Es un uso y costumbre, pero está prohibida. Ahora, el Gobierno nacional quiere regularla. ¿De qué hablamos? De la propina, algo cada vez menos habitual para los clientes de bares y restaurantes, pero imprescindible para los empleados gastronómicos.
El tip no está especificado en el listado de 27 funciones particulares del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, pero el área a cargo de Federico Sturzenegger está trabajando en un decreto que formalizará la propina para habilitar su inclusión en el ticket.
Reclamo histórico de los gastronómicos, el tema de la propina explotó en los últimos meses. Al recorte de este ítem que muchos consumidores vienen aplicando por la disparada inflacionaria, se sumó la expansión del pago con tarjeta de crédito y billeteras virtuales.
A la hora de abonar la cuenta, el “no tengo efectivo” para la propina empezó a ser la moneda corriente. Los restaurantes rechazan incluirla en el cobro con tarjeta o QR porque, aseguran, no es parte del salario ya que queda al arbitrio del comensal. Sería un pago a voluntad que le hace el cliente al camarero, sin que el restaurante tenga nada que ver en el medio.
Pero el asunto es mucho más complejo. Hoy, según dirigentes gremiales, de acuerdo al restaurante la propina como mínimo duplica el salario que percibe un trabajador gastronómico y hasta puede cuadruplicarlo en los de mayor categoría. También, señalan, en el rubro hay una alta evasión fiscal y el no blanqueo de la propina la propicia.
¿Qué cambiaría ahora? Si bien aún no es oficial, el decreto saldaría ese gris que estableció uno de los cuatro convenios colectivos de trabajo del sector hotelero gastronómico, que prohibió expresamente la propina. Históricamente, los gastronómicos cobraban propina y también un laudo, que la dictadura militar eliminó en noviembre de 1981.
Antonio Terrones es un reconocido obstetra, que en su juventud trabajó como gastronómico y explica cómo era ese sistema hoy olvidado: “Teníamos sueldo, laudo y propinas. El laudo era un ítem incluido en la cuenta que pagaba el comensal y todos los días aumentaba un pozo que a fin de mes se repartía entre todos, según un puntaje para el mozo, el asistente de cocina, y así todo el personal. Era una forma de compensar a quienes no recibían propina por no estar en el salón”.
El decreto no hablará de laudo sino de la propina: dejará bien en claro que no es parte del salario, y como tal no pagará cargas sociales. Pero al permitirla y regularla, se incluirá como ítem en la adición, al igual que ocurre en otros países como Estados Unidos, Brasil o Uruguay.
No obstante, la propina no será obligatoria: seguirá quedando a libre arbitrio del comensal pagarla y cuánto.
“Al argentino siempre le parece exagerado dejar más del 10% y amarrete dejar menos”, puntualiza Dante Camaño, secretario general de la seccional Capital de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) sobre el número que es uso y costumbre del uso y costumbre que es la propina.
Sin embargo, por varias razones ese porcentaje muchas veces no se alcanza. Hay clientes que lo calculan estrictamente según el grado de satisfacción con el servicio; otros, que a la hora de abonar una cuenta que les suena abultada, recortan por la gratificación para el mozo; otros no tienen en claro el peso que tiene en el salario del personal; y también está el que quiere dejar, pero no tiene efectivo.
“Hoy, en una cena para cuatro personas en un restaurante de buen nivel estamos hablando de entre $ 200.000 y $ 250.000. Tenés que ir con una bolsa de plata”, plantea Juan José Bordes, secretario gremial de la UTHGRA.
Camaño, quien remarca que cuando era legislador en 1991 presentó un proyecto de ley para que se incluyera la propina como un porcentaje del salario, cree que nunca se avanzó por rechazo del sector empresario.
Hoy, el nuevo escenario hizo que los pagos se bancaricen cada vez más. “El 90% de la facturación es por tarjeta. Y ya hay países, como los nórdicos, que están hablando en pocos años de eliminar la emisión de dinero”, dice sobre el impacto de las billeteras virtuales.
Bordes apunta que desde el sindicato hace años que vienen reclamando por la inclusión de la propina. Se reunieron con funcionarios del Gobierno nacional y también con el diputado Julio Cobos, que presentó un proyecto de ley de propina digital. “Está la decisión política. Hay que ver cómo se va a regular y repartir”, detalla.
Actualmente, el reparto de la propina también es disímil y lo establece el personal en cada restaurante. Bordes explica que hay varios sistemas. El antiguo, “al tronco”, que siguen usando muchos restaurantes, es poner en una lata toda la propina y repartirla después en partes iguales entre todo el personal, tanto el que está en salón como el de cocina. En otros casos, los mozos dejan un 20% de su propina para repartir entre el personal de cocina. Y hay restaurantes en los que el camarero se lleva todo lo que recibió.
“El reparto tiene que ser similar para todos porque la gastronomía es un trabajo conjunto. El mozo es la cara visible del establecimiento, pero la cocina es fundamental”, remarca.
Ambos dirigentes gremiales coinciden en que la medida oficial es positiva en una actividad que sufrió una caída de la facturación del 35% en lo que va del año. Y creen que el blanqueo de la propina contribuirá a reducir la evasión fiscal que, estima Bordes, en el sector es del 35%.