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Presidenciables: una carrera de resistencia

La ansiedad embarga a los precandidatos y causa un choque entre aquellos que buscan una sobreexposición hacia 2023 y otros que adoptan conductas moderadas

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Halcones o palomas. Mediáticos o moderados. Políticos tradicionales u “outsiders”. Velocistas o fondistas. La Argentina asiste a una carrera presidencial anticipada en el que una multiplicidad de dirigentes, de distintas orientaciones políticas, trata de posicionarse ante una opinión pública más preocupada por la coyuntura y el futuro económico que por las veladas propuestas electorales. La misma sociedad argentina se cansó de tanta grieta política y comenzó a mirar al liberalismo, encarnado en el economista Javier Milei, como una opción hacia la próxima compulsa en las urnas, las presidenciales de 2023. Sin embargo, la sobreexposición del diputado liberal en algunos temas sensibles para los ciudadanos, le ha jugado en contra. La ansiedad es una mala consejera si se trata del juego electoral. Con el discurso no alcanza. Se necesita montar una estructura que garantice la mayor llegada posible de las ideas de los posibles candidatos presidenciales a cada una de las provincias. Así se desenvuelve la discusión política en una Argentina agobiada por una inflación que sigue en alza, con una estimación anual que llega al 80%, y que condena al 40% de la población hacia la pobreza.

Frente a esta realidad, oficialismo y oposición compiten en una carrera con obstáculos, en la que más que la velocidad, importa la resistencia que puedan tener sus referentes con más chances de llegar a la Casa Rosada, afirma a LA GACETA el analista político Cristian Buttié. En este aspecto, el director de CB Consultora de Opinión Pública marca diferencias respecto de los “presidenciables” que ya se lanzaron a la arena.

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• En este juego hay candidatos que administran los tiempos y creen que hay que ir de menor a mayor, poniendo la mayor dinámica en el sprint de la contienda electoral. En el medio, advierte Buttié, esos dirigentes superan obstáculos, administran las presiones y regulan sus ansiedades.

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• También están los postulantes que se quieren posicionar para mejorar su imagen y su intención de votos antes de tiempo, de convertirse en protagonistas de las elecciones. “Es como si se preparan para una prueba de 100 metros, pero una elección es más parecida a un maratón. Por eso muchos llegan sin oxígeno al final de la carrera”, indica Buttié. Eso le sucedió, por caso, a Francisco de Narváez en 2009 rumbo a 2011 o a Sergio Massa, en la carrera de 2013 hacia 2015 que, según el analista, ambos no pudieron administrar el grado de expectativas y, por esa razón, no tuvieron el resultado esperado en las urnas.

Buttié advierte que, en la actualidad, las elecciones presidenciales de 2023 no están en el radar de la sociedad, sino tan solo en el pensamiento de una minoría ruidosa que se enfrenta internamente en el Frente de Todos, en Juntos por el Cambio o en el espacio libertario. “La mayoría silenciosa, en tanto, tiene en su agenda de preocupaciones a la economía misma, a la inflación, al hecho de que no siga disparándose el dólar, que baje el desempleo y que se combata activamente la delincuencia”, acota.

“Outsider”

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Milei representa la imagen de un “outsider”, aquel postulante que trata de construir imagen sin tener experiencia política previa y que está al margen de las fuerzas políticas tradicionales, más cercano al antisistema. El economista capitalizó el descontento con un discurso frontal que, a su vez, lo llevó a cometer errores no forzados.

Según los analistas consultados por LA GACETA,  no hay margen para que aparecen más “outsiders” que sean capaces de capitalizar la esperanza de buena parte de los argentinos que esperan un cambio sustancial en el rumbo del país. El debate más habitual en las discusiones política pasa por elegir a un reaccionario como Milei o, por ejemplo, un moderado como el neurocientífico diputado radical Facundo Manes. Uno quiere resultados inmediatos; el otro va de menor a mayor, subraya Buttié.

