gatos

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Beatriz Ávila - Sandra Mendoza - Pablo Yedlin
Descacharreo

Opinión. “Lo que nos dejó la semana

No hay peor cosa que naturalizar lo que está mal y hacer de cuenta que “las cosas son así y ya está”. Eso es, justamente, lo que aconteció en la semana que pasó en lo que hace a la altísima estafa electoral en la que incurrió la dupla letal que conforman Germán Alfaro y Beatriz Ávila. El enroque que entre ambos realizaron para quedarse con el municipio capitalino y con una banca del Senado es de una asquerosidad de la que no se tiene registro.

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Lo peor del caso es que muchos se escandalizaron por los juramentos de los legisladores nacionales durante la ceremonia de cambio de representantes en el Congreso de la Nación. Y es cierto que resultó vergonzante las razones que algunos brindaron a la hora de jurar por sus bancas. Pero nadie siquiera hizo mención al hecho de que terminó asumiendo en el Senado alguien que no fue elegida por el pueblo.

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Ese es el caso de Beatriz Ávila, ya que el pueblo tucumano eligió a su marido, no a ella, para representarlos a nivel nacional. Desde el punto de vista periodístico, podemos hablar de hipocresía, ya que, en su momento, medios de Buenos Aires y de otros distritos del país se hicieron eco de la candidatura testimonial del intendente de la capital, quien logró adjudicarse una banca en el Senado.

Cuando renunció 24 horas después para que en su lugar asuma su esposa, la actual diputada Beatriz Ávila, la prensa nacional se escandalizó. Pero cuando en la semana que se fue para jamás volver, se convirtió en senadora, sólo hubo silencio de radio. De repente, nadie hizo hincapié en el hecho de que el jefe municipal argumentó su decisión en que no contaba con los votos suficientes en el Concejo Deliberante para elegir a su sucesor.

Como si le perteneciera a él y a su mujer el municipio. Ya nadie habló acerca de que su denuncia acerca de que, si abandonaba el Municipio, sería víctima de un “golpe institucional” por parte de la oposición, no era más que una fantochada. Tampoco nadie hizo hincapié en que la supuestamente opositora Beatriz Ávila posó más que sonriente junto a Pablo Yedlin y a Sandra Mendoza, senadores del Frente de Todos.

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Ya lo decía Eduardo Duhalde, “para un peronista, nada mejor que otro peronista”. Y es que, siguiendo con las frases peronistas, quien mejor que el fundador del Partido Justicialista, Juan Domingo Perón, para explicar que cuando parece que entre ellos se pelean, en realidad, se están reproduciendo, al igual que lo hacen los gatos. No en vano el dicho reza que “una imagen vale más que mil palabras”.

Y es que, mal que le pese a muchos que no quieren ver lo evidente, es lo que sucedió ayer durante la jura de los nuevos integrantes de la Cámara alta del Congreso, cuando Beatriz Ávila se mostró junto a los senadores electos por el Frente de Todos, Sandra Mendoza y Pablo Yedlin. De esta manera, el objetivo de Cristina Kirchner está cumplido, ya que Tucumán se quedó por primera vez en su historia con tres bancas ocupadas por el peronismo.

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Acaso esto no se veía venir? Hace exactamente 100 días, desde Tucumán Despierta advertimos que era nefasto y oportunista el cálculo de Germán Alfaro y Beatriz Ávila, ya que pasaba por el hecho de que creían (y todavía lo hacen) en que, por estar nuevamente en Juntos por el Cambio, harían olvidar que están vinculados al poder desde 1995 por medio del peronismo.

Y es que en ese año fue concejal electo por el PJ, por lo que trataron de hacerles creer a la sociedad que él y su esposa eran la renovación cuando formaron parte toda su trayectoria del Partido Justicialista que luego desconocerían. Pero, mal que nos pese, pareciera ser que, al final, el nefasto matrimonio político tenía razón cuando pensó que podía engañar a la sociedad, ya que la misma los volvió a votar.

Justamente, parece que de nada sirvió que se evidenciara desde este medio que en el año en el que Cristina Kirchner lograba ser reelegida con el 54% de los votos e inauguró su “vamos por todo”, muy sonrientes Alfaro y su mujer, acompañaron al por entonces gobernador de Tucumán, José Alperovich y al intendente de la ciudad, Domingo Amaya, quienes consiguieron sus respectivas reelecciones.

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Germán Alfaro

Mientras que en la boleta del peronismo local, Beatriz Ávila fue electa como primera candidata a legisladora provincial, Germán Alfaro era electo como primer candidato a concejal capitalino. Claramente, por entonces ninguno de los dos renegaba de ser peronista y de ser de los principales dirigentes del espacio que manejaba a su antojo José Alperovich y en pleno apogeo del kirchnerismo.

Para colmo, la banca lograda por Alfaro, pero ocupada por su mujer fue lograda por medio de la estrategia de hacerse los desentendidos y montaron un circo hablando de todos los males de Tucumán, como si ambos no formaran parte de la clase política gobernante en la provincia desde hace décadas. Justamente, el mismo Germán Alfaro que desde su corriente “Nueva Expresión Justicialista” fue el impulsor de la candidatura de Alperovich a la gobernación, en enero de 2003.

Tampoco nadie pareció escuchar a Elisa Carrió cuando la dirigente nacional dejó en claro que la doble postulación de Germán Alfaro y de su mujer, Beatriz Ávila, se trataba de un claro ejemplo de nepotismo. Pero eso no es todo, ya que Elisa Carrió también aprovechó la ocasión para alertar al votante tucumano acerca de la posibilidad latente de que el matrimonio capitalino pueda incurrir en una nueva traición al espacio de Juntos por el Cambio.

Y ni cinco minutos pasaron desde la jura para que Beatriz Ávila se mostrara junto a Pablo Yedlin y a Sandra Mendoza. ¿Acaso esa foto será una imagen premonitoria de lo que vendrá? En su momento, Carrió señaló que tenía enormes sospechas de que la otra lista que integraba el matrimonio capitalino se corra con el Gobierno. “Hay que pararse y levantarse con cuidado para que no nos traicionen de nuevo”, advertía.

Incluso, había advertido que “cuando un intendente después quiere fondos, acuerda con el Gobierno y hace votar a la mujer de manera distinta. Es así, intercambio de votos en el Congreso por fondos”. ¿Estaremos muy lejos de comprobar en la realidad esos dichos? Al menos, en la semana que transcurrió para jamás volver, mientras en los demás medios poco y nada se hizo para echar luz sobre la verdadera calaña de Alfaro, desde este diario la actitud fue distinta.

Y es que desde Tucumán Despierta se dejó en claro desde un primer momento que no era más que una crónica anunciada de un engaño más en la larga lista que el intendente capitalino lleva sobre sus hombros como una suerte de prontuario político en el que tanto él como su mujer cargan con serios antecedentes de traición. Insistimos, lo peor del caso es que lo hicieron con la premeditación con la que lo realizaron a sabiendas de que lo hacían mintiendo y engañando.

Dice el dicho que uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice. Pero en este caso, el propio intendente decidió llevarse puesta a la sociedad tucumana con su estafa electoral. De esta manera, Alfaro incurrió en algo peor que un engaño. Ya que incurrió en una clara traición al sistema electoral y democrático, justo cuando se cumplían 38 años desde el retorno de la democracia. Entonces, como si se tratara de una nueva jura, que dios y la Patria se los demande.

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