Aníbal Urios, director de DC Consultores, señala  que muchos dirigentes tratan de ser parte de esa carrera electoral con obstáculos económicos y terminan quedándose sin gasoil porque consideran que sólo con el discurso pueden llegar a captar la atención de los electores. “La carrera presidencial es muñeca política y estrategia”, agrega. La sobreexposición, según su entender, tiene sus riesgos porque “hay postulantes que tiran dardos muy seguidos y, al errarle al tablero aunque sea una sola vez, puede resultarle más costoso que 10 aciertos. “A Milei le está pasando lo mismo que le sucedió a Massa, con el desgaste que les representa hablar de lo mismo y que la gente se canse, se aburra”, dice. Urios puntualiza que una carrera presidencial es piloto y escudería. “Esta competición tiene un doble objetivo: por un lado, el individual, donde se busca ser el mejor; por el otro, el colectivo, para saber parar en los boxes”, ejemplifica. Y agrega: “solo no se puede (con el discurso) y un equipo (partido o frente electoral) sin piloto tampoco. Ambos garantizan el triunfo. Por lo tanto, es un gran combo, un poco de todo (piloto, auto, escudería, recursos, contexto y una pizca de suerte)”, remarca.

Según Julio Burdman, director de Observatorio Electoral Consultores, la característica estructural de la elección que se viene es una tendencia inicial a la dispersión. El doctor en Ciencia Política alerta acerca de que hay que ver si esta tendencia continúa hasta el final de la contienda o si, por el contrario, se reconcentra la política. “Si los que hoy mueven las fichas, como el caso de Mauricio Macri o Cristina Fernández de Kirchner logran ordenar el panorama, tal vez alcancen el objetivo de reconcentrar la política en los dos grandes polos electorales y un tercer jugador disidente a ellos que representa a la nueva derecha libertaria. No obstante, Burdman reconoce que, en la actualidad, la dispersión manda en todos los frentes. Y lo explica:

• En el oficialismo, el kirchnerismo remarca sus disidencias con el gobierno de Alberto Fernández, para proteger la relación con sus votantes y no tiene más remedio que plantear sus diferencias dentro del propio Frente de Todos. Más allá de eso, indica, no están dadas las condiciones para que ese frente se quiebre, aunque la competencia interna sea dura, con discusiones hasta el final, pero siempre sosteniendo la estructura de poder.

• En la oposición, en tanto, la cuestión pasa por la postura de los radicales que están dispuestos a jugar fuerte en las presidenciales, mientras que el PRO debe ponerse de acuerdo si serán candidatos Mauricio Macri, Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal u Horacio Rodríguez Larreta. Respecto del “factor Milei”, Burdman disiente respecto de la opinión de sus colegas. “No creo que haya medido tanto en las encuestas de tres tercios. Sólo lo veo como una tercera fuerza que va ascendiendo, en la que Milei intenta consolidarse en el interior del país, pero que hoy no ha llegado todavía al 100% de la opinión pública”, considera.

Gustavo Córdoba, director de la consultora Zuban Córdoba y Asociados, afirma que la política se enfrenta a un sentimiento negativo ante tanta frustración frente a sucesivos planes económicos que no dieron los resultados que la sociedad argentina esperaba de modelos ideológicamente enfrentados. Eso, a su criterio, marca el punto de partida del surgimiento de Milei como protagonista electoral pero que hoy pareciera que ha encontrado un límite. “La visibilidad extrema de un outsider es un desafío que muestra no sólo lo bueno que quiere exponer, sino también el déficit que hoy tiene en la construcción de una narrativa presidencial”, fundamenta. Córdoba subraya que, más allá de los nombres, hay una ansiedad electoral generalizada entre los políticos y también en algunos medios ante “el evidente fracaso de dos modelos consecutivos, el macrismo y el kirchnerismo, y por eso sólo se habla de candidaturas para retroalimentarse, en vez de ponerse de acuerdo en soluciones o en cuestiones básicas para que funcione mejor la economía”. Según el consultor, el escenario actual es parecido a 2003, con la diferencia que en ese año no había PASO como elemento ordenador de las candidaturas presidenciales. Aquel año Carlos Menem ganó en primera vuelta, pero debió bajarse por el alto nivel de rechazo que tenía en el electorado.

El final está abierto pero, según señala Córdoba, el juego de la política argentina pasa por la segunda vuelta porque no hay ninguna fuerza que amenace con ganar en primera vuelta. “Los moderados son los que definen elecciones, pero no hay que adelantarse tanto a las presidenciales porque la moneda sigue dando vuelta en el aire y está lejos de que se acerque al piso”, finaliza el consultor.

